lunes, 16 de marzo de 2020


La pequeña Li
Viajando en el Espacio
Lila Layers
Cuarto Tomo

EDICIONES LAYERS
Nº DE INSCRIPCIÓN DERECHO DE AUTOR ...
I.S.B.N.
Primera Edición
Impreso en los Talleres de Trama Impresores S.A.
Prólogo Benjamín Rojas
Ilustraciones Raúl Contreras
IMPRESO EN CONCEPCION CHILE
Agosto 2013

Lila Layers
Dedico este cuarto tomo
De La Pequeña Li en el Espacio
A Clara Estela Valdés, mi hija mayor,
Licenciada en Historia y Geografía.
Nacida en la década del cuarenta en Talcamávida, un
villorrio ubicado a sesenta kilómetros de Concepción. Chile;
Sus primeros estudios los realizó en la Escuela Pública de
la misma localidad. Cursó sus humanidades en el Colegio
Particular Santa Filomena, continuando en el Liceo Gabriela
Mistral, de Temuco. Estudió Administración Pública, Inició la
Carrera de Sociología en la Universidad de Concepción, sin
lograr terminarla por el cierre de la Facultad, en 1973.
Entre los años 1978 y 1980 participó en el taller literario
Gabriela Mistral, Concepción, dirigido por el Doctor René
Louvel Bert, y bajo la enseñanza del destacado profesor de la
Universidad de Concepción, don Mario Rodríguez Fernández.-
Casada con el ex–parlamentario Manuel Valdés Solar, por
la provincia de Concepción, tiene tres hijos.

La pequeña Li Viajando en el Espacio
Prólogo
Imaginación y aventura
Cuando se evoca la frase proverbial de los inicios de todo relato
con peso temporal -aquel “ Erase una vez. “ - y uno se coloca en la
distancia de su propia niñez, no cabe duda alguna que una fuerza
magnética atrae escenas, personajes y las llamadas circunstancias, que
pueblan nuestra memoria.
Un viejo arte para todo humano que fue niña o niño. La sabia
Gabriela Mistral, nativa recuerda y valora este arte de contar. Y
hablando de las tradiciones orales, materiales del folclore, ella solía
apuntar que eran mujeres las que mejor se disponían a manejar
dicho arte. ¿Y quién no evoca a una madre, alguna tía o a su abuela,
contando, inventando o leyendo relatos para su infancia? Vieja
historia, que duda ha de caber, de nuestra especie.
“Erase una vez una mujer con sus años en agraz, de ojos claros
y de sonrisa generosa, madre de una adolescente, un joven menor
y una niña que iba para ser crecida y llamativa. Esta buena mujer,
encumbrada en un departamento de una calle de señorío de una ciudad
de lluvia y de vientos, solía invitar a sus amigas y amigos y, en medio
de sus quehaceres, gustaba comunicar -leer con suavísima voz - lo
que en horas de libre desvelo había soñado y escrito. Sus privilegiados
primeros oyentes fueron sus criaturas. Nosotros ya fuimos los terceros.
Y así llegaron o, a lo mejor, nacieron Lí, conocida como “La Pequeña
Lí”; “Mamá Bella” y los amigos y amigas: como Rufi, la hormiga; Jonás,
su perro; la paloma, Musga y Tulú o Rocadio, el niño extraterrestre.
Las noches húmedas fueron la cuna de tales historias. Alguna dulce
fruta silvestre fue el alimento a medianoche. La magia de los sueños y
de la aventura fueron, en definitiva, la circunstancia creadora de un
mundo sensible y verdadero, que se alza cuando lo demás duerme, se
silencia o muere”.

Lila Layers es el nombre artístico de una mujer que posee voces
capaces de urdir cualquier historia. Hay llaneza en su estilo que
reproduce el encanto de lo dicho; una reiteración que se acopla al oído
atento del más tierno; una fantasía que hilvana escenas y deja libre la
psicología de los personajes. Tal vez sean estos rasgos de sus historias
anteriores los que reaparecen con más nitidez en esta última de “La
Pequeña Lí en el espacio”.
Sin embargo, aquí aparece ahora un agregado que pareciera seguir
la evolución de la pequeña Li en su desarrollo humano: El aprendizaje
por medio de la entretención. Y no sólo unido todo esto al conocimiento
del espacio de los astros de nuestra galaxia común, sino al deseo íntimo
de un personaje que se convierte en tan dulce como la niña: Tulú, el
extraterrestre condenado a vivir siempre en la infancia.
En esta ocasión, la mano de la escritora sondea en modos complejos
de la realidad, arma una trama de encuentros y desencuentros en un
constante viajar por entre las estrellas y gracias a la máquina que la
ficción vestida de ciencia nos permite visualizar. La exploración nos
hace enriquecer. Y la superposición de los tiempos, deseos, niveles
terrestres y espaciales, asientan una amistad que había venido
gestándose desde atrás, en aquella cueva del Mago de la fantasía de
la pequeña estudiante de un pueblo central de nuestro territorio, La
pequeña Lindaura, La pequeña Lí homónima de otro pequeño ya
famoso por sus aventuras en las letras para niños y niñas de Chile.,
Papelucho.
Importante tradición constituye la escritura de cuentos y novelas
cortas sobre la vida y los sueños de un niño o de una niña. Aquel “
Érase una vez”, con el correr de los tiempos y el dar vuelta de las hojas
se ha ensanchado en relatos de ciencia ficción a lo Julio Verne, o en
aventuras de viaje a lo Emilio Salgari, o en recorridos de un mundo
y un país a lo Selma Lagerlöf, o en novela de formación e iniciación
de la y infancia a lo Callodi (Carlo Lorenzini), o en páginas del diario
de un escolar a lo Edmundo de Amicis, mundos que han alimentado
a cientos de mentes jóvenes de ambos sexos. En esta memorable
serie se ha instalado la narradora chilena Marcela Paz y hoy, tras

La pequeña Li Viajando en el Espacio

persistente tarea, otra escritora: Ana Sepúlveda, aquella Lila Layers
de la evocación.
Considerando este volumen como parte de un conjunto, el cuarto
en la vida de la pequeña Lí, tiene el mérito de despertar simpatías,
estimular aprenderes y desear ese imborrable y fresco soñar.
Benjamín Rojas Piña, Concepción, 1997

La cueva del mago

Desde la cueva del Mago salían unos gritos desesperados, un
llanto aterrador. Corrí hasta el lugar, y muy al interior de ella. En un
rincón en donde casi no llegaba la luz, había una persona sentada
sobre una piedra. Sus manos las tenía juntas, los codos apoyados sobre
sus rodillas, con las palmas hacia arriba abrazando su rostro; Me fui
acercando sigilosamente, sin que me sintiera, observé detenidamente,
acongojada por su llanto atormentado, pero en ese instante levantó
su cara y se quedó sorprendido al verme allí. La más sorprendida fui
yo, porque la persona que estaba llorando era nada menos que Tulú,
mi gran amigo extraterrestre o Rocadio como yo le había puesto al
lanzar una piedra sobre una roca, de ahí su nombre, Con sus facciones
aún contraídas, se levantó ágilmente caminando hacia mí. Debe haber
perdido su nave, pensé.
-Pequeña Lí -me dijo, ¡qué alegría volver a verte!
-Más alegría es para mí, le contesté -pero dime ¿por qué lloras?
-Me tomó de una mano y me llevó hasta la piedra en que estaba
sentado momentos antes; sopló el polvo y luego sacó un pañuelo de
uno de sus bolsillos para ponérmelo sobre la helada piedra y ofrecerme
asiento, una vez ya instalados, se cruzó de manos y bajando la cabeza,
en tono de tristeza me dijo;
-Te voy a contar algo que he guardado largo tiempo.
Yo me sorprendí mucho, ya que siempre lo había visto tan dinámico,
fuerte, alegre, espontaneo, voluntarioso, ¿qué le estaría pasando? Lo
escuché atentamente.
-Hace mucho, pero mucho tiempo -continuó diciendo -cuando
yo nací, mi Padre era muy poderoso y querido por todas las personas
que le rodeaban, siendo yo su hijo primogénito. Mi llegada fue motivo
de gran regocijo, no solo para mis padres, sino para todos los seres
que vivían a nuestro alrededor, pero no faltó alguien que se sintiera
molesto por este gran regocijo y, entonces, me maldijo.
¿Te maldijo? -Le interrumpí,
-Sí -me contestó, con sus ojos llenos de lágrimas.
-¿Y cuál fue esa maldición? -Le pregunté.
-La maldición consistió que sería siempre un niño, y llevo años,
miles de años y siempre he sido un niño, me detuve con el tiempo.
¿Entiendes eso? -Dijo mirándome a los ojos.
No -le respondí. ¿Cómo puede ser que estés detenido en el tiempo?
-Que el tiempo pasa para todos los demás, pero nunca para mí, por
eso siempre soy igual, un niño. Mis padres murieron y todos nacen,
crecen y mueren, pero yo no. Como no crezco, no me puedo realizar
como un ser con una familia, no puedo amar como aman los adultos.
Ellos se enamoran, se casan, tienen hijos, pero yo no, porque me he
quedado detenido en el tiempo.
Lo miré atónita, no sabía que decirle, eso era algo tan extraño para
mí.
-Viajo por el cosmos en busca del Dios que me detuvo en el tiempo,
-balbuceó, guardando silencio.
Yo también enmudecí por largo rato, luego sacó de uno de sus
bolsillos otro pañuelo limpiándose los ojos, aún apesadumbrado, con
la voz queda me dijo:
-Pequeña Lí, acompáñame a viajar por los nueve planetas de esta
galaxia.
Abrí los ojos, levanté mis hombros, ¡Y cómo! -manifesté.
-No te preocupes, exclamó. Si te colocas algo mío, el tiempo se
detendrá también para ti, y no pasará ni un solo minuto, y podrás
viajar por todo el Universo, sin que tu mamá Bella se dé cuenta de tu
ausencia, así podrás ayudarme a buscar al Dios que me detuvo en el
tiempo.
Dicho esto, retiró de su cuello un pañuelo de seda que usaba como
complemento de su vestuario, para ponérmelo con mucho cuidado
alrededor de mi pescuezo, como solía decir mamá Bella, cuando se
refería al cuello. Con su mano derecha sobre mi hombro balbuceó:
Viajaremos por el cosmos deteniendo el tiempo. Ahora ya no hay
problema, manifestó, y de un salto se levantó de la piedra donde
estábamos sentado, me tomó de una mano y corriendo salimos de la
cuevas del Mago. No rescató el pañuelo que había puesto sobre la piedra
para que yo me sentara; Su rostro había cambiado notablemente.
Dimos la vuelta por unos matorrales donde tenía oculta su pequeña
nave.
-Sube, Pequeña Lí. -me dijo.
Pero antes de subir a la nave, me detuve a mirarlo minuciosamente.
Pude comprobar que en efecto él no había crecido, estaba igual que
cuando lo vi por primera vez, éramos iguales de porte, ahora yo me
veía más grande, entonces lo encontré tan pequeño, tan menudito,
algo así como un muñeco con vida. ¡Qué más tiempo hacía cuando
jugábamos y corríamos de igual a igual! Me sentí grande, gorda y
pesada. Una pena embargó mi alma al descubrir esa diferencia que
nos estaba afectando.
Subimos a la nave, acomodándonos en los asientos. Al oprimir
algunos botones se produjo un ruido ensordecedor y, luego, despegamos.
Todo fue quedando atrás como una ráfaga. Tulú estaba pendiente del
tablero lleno de agujas y signos, después de un instante respiró y fue
como haber cambiado de ruta, la nave dejó de vibrar.
-¿Nos detuvimos? Le pregunté.
-No, me respondió.
Pero me da la impresión que no avanzamos -le dije.
Entonces oprimió un botón y en la pantalla aparecieron cuerpos del
espacio; Fue como si hubiera abierto una ventana al Universo, siguió
presionando botones.
-Ese es Venus, como le llaman Uds., manifestó, observando el
planeta en la pantalla -y más allá está Mercurio, lleno de optimismo
dijo: ¡Iremos a Mercurio!
Mercurio
Tomando la dirección hacia el planeta empezó a relatar:
Este planeta Mercurio es el que está más cerca del Sol.
De una pequeña caja sacó un traje de un material totalmente
transparente, pasándomelo exclamó:
-Es conveniente que te lo coloques para protegerte del calor que es
insoportable, yo moveré estas palancas que son para contrarrestar las
temperaturas extremas, Dejando los controles funcionando, procedió a
ponerse su traje protector.
Yo ya tenía puesto el mío; Se podría haber pensado que eran de
polietileno. Mientras me subía el cierre hasta el mentón, observé su
transparencia y la resistencia que denotaba tener.
-Con estos trajes no sentiremos ni frío ni calor me dijo Tulú.
En la pantalla se empezó a acercar un planeta, ¡viene un planeta
hacia nosotros! -grité.
-No, me respondió Tulú -somos nosotros los que nos estamos
acercando a él. Mantuvo la distancia, dando vuelta a su alrededor,
observando detenidamente al planeta.
Ahí, manifestó. Y en la pantalla apareció un enorme Palacio sobre
ríos brillantes. Ahí nos posaremos repitió.
Una vez que se detuvo la nave, bajé y Tulú me tomó de un brazo
advirtiéndome, cuidado con los ríos; Miré a mí alrededor y no vi ningún
río. En su mayoría, el suelo era brillante como la plata, pero al pisar una
mancha que más parecía un espejo, resbalé saltando un líquido en forma
de gotas, eran tan redondas como pequeñas pelotitas, traté de tomarlas en
mis manos, pero resbalaron de mis palmas sintiendo su peso, ni siquiera
me mojaron. Tulú me estaba observando y se rió. Este es Mercurio, y es
el único metal líquido; enfatizó: No olvides que este planeta también se
llama mercurio.
Lo miré sorprendida, luego tomamos un camino que parecía un espejo,
pero hacia un lado se veía una especie de cordillera totalmente negra. Al
verme tan sorprendida. Tulú me explicó. Ese es el lado del planta que
nunca le da el sol, porque no gira sobre su eje por lo tanto existe un lado
que siempre está de frente al sol, de ahí que el calor es insoportable. Casi
no lo podía escuchar por los trajes que portábamos, pero me di cuenta
que gritaba para que yo pudiera oírlo. En ese lado negro donde nunca
sale el sol hace mucho frío y no hay nada, ni aire, ni nada. El aire que
tenemos dentro de los trajes se nos terminará, debemos volver.
Regresamos hasta la nave y ahí me pasó un artefacto de metal, algo
así como una botella sellada conectada a un respirador. Me enseñó a
usarlo dejando una botella suspendida de un cinturón y el respirador
sujeto a la nuca, me estaba tapando la nariz y encima de todo esto, el
traje protector.
Nuevamente nos encaminamos en busca del Palacio que habíamos
visto por la pantalla, desde el espacio. El camino que habíamos tomado
terminó en un lago de mercurio, que estaba hirviendo, totalmente líquido
por el calor, casi suspendido en el aire, se notaba que la temperatura era
insoportable. Si no hubiera sido por los traje, no estaríamos contando
lo sucedido, Tulú quedó observando un tanto abatido, no nos sería
posible llegar hasta el Palacio. ¿Cómo íbamos a pasar, si todo parecía
hervir? Sentí un miedo terrible, y pude observar que Tulú también estaba
vacilando, en qué resolución tomar, lógicamente esta preocupación solo
era por mí, ya que El era bien especial. Me hizo señas y nuevamente
volvimos a la nave, pero desde no sé donde, salió un joven bello, bellísimo
y ágil que venía corriendo a nuestro encuentro, nos hizo una reverencia,
la que al instante contestamos de la misma forma.
Soy el Dios Mercurio -nos dijo -, Dios de los viajeros, por eso estoy
aquí para protegerlos. Dicho esto, nos guió por un camino muy angosto,
algo así como un túnel brillante como la plata; fuimos corriendo en fila
de uno. Yo lo observaba atónita, salimos frente al Palacio, también muy
brillante, Tulú se aprestaba a hablar, pero él nos hizo entrar al Palacio
en su compañía, Tulú le empezó a contar su historia. El joven Mercurio
lo escuchaba atentamente; Mientras ellos conversaban, yo me dediqué a
observar unas pequeñas alas en sus pies y, en su mano izquierda, sostenía
una égida. Pasamos a un comedor enormemente grande, con hermosos
muebles y vajilla brillante, adornos y espejos por todos lados, daba la
impresión que todo estuviera construido en espejos o algo muy similar a
espejos, Nos sentamos a la mesa y tres sirvientes nos trajeron exquisitos
manjares, mientras Tulú le explicaba todo su problema. Después de
escucharlo, el joven Mercurio se sonrió.
Siempre me estuve preguntando por ti, de pronto desapareciste y nada
supimos, Tulú abrió unos tremendos ojos, y muy extrañado, le preguntó.
¿Acaso usted me conoce?
El joven Mercurio lo miró de frente con sus grandes y bellos ojos:
-Cómo no voy a conocerte si eres el Dios de los niños, -le manifestó.
Tulú lanzó fuertes carcajadas repitiendo extrañado ¿Yo, el Dios de
los niños ¡Eso no puede ser! Recibí una maldición al nacer, por la gran
felicidad de mis padres y me he quedado niño por miles y miles de años.
-No es una maldición lo que pesa sobre ti, manifestó Mercurio, sino
un gran Don, eres eterno e inmortal.
-Pero eternamente niño -le respondió Tulú molesto.
-¿Acaso no es eso lo más hermoso? ¡Qué belleza más grande la
existencia de los niños! Si dejaras de ser un Dios, yo mismo tendré que
conducirte a tu lecho de muerte cuando dejes de existir; si dejas de ser
niño, serás un mortal más, crecerás y morirás -Le respondió Mercurio.
Al escuchar esto, Tulú se quedó muy pensativo, luego levantó su
cabeza mirando al bello joven Mercurio.
-De todas formas, quiero crecer y realizarme como un mortal, aunque
para ello tenga que morir
El anfi trión le puso una mano sobre su hombro y le dijo: Algún día
te conduciré a la morada de los muertos, pero antes tendrás que dejar
de ser el Dios de los niños, por lo menos ya tienes el paso fi nal que es la
muerte ahora te falta el paso por la vida. Diciendo esto, Tulú estuvo
muy contento, había conseguido algo importante, aunque no era lo
primero sino lo último.
El Dios Mercurio nos llevó de regreso hasta la nave por el mismo
camino que habíamos llegado al Palacio; Nos despedimos incómodos por
nuestros trajes, subimos a la nave y antes de cerrar la puerta Mercurio
nos comentó: Gracias a que eres un Dios puedes estar en este Planeta.
Imagínate, no hay ni aire y el calor no lo soportan ni los metales porque
hierve, aquí todo hierve -recalcó. Dicho esto, cerramos la puerta y
zarpamos.
Ochenta y ocho días demora en dar la vuelta al sol refl exionó Tulú.
Avanzamos tan rápido que no nos dimos cuenta cuando ya estábamos
casi por encima del planeta Venus.
Planeta venus
Estaba cubierto por una espesa capa de niebla en la que el sol se
reflejaba dando origen a una gran luminosidad, avanzamos a su
alrededor sin poder ver la superficie considerando difícil sobrepasar
la capa envolvente cuya brillantez amarillenta me empezó a dañar
los ojos. Entonces Tulú me pasó unas gafas especiales, nos detuvimos
sobre la superficie de cristales de hielo y empezamos a correr, sintiendo
nuestros cuerpos muy livianos avanzamos a gran velocidad, y de pronto
advertimos que la enorme capa envolvente se ondulaba.
Era como estar sobre un largo colchón inflado de viento o un colchón
de agua.
-¿Qué estará pasando? -le pregunté a Tulú.
Se sonrió y me respondió: -Son los vientos, hizo una pausa, se quedó
pensando, la atmósfera de este planeta (Venus) es treinta veces más
pesada que la atmósfera de la tierra, por lo tanto los vientos aún siendo
muy suaves levantan tormentas de polvo hasta sesenta kilómetros arriba
de la superficie del planeta.
¿Y cómo es la superficie de este planeta? -le pregunté.
Me miró y respondió: Buscaremos por donde atravesar esta gran
envoltura de cristales de hielo y veremos la superficie de Venus. La cama
de nubes seguía ondulándose. En el continuo balanceo surgió un enorme
palacio y luego desapareció.
-¡Ahí está! -dijo Tulú.
-¿Quién? -
-La Diosa Venus, me contestó.
Corrimos hasta la nave y avanzamos al lugar donde había aparecido
el palacio, brillaba tanto que casi no podíamos mirar, pero las gafas nos
facilitaron la visión, Tulú también se protegió los ojos con gafas iguales
a las que me pasó a mi. Desde el otro extremo de un carruaje tirado por
cisnes blancos se acercaba al Palacio, el que se perdió en una gran entrada
de arcos de la morada ocultando a su bella pasajera.
-Es Venus -musitó Tulú.
Una vez frente a las enormes y hermosas puertas salió a recibirnos
una bella mujer con un largo chitón (túnica) de color celeste, que le cubría
los delicados pies descalzos, su cabellera estaba sencillamente arreglada
y cogida mediante una modesta diadema; Empezó a descender los
escalones del Palacio. Con su mano derecha levantó un poco los pliegues
del vestido, y en la izquierda traía una hermosa flor. La belleza de esta
mujer era difícil de poder describir.
Se acercó a nosotros, con una sonrisa en sus bellos labios, nos saludó
y nos dijo.
-Yo soy Venus, la Diosa del amor, nacida de la espuma del mar,
también, Diosa de la belleza, poseo el saber sobre la vida y la muerte, una
vez dicho esto nos invitó a pasar al opulento Palacio.
-Yo soy Tulú, dijo mi compañero.
-Sí, le respondió la Diosa -tú eres el Dios de los niños.
-Eso es lo que quiero discutir -le respondió. Tulú.
Nos pasó a unos grandes salones adornados con hermosas flores y
finos cortinajes que caían de sus grandes ventanales.
Al igual que hizo con el Dios Mercurio, Tulú le narró su historia, ella
lo escuchaba atentamente luego cuando mi amigo terminó su relato, la
Diosa se sonrió y le dijo:
-No sabes Pequeño Dios de los niños, lo grato que es para mi volver a
verte, pero me extraña mucho que desees ser mortal. Nosotros los Dioses,
somos eternos, yo como Diosa del amor, de la belleza y la fertilidad, jamás
desearía ser mortal.
-Sí, pero yo deseo mortal, insistió Tulú.
-Por mi parte, dijo la Diosa, tendrás mi Don que es el amor, la belleza
y la fertilidad.
Poniéndole su blanca mano sobre el hombro lo miró con amor y
ternura, -ya tienes algo más manifestó.
-Mi amiga la pequeña Li, -le dijo Tulú a la Diosa Venus -desea ver
la superficie de tu Planeta.
-¿Te llamas Li? Me preguntó la Diosa mirándome a los ojos. Sentí
toda su belleza sobre mi pequeño cuerpo, estremeciéndome íntegramente
con una sensación difícil de describir. Una emoción embargó todo mi ser.
Yo estaba frente a una Diosa, la más bella, la más hermosa. Su mirada
la sentí como un fuerte rayo de amor, dulzura, felicidad. Tímidamente le
sonreí confirmando mi deseo.
-Bajaremos al interior de las nubes. -dijo.
-Caminamos sobre el brillante hielo. Mientras lo hacíamos,
observándolo me pregunté ¿Por qué si este planeta está tan cerca del sol,
puede tener esta envoltura escarchada?
La Diosa Venus se percató de lo extraño que era para mí ver el planeta
protegido por cristales congelados. Entonces nos relató. El hielo refleja el
setenta por ciento de la luz solar, hacia el espacio, y esto sucede porque las
nubes son demasiado brillantes.
Comprendí por qué no hacía tanto calor, más bien hacía frío, y más
aún si estábamos caminando sobre un cristal de hielo. No habíamos
avanzado mucho cuando frente a nosotros se detuvo un hermoso carro
tirado por cisnes blancos, el mismo que divisamos anteriormente.
La Diosa tomó sus velos finos con una mano, y subió al hermoso
carruaje que brillaba como si estuviera adornado de estrellas, luego Tulú
me ayudó a mí acomodándome junto a la Diosa, y luego lo hizo él.
El carruaje partió y no supe como entramos a un lugar lleno de gotitas
de agua, vale decir nubes, pero ahora no eran nubes de cristales de hielo
sino pequeñas gotitas líquidas, estábamos en la parte interior de la capa
envolvente del planeta Venus, -Ahora puedes ver la superficie de mi
planeta -exclamó la Diosa.
Entonces miré hacia abajo y, muy sorprendida, vi que todo estaba al
rojo vivo.
La Diosa me observó. Esto es como un invernadero, el treinta por
ciento que dejamos de la luz solar queda acá adentro, y produce más
calor porque nada sale al espacio, por la gran capa de nubes de hielo que
lo protege, por eso toda su superficie está al rojo vivo, estas gotitas de agua
que tu puedes ver, es decir, esta gran cantidad de nubes, se convierten en
lluvia, pero no alcanzan a llegar a la superficie, se transforman en vapor
y vuelven acá nuevamente.
Yo la miraba atónita, jamás habría imaginado que el Planeta Venus
fuera así.
-Hay algo más musitó la Diosa, imagínate que mi planeta (Venus)
tiene una rotación retrógrada.
La miré y muy extrañada le pregunte;
-¿Cómo es eso, una rotación retrógrada? -
Todos los Planetas, -manifestó la Diosa Venus tienen una rotación
directa, esto significa que giran sobre sus respectivos ejes en la misma
dirección en que giran en sus órbitas alrededor del sol; sin embargo éste,
Venus, es diferente, su rotación es retrógrada porque lo hace en dirección
opuesta. Es como una rueda que gira hacia atrás y, además, su rotación
es muy lenta, esto hace que el sol salga a intervalos de ciento dieciocho
días terrestres.
Terminó de decirme esto y se sonrío. Los cisnes seguían tirando el
hermoso carruaje y Tulú, pensativo y silencioso como si nada le llamara
la atención del bello panorama que teníamos en frente, el volar entre
nubes además de ir en un carro tirado por hermosos cisnes. Una abertura
de las nubes nos permitió ver el espacio, observando al sol en un rojo
ladrillo, y el firmamento se veía en una tinta verde amarillento.
Luego la Diosa indicó hacia la superficie del planeta y expuso: esa
es Alfa, la cordillera montañosa que se extiende de norte a sur y tiene
tres mil setecientos kilómetros de longitud. Y acá indicando al otro lado
-está Beta, que se extiende de Este a Oeste, tiene cientos de kilómetros
de anchura. Están formadas de muchos cerros como las cordilleras de la
tierra.
En una parte del carruaje se veía un instrumento que se asemejaba a
un reloj marcando una cantidad. Eso corresponde al diámetro del planeta
manifestó la Diosa y leyó; doce mil cien kilómetros. Habíamos recorrido
dando una vuelta completa alrededor del planeta.
La mayor parte de la superficie se veía lisa tal vez formada de polvo
suelto que refulge con un rojo apagado en las sombras y es lo bastante
caliente para carbonizar cualquier materia orgánica.
Las superficies rocosas expuestas pueden estar erosionadas por el
viento y mostrar formas huecas y curvadas como algunas de las rocas
terrestres expuestas al viento cargados de arena en los desiertos carentes
de agua, aunque no tengo ninguna certeza al respecto -terminó diciendo
la Diosa.
Los cisnes pasaron por una salida que bien parecía una ventana hacia
el espacio, deteniéndose en la parte superior de las nubes convertidas en
cristales de hielo frente al Palacio de la Diosa Venus. Habíamos dejado
la parte inferior formada por pequeñas gotitas de agua lo que fue muy
maravilloso volar entre las nubes y contemplar la superficie del planeta
Venus al rojo vivo envuelto en una capa de hielo, también divisamos los
polos que, lógicamente, eran más fríos.
Nos despedimos de la Diosa Venus, Diosa del amor, la belleza y la
fertilidad, dejando atrás al planeta. El segundo, alrededor del sol.
-El primero es Mercurio, balbuceo Tulú.
Una vez en el espacio, cuando la nave viajaba por el cosmos, nos
sacamos los trajes que nos protegían del calor extremo o también del
frío, estábamos cerca del planeta tierra, pero por ser el nuestro no nos
detuvimos, pasamos muy cerca de su satélite, la luna, a la que se le veían
sus cráteres, seguimos directo hasta el planeta Marte.
El planeta marte
En la pequeña pantalla se localizó un astro totalmente rojo ¡Es Marte!
gritó eufórico mientras presionaba botones y más botones. A medida que
nos acercábamos al cuarto Planeta vimos grandes picachos de hielo, era
como observar un polo Norte o un polo Sur.
-Este planeta es casi igual que la tierra, me explicó Tulú. Solo que ese
color rojizo viene de sus rocas de color rojo, pero su vegetación es de un
verde azulado.
Dimos una vuelta completa igual que en los dos planetas anteriores.
Al terminar de dar la vuelta en una esfera de la nave apareció un
número. Yo miraba intrigada.
Tulú, con una sonrisa, me respondió sin que yo le preguntara, ése es
el diámetro.
Leí la cantidad, seis mil setecientos cincuenta kilómetros interrumpió
él. Si observas -continuó. Este planeta cuenta con una pequeña
inclinación igual que la tierra, tiene sus días y sus noches como también
sus respectivas estaciones del año.
Yo no decía absolutamente nada, solo era una gran observadora de
esta enorme belleza cósmica; además yo sólo estaba acompañando a
Tulú en esta búsqueda del tiempo, la diligencia era de él, no mía; por
lo tanto, me dediqué a disfrutar de la belleza del Universo tan difícil de
poder describir.
Ya no quedaba mucho sol cuando llegamos al planeta Marte, el
frío era intenso. Para protegernos de este gélido planeta tendremos que
ponernos los trajes, -me manifestó Tulú.
-Pero esos trajes son para el calor -le dije.
-Sí; me respondió, pero también para el frío, vale decir te protegen
de cualquier temperatura; son trajes térmicos. Una vez con los trajes
puestos, nos encaminamos hacia una enorme fortaleza; sentí pánico al
ver soldados por todas partes, tratamos de ocultarnos en unos matorrales,
cuando justo pasaba una patrulla con inmensos armamentos. Mi
corazón empezó a latir muy fuerte, pasaban los soldados de un lado a
otro, nosotros ahí agazapados en un rincón, muertos de miedo.
Cuando terminaron de pasar los soldados armados, salimos
nuevamente para dirigirnos a la fortaleza, pero otra vez sentimos un
ruido ensordecedor. Miramos y a la distancia se aproximaban carros de
guerra, corrimos a escondernos.
-¡De prisa! -me dijo Tulú.
Y casi encima de nosotros se deslizaron por el camino los enormes
carros de guerra seguidos de un centenar de soldados. Se hacía más de
noche.
Ya no podemos llegar a la Fortaleza -me dijo Tulú; regresemos a la
nave.
Pero no podíamos salir del lugar donde estábamos escondidos, parecía
que los guerreros venían de regreso; Debimos esperar por largo rato el
paso de los combatientes y cuando pasaron los últimos, era demasiado
tarde, casi de noche, igual fuimos hasta la nave, aunque la oscuridad nos
obstaculizaba el paso y se notaba que hacía mucho frío.
Tratamos de hacer partir la nave, pero ésta no funcionó.
Esto es imposible, no podemos activarla, los controles y todo se echan
a andar con energía solar manifestó Tulú.
La noche pasó pronto y el sol apareció radiante, alumbrando
con energía, aún todo en silencio. Con los primeros rayos del sol nos
encaminamos hacia la Fortaleza.
Dos soldados medios durmiendo nos cerraron el paso, luego vinieron
otros soldados que nos tomaron por la fuerza y nos ataron, llevándonos
a un subterráneo de la Fortaleza. Nos hicieron rodar por una escalera
de piedras, caímos sobre húmedas rocas, no podíamos desatarnos, Tulú
como pudo extrajo de sus ropas un artefacto con el que cortó todas las
amarras.
-Tendremos que buscar una salida, -me dijo.
Caminamos sobre mojados peñascos en una completa obscuridad,
dimos vueltas y vueltas para quedarnos abatidos sin ninguna esperanza
de salvarnos; No supimos cuanto tiempo habría transcurrido, cuando
aparecieron dos guerreros que nos tomaron a cada uno de un brazo
sacándonos casi colgando, para arrojarnos a un piso de mosaicos; Al
levantar la cabeza vi allí a un gran guerrero, con brillantes espadas,
un escudo en la mano izquierda y una espada en la mano derecha, su
penacho brillaba como si fuera oro, su armadura parecía ser de oro y
plata, su aspecto altivo e imponente me causó terror. De pronto Tulú
se levantó humilde y sereno y con una dulce voz de niño le explicó al
guerrero su visita, éste (el Guerrero) en tono prepotente manifestó: Yo soy
Marte el Dios de la guerra.
Al escuchar esto su voz fue como un balde de agua fría que caía sobre
mi cuerpo.
Lo único que puedo darte, le dijo a Tulú, es mi maldad, mi crueldad
y mi odio.
Mi amigo lo quedó mirando muy sorprendido, porque no es eso lo que
él hubiera querido, luego el guerrero dijo:
-Si deseas ser un mortal, tendrás que tener mi fuerza, mi valentía, la
guerra a veces es necesaria para defendernos de la guerra.
-Pero yo amo la paz, le respondió Tulú.
-Si, pero yo soy el Dios de la guerra por lo tanto es lo único que tengo.
Siembro el terror y la discordia, ahora de ti depende el uso que le des,
todos los mortales pueden hacer la guerra, pero también poseen el don
de evitarla. Donde hay odio pueden poner amor y tú ya tienes el amor
que te lo dio la Diosa Venus hija del mar, Yo, hijo de Júpiter (Zéus) no
puedo cambiar, sigue tu viaje que aquí no tengo más que darte, terminó
diciendo.
Tulú lo miró como si esperara algo más de El. El Dios Marte por un
instante cambió su aspecto, le puso su mano en el hombro exclamando:
Te concedo mi fuerza y mi valentía para que te defiendas de tus
adversarios; ahora, si deseas más información, puedes ir a uno de mis
satélites.
Un guardia nos acompañó en un carruaje. Al abandonar el planeta
para ir al satélite divisamos unos enormes casquetes, entonces nuestro
acompañante nos dijo; Las partes más altas de Marte se elevan hasta
veinte kilómetros por encima de los desiertos. Pronto divisamos los
dos satélites, ya que se encontraban muy cerca del planeta y eran muy
pequeños. El guerrero manifestó. Este es Fobos, de ocho kilómetros de
diámetro y está a una distancia de nueve mil kilómetros. El carruaje
se detuvo para entrar en una gran Fortaleza en donde había grandes
reliquias muy bien resguardadas.
Este es un satélite artificial -contestó nuestro guía, aquí se guardan
todas nuestras reliquias y riquezas culturales.
Tulú lo miró, pensativo no era lo que él estaba buscando.
Bueno -dijo el guerrero -hace mucho, fuimos una gran civilización,
ahora nuestra atmósfera está envenenada.
Sólo observamos un instante los tesoros que allí se encontraban y
decidimos regresar.
-¿No quieren ir al otro satélite?
-No respondió Tulú.
-¿Cómo se llama ese satélite? -le pregunté -
-Ese es DEIMOS y tiene sólo cinco kilómetros de diámetros, pero
su distancia está a veinticinco mil kilómetros de Marte, más chico que
FOBOS, está más lejos y Fobos es más grande pero está más cerca. El
guerrero nos regresó a la fortaleza del Dios Marte.
Su mirada déspota y fría como la noche que pasamos en el planeta
nos infundió más pánico, salimos de la Fortaleza entre los guerreros, con
terrible miedo. El sol estaba alto, no hacía calor, pero de todas formas el
día era agradable, Llegamos a la nave sintiendo el trayecto interminable,
zarpamos de allí sin deseos de volver, ¡Qué! diferencia había con el bello
Mercurio y la hermosa Venus! Marte daba terror con sólo hecho de verlo.
Jupiter
Una vez en el espacio Tulú suspiró profundo, luego sacó de una
pequeña caja un disket que introdujo en el computador, presionó las
teclas y apareció en la pantalla un título. SISTEMA SOLAR, marcó teclas
y las imágenes fueron cambiando hasta que salió un nombre: Júpiter.
-¡Aquí es! exclamó optimista, quiero más información -balbuceó,
presionó la tecla “ próxima página” y las imágenes quedaron en
movimiento, cuando apareció la información respectiva empezamos a
leer, un encabezado con grandes letras, JUPITER pero de pronto nuestra
nave se empezó a ir de un lado para otro, vale decir, empezó a oscilar.
-¿Qué pasa? -le grité, desesperada.
-El me respondió: Entre la órbita del planeta Marte y Júpiter, está
la zona de los Asteroides, en la que se encuentran millones de objetos,
posiblemente restos de pequeños planetas despedazados, que giran
alrededor del sol. Esos están interfiriendo nuestro avance, por eso nuestra
nave está oscilando como si fuéramos a tumbarnos al espacio.
Después de explicarme, trajo a la pantalla nuevamente la palabra “
Júpiter” y localizó asteroides. Luego obtuvo la información, exclamando
¡Huf! y repitiendo: ¡cincuenta mil asteroides! suficientemente grandes,
muchos permanecen en la zona que les corresponde, pero un número
considerable vaga excéntricamente. Junto con los asteroides se mueven
incontables millones de meteoritos, demasiado pequeños, pero bastante
grandes para abrir cráteres de cualquier planeta de donde caigan.
_ ¡HUF! -exclamé yo. -¿O sea que si chocáramos con uno de estos no
quedaría nada?
-Nada de nosotros ¡Nada, Nada! enfatizó Tulú, preocupado de dirigir
lo mejor posible la nave, ya que estábamos en serio peligro. Algunos
asteroides parecían venir directo a nosotros; yo transpiraba de frío, un
asteroide tras otro, y cuando no un meteorito, hasta que logramos salir de
la difícil zona de estos restos de planetas deshechos que está entre Marte
y Júpiter.
Nuevamente Tulú llamó a Júpiter en la pantalla y empezó a leer.
“Es el dominante de todo el sistema solar, un planeta gigante. En él
cabrían más de mil tierras, posee un núcleo rocoso rodeado de gruesas
capas gaseosas. Se le han descubierto doce satélites que giran a su
alrededor”
Después de haber leído esta información sacó el disket, y presionando
otras teclas apareció a la distancia un planeta.
¡Ese es! exclamó eufórico. Luego repitió muy fuerte:
-¡Júpiter a la vista!...Dirigiendo su nave hacia el planeta seguimos el
viaje, a medida que avanzábamos, se veía más grande, soberbio, enorme.
JUPITER EL PLANETA MÁS GRANDE DEL SISTEMA SOLAR
Eso jamás lo iba a olvidar.
No dimos la vuelta al contorno como lo hicimos con los planetas
anteriores; Miramos por una pantalla una región que se veía más plana,
también aparecieron tres satélites los que estaban al alcance de nuestra
vista o tres lunas como se llama en nuestro planeta tierra. (El único
satélite que tenemos) De los doce que poseía este enorme planeta.
A una maniobra de viraje desaparecieron los tres satélites.
Tulú se quedó pensando un instante y me dijo, estos satélites son
fantásticos, aquí estamos en una zona de satélites. Mirando por la
ventana de la nave con unos catalejos (un pequeño telescopio), optimista,
Tulú me empezó a indicar los satélites y seguimos la órbita casi circular
como un millón y medio de kilòmetros de distancia, del que se encontraba
más lejos.
Tulú estaba fascinado localizando uno a uno los cinco satélites
galilianos del planeta Júpiter, aunque el quinto por ser el más chico y estar
mas cerca del planeta, iba a ser difícil poder verlo.
“Estos galilianos son enormes y reflejan la luz del sol mejor que la
luna en la tierra”.
-¡Qué romántico! -expresé, riéndome mucho -¿te imaginas unos
novios a la luz de cuatro lunas enormes, y una escondida haciendo de
alcahueta? ... Ambos reímos.
-¡Ese es Ganimedes!... -gritó mi compañero avistando un enorme
satélite. -Este es el más grande. ¡Imagínate!, es ciento cincuenta kilómetros
más grande que el planeta Mercurio. No olvides que Mercurio es el más
pequeño de todo el sistema solar.
El entusiasmo y el interés ilimitado de Tulú por los satélites de Júpiter,
me contagió a tal punto que también empecé a fascinarme e interesada
contemplé los cuatro satélites que teníamos más cerca de nosotros como
así también del planeta.
-Este es Ganimedes -repitió eufórico. Y Ganimedes quedó atrás.
Luego, mirándome manifestó:
Su diámetro es de cinco mil kilómetros.
Me volví hacia atrás para mirarlo de nuevo. ¡Soberbio! ¡Bellísimo!
Exclamé.
No terminaba aún de salir de mi asombro, cuando la voz de Tulú me
interrumpió
-¡Mira, mira, Pequeña Li! Este se llama Mercurio, es más chico que el
anterior, tiene un diámetro de cuatro mil ochocientos kilómetros, después
le sigue Calisto y más allá está Io y el más chiquito es Europa; Pero el
satélite que está más cerca de Júpiter es Io, allá está, apenas se ve porque
nosotros entre Ganimedes y Calisto y el último más lejos es el satélite
Mercurio. El primer satélite es Io está tan cerca que casi no se ve, como su
órbita es circular, nuestra vuelta también fue circular.
Nuevamente tomó el telescopio y me dijo; allá se ven tres satélites más,
pero están tan lejos que no pasamos ni cerca de ellos.
-¿Cuales? -le pregunté.
-Esos -respondió, pasándome el telescopio.
-Apenas se ven, -le manifesté.
-Si me contestó. Están a doce millones de kilómetros del planeta.
-¡Doce millones de kilómetros del planeta! -susurré estupefacta.
- Sí, si órbita es también circular. Pero mira los otros cuatro mucho
más lejos aún.
-¡Casi no se ven! -le respondí, tratando de localizarlos.
-¿Qué observas en ellos? -preguntó. ¿Que descubres?.
-Son exteriores al planeta Júpiter.
-Sí, eso lo sabemos, son los cuatro satélites que están más lejos del
Planeta. Observa bien, Pequeña Li. ¿Qué ves de raro en ellos?...
No podía distinguir cuál era la diferencia.
-¿Ah ya sé! La diferencia de estos cuatro satélites de Júpiter está en su
trayectoria.
¡Eso! ¡Eso!, Pequeña Lí. Ahora dime, ¿Cómo es la trayectoria de estos
cuatro satélites?
-No es igual a la trayectoria de los ocho satélites anteriores.
-¡Bravo, bravo! ....Te percataste de eso; su trayectoria es alargada, pero
fuera de eso son retrógrados.
-Sí ya lo sé lo que es retrógrado, o sea que recorren una dirección
contraria a los otros ocho satélites.
-Exactamente. Pequeña Lí. Además, dos de ellos tienen órbitas
abiertas, o sea que nunca se repiten de un circuito al siguiente.
Fascinados contemplamos los doce satélites de Júpiter.
Me gustaría llevármelas a Tierra para que cuando nuestra luna se
oculte sea remplazada por estas doce de Júpiter; Esa es una idea muy
divertida, ja.ja.ja.ja.ja.
Pero a Júpiter no le gustaría eso enfatizó Tulú y después iría a buscar
sus lunas o mejor dicho sus satélites porque solo el satélite nuestro se llama
luna, los satélites de Júpiter tienen su nombre, y como es tan grande,
nuestra tierra quedaría como una moneda en un plato bajo.
-¡Huf. Es mejor que no le robemos sus doce satélites a Júpiter. Reímos
mucho con Tulú pensando en robarle los tesoros al Gran Júpiter.
Poco a poco nos fuimos acercando más al planeta, como también al
satélite Europa, y al satélite Io.
-Este satélite será mío -le dije.
-¿Por qué?
-Porque lo quiero para mi, porque es el más chiquito de los doce.
-Si, es uno de los más chicos, pero no el más chico, porque el más chico
es el satélite Europa.
-Entonces será mi satélite manifesté.
Dejamos atrás los cinco satélites mas cercanos al planeta Júpiter Io,
Europa, Calisto, Mercurio, Ganimedes. Y empezamos a sobrevolarlos
dirigiéndonos hacia la turbulenta atmósfera del Planeta con miles de
kilómetros de profundidad y con tantos misterios caprichosos y violentos,
sin saber con qué sorpresa nos íbamos a encontrar. Entramos a la
atmósfera totalmente espesa y llena de copos, yo observaba en silencio
tratando de descifrar los misterios que iba descubriendo.
-Son copos de amoníaco, -dijo Tulú. Las nubes más altas de este
planeta están formadas de amoníaco. La turbulencia atmosférica nos
debe tener muchas sorpresas dijo después.
Aún yo seguí mirando Io, que seguía al alcance de nuestra vista. Unos
enormes estampidos nos sobresaltaron desde el satélite Io, y una gran
ráfaga de fuego venía hacia nosotros, Tulú viró la nave rápidamente y
vimos un enorme relámpago, un gran fuego, una luz potente y un ruido
estrepitoso. Yo estaba aterrada.
-Los satélites emanan energía, una gran energía que es depositada en
el planeta, manifestó Tulú.
Seguimos descendiendo y una fuerte lluvia, una lluvia torrencial nos
lanzó de un lado a otro. Nuevamente viramos retrocediendo, hasta que
salimos de la tormenta titánica.
Es una lluvia de amoníaco confirmó Tulú.
-¿Y no llueve agua?.
-También llueve agua, pero también amoníaco. -
Al retroceder sentimos un cambio en la temperatura. Aquí las
temperaturas son extremas. Esta atmósfera es totalmente venenosa para
nosotros, pero en mí condición de Dios del Olimpo no es perniciosa; el
caso tuyo. Pequeña Li es diferente. Entonces Tulú me pasó el respirador
con oxígeno.
Debemos estar prevenidos, vale decir, tú, pequeña Li; Yo no tengo
problemas. Diciendo esto, se sonrió dulcemente.
-¿Cómo está formada esta atmósfera? -le pregunté.
-Está formada en gran parte por Hidrógeno y Helio, con gases de
Amoníaco y Metano, ¡veneno! para tí Pequeña Li. Murmuró.
Había bandas obscuras.
-Esos se llaman cinturones -manifestó -y las bandas brillantes se
llaman zonas. Ahí está la zona del norte, -dijo -indicando una parte
muy brillante que luego cambió de lugar -
Si -me dijo -cambian de lugar constantemente y aparecen franjas
obscuras o brillantes, que se extienden en forma de fajas, y después
desaparecen. Tienen gases de Amoníaco y Metano, también vapor de
agua, Hidrógeno y Helio. Esas bandas brillantes son cristales de Amoníaco
que penden en lo alto de la atmósfera, es Amoníaco sólido por lo reducida
que es la temperatura evitando su evaporación.
-Y siempre está sólido?
-No, también de cristales, se transforman en nieve de Amoníaco y
también hay nieve de agua, ya vimos los copos de nieve de Amoníaco
cuando entramos en la atmósfera.
-Si, y eran bellísimos para mí, como unas perlas, no sé explicarlo, es
mejor decir, bellos copos de nieve; tantos de Amoníaco como de agua.
-Exacto, respondió Tulú -.
Luego divisamos una enorme, pero enorme mancha roja.
-¿Qué es? -le pregunté
-Esos son los jardines de la Diosa Juno (Hera). Flores rojas, pero según
sus caprichos, a veces un rojo ladrillo, o un rosa mate y otras veces un
color gris, también se le llaman las columnas de Taylor, la Diosa pasea
en las tardes en su carruaje. Esa parte del planeta tiene una longitud de
cuarenta mil kilómetros y trece mil kilómetros de ancho. La gran mancha
roja, o sea los bellos jardines de la Diosa Juno. La esposa del Dios Júpiter,
están dentro de la zona tropical del sur.
Estábamos observando la gran mancha roja, que es tan grande
como la tierra, cuando aparecieron bandas multicolores, hermosísimas
descargas eléctricas que iluminaban la nublada atmósfera. Hicimos un
viraje con la nave, dejando la parte nublada, misteriosa y bella atmósfera
con su mancha roja y sus bandas multicolores, descargas titánicas de
tempestades, truenos capaces de sentirse hasta en la tierra.
Tratando de localizar una planicie donde posarnos, estábamos
volando casi a ras del planeta sin avistar nada adecuado para poder
descender. Un gran roquerío nos impedía observar la superficie, pero
este roquerío era tan espectacular que decidimos bajar a incursionar;
Buscamos un dificultoso espacio entre las rocas, nos aproximamos
descendiendo cautelosamente protegiendo la pequeña nave de cualquier
encontrón con lo difícil que se presentaba el paisaje, abandonamos la nave
y asegurándonos los trajes protectores contra el terrible frío, avanzamos
hacia unas enormes rocas que parecían palacios con erguidos picachos
como si tocaran el cielo.
Entramos por una helada caverna que, de alguna manera me recordó
la cueva del Mago. Pero en realidad no tenía nada que ver con la cueva
del Mago, porque eran unos inmensos túneles enormes de donde el hielo
se destacaba de diferentes formas, profundidades que parecían no tener
fin, precipicios que pasamos suspendidos por trozos de hielo, o cristales de
Amoníaco dando visos, o seguramente de otros elementos que emanaban
un brillo multicolor.
Después de excursionar, salimos a un claro. Nos sentamos un
momento sobre una pequeña roca que bien parecía una piedra preciosa
de diferentes matices y, desde allí, extasiados, empezamos a contemplar
esa belleza extraordinaria. Los picachos parecían perderse en un pálido
celeste. Un celeste casi transparente, ¡cómo me habría gustado ser poeta
para describir esa enorme joya, divino tesoro del Universo!
Estábamos tan absortos contemplando esta riqueza celestial que no
nos dimos cuenta cómo apareció ante nosotros un gigante.
¡Un GIGANTE!
Me aferré a Tulú, gritando desesperada todo mi cuerpo tembló.
Tulú lo miraba atentamente y el gigante seguía avanzando en dirección
a nosotros, en vez de dos ojos tenía uno solo, razón por la cual me
infundiera más miedo.
¡Es un Cíclope! exclamó Tulú.
-¿Por qué? -le pregunté, con mi voz tiritando.
-Porque es un gigante con un solo ojo -me respondió.
Allí estábamos pequeñitos los dos, agazapados uno al lado del otro,
con el Gigante casi encima de nosotros. Empezamos a correr, lo que le
dificultó el poder tomarnos. Corríamos en distintas direcciones; nuestro
adversario por ser tan grande daba movimientos lentos y torpes, tanto fue
así que ya estaba pareciendo un juego y el pánico se nos había disipado en
parte. El Gigante pareció estar cansado, pero más cansados deberíamos
estar nosotros corriendo y escondiéndonos entre túneles, rocas, pasos
pequeños etc.
El Cíclope se sentó sobre una enorme piedra pasándose la mano
por la frente; de pronto dio un tremendo grito. El eco duró largo rato, y,
nuevamente nos entró el pánico.
Cuando terminamos de escuchar el eco, aparecieron entre picachos,
o sea el gran roquerío, unos Gigantes con muchas manos. Entonces el
Cíclope indicó hacia nosotros. Yo creí que me desmayaba cuando un
solo gigante con muchas manos nos tomó, ya no podía resistir más, mi
desesperación me hizo recordar a Musga, yo le había prometido que
jamás lloraría, pero no pude cumplir mi promesa tan especial, y empecé
a llorar. Sentí las enormes manos del gigante que no me hacían daño,
pero pensé que nos iba a comer, el gigante abandonó la piedra donde
se había sentado y avanzando hacia el Cíclope, que estaba esperándolo,
extendió sus enormes manos hacia nosotros. De pronto, así como de la
nada apareció otro gigante y Tulú no estaba, sentí más pánico al sentirme
sola.
¡SE LO COMIERON! grité desesperada.
¡SE LO COMIERON! Volví a gritar histérica, gritos y llanto,
incontrolables, rebotaban en el roquerío provocando un eco espantoso.
El Gigante con muchas manos que recién había aparecido, tomó al
primero y me rescató.
-Calma Pequeña Li. -me dijo -.
En ese instante reconocí la voz de Tulú, había olvidado que mi amigo
tenía la facultad de mutarse y sentí una alegría tan grande. Ahí estaba
yo entre tres gigantes con la diferencia que uno era mi amigo, porque era
Tulú quien se había transformado en otro Gigante. Tulú habló primero.
-Soy el Dios de los niños, y busco a los Dioses para que me hagan
mortal.
El Cíclope se rió a carcajadas y nuevamente, el eco retumbó
interminablemente,
-Yo -dijo el Gigante -Soy Cíclope, hermano de Júpiter (o Zeus),
y éste, indicando al Gigante con muchas manos, es mi otro hermano,
Hecantóquiros o centimanos, Aquí vivimos en una eterna paz. -terminó
diciendo.
Tulú me tenía en una de sus manos, los gigantes se encaminaron al
Palacio del Dios Júpiter (Zeus).
El Cíclope empezó a relatar parte de la historia de los Gigantes,
Júpiter -continuó diciendo -creció bello, fuerte y bueno. Subió al Olimpo
y reemplazó a su padre en el Reino. Pero su juventud lo hizo inexperto,
por su bondad libertó a los titanes sus hermanos monstruos que habían
estado atados a la tierra por muchos años, pero estos Gigantes, en vez
de agradecer su libertad, asaltaron el Reino. La lucha duró diez años.
Entonces Júpiter, para defenderse, recurrió a Hecantóquiros, que tiene
cien manos como lo puedes ver, y miró al otro Gigante. Tulú se había
transformado en Hecantóquiros. Desde entonces -continuó diciendo el
Cíclope; Hemos estado en paz, una enorme paz.
Una vez en el Palacio, extremadamente hermoso entramos a un
extenso salón con pilares y al fondo, estaba en su trono el Dios del Olimpo,
Júpiter. Junto a él, en otro trono, había una mujer. Seguíamos caminando
al encuentro con los Dioses, el Cíclope, mientras continuaba su relato:
-¿Ves a mi hermano en su trono, junto a su esposa Juno (Hera)? Reina
del Olimpo, ella representa a la familia y al amor, (vale decir la fertilidad)
la Diosa tiene debilidades humanas, y la reina Juno es celosa y vengativa.
Al costado del Palacio está su esfinge con un cántaro a la cabeza y un
racimo de hermosas uvas en sus manos, terminó diciendo el Gigante.
Este enorme Gigante caminaba al lado de Tulú convertido en
un Hecantóquiros que me sostenía en una de sus cien manos, el otro
Hecantóquiros caminaba atrás de nosotros, otros gigantes habían
quedado en los picachos entre cavernas y abismos. Cerca ya al trono los
Dioses se levantaron de sus aposentos para recibirnos, observé a Tulú y
lógicamente no le tenía miedo, me pareció un gigante muy hermoso. El
Cíclope nos presentó al Dios Júpiter y su esposa Juno. Después de algunas
reverencias tomamos asiento en unos enormes sillones que nos trajo el
Hecantóquiros. Los Dioses se volvieron a sentar y empezaron el diálogo.
Tulú nuevamente expresó su deseo al Dios Júpiter.
-Quiero ser mortal, les dijo.
La reina lo miró interesada, mientras el Dios se tomó el mentón, y
pensativo exclamó ¡qué extraño! -que no quieras seguir siendo un Dios,
porque un Dios es un Dios, exclamó con arrogancia.
Tulú, tan grande como los Dioses sentado frente a Júpiter sonrió con
tristeza, luego exclamó: Es mi deseo ser un mortal.
Yo muy pequeña en una mano de Tulú contemplaba la escena, y
admiré el gran Palacio lleno de columnas y mosaicos.
Júpiter miró de frente a Tulú y le dijo:
Yo soy el Dios supremo, Padre de los Dioses, encarno la protección,
la disciplina y la justicia, también soy el señor de la vida y de la muerte,
tu deseo será concedido. Pero tú tendrás que encontrar a los respectivos
Dioses para que ellos te den lo que te falta para ser un mortal.
Entonces Tulú le respondió.
-Ya tengo la muerte, el amor y la guerra.
Hum. Dijo Júpiter, te faltan muchas cosas aún para llegar a ser
un mortal, debes buscar a los respectivos Dioses, y los que no puedas
encontrar, yo te los daré, pero para ser un mortal, solo debes encontrar
al Dios del tiempo y así ya no estarás detenido y crecerás y dejarás de
ser un niño, busca mi pequeño Dios al Dios del Tiempo y tendrás todo
solucionado.
-Si -respondió Tulú.
En ese instante la Reina observó lo que Tulú tenía en la mano, que era
yo. Mi amigo extendió su mano abriéndola frente a la Reina.
Ella muy interesada se acercó a observarme, exclamando:
-¡Que bonito! ¿Qué es? -
-Es la Pequeña Li -respondió Tulú.
-¡La Pequeña Li! -exclamó la Diosa, traspasándome a su mano, -¡Es
una niña! -
Ves que hermosos son los niños -le dijo al Dios Júpiter, mirándome
tiernamente. -
La Reina estaba extasiada observándome.
Tulú se despidió. Me recibió en su mano y se fue en busca de la nave,
los gigantes se quedaron junto a Júpiter. Mientras avanzábamos, había
gigantes y Hecantóquiros por todas partes, Tulú me dejó en el asiento
de la nave. El se quedó un largo rato contemplando el roquerío con
sus picachos, los precipicios eran admirables. Luego, sin darme cuenta,
apareció el niño sonriendo.
-¿Qué te pareció todo esto, Pequeña Li? -me preguntó.
-Esto es lo más maravilloso que he tenido en toda mi vida, -le respondí.
A lo lejos, algunos Gigantes nos observaban como algo novedoso,
Tulú subió a la nave, nos elevamos y contemplamos todo un roquerío
con formas tan caprichosas que parecía que las manos de los Dioses las
habían esculpido tan espectaculares. También divisamos el Palacio con
unas enormes torres multicolores, esculpidas con un arte que solo es
posible para las manos de los Dioses, una belleza difícil de describir.
Saturno
Desde el espacio logramos localizar un planeta muy diferente a los
anteriores que se encontraba oculto por unos anillos.
Tulú lo observó detenidamente por la pantalla, descubriendo que
los anillos eran como finas láminas formadas por pequeñas partículas
de arena, luego me dijo: Tendremos que ser muy precisos para llegar
al planeta sin chocar con los anillos que prácticamente lo protegen.
Para mí, siguió diciendo, son como una especie de guillotina, una gran
guillotina, capaz de cortar todo lo que se aproxime, en un constante
movimientos;
Después de unos mágicos virajes, logramos evitar los anillos y
posarnos en el planeta. Lo sobrevolamos hasta lograr avistar unas
ruinas, descendimos de la nave y caminamos con mucho pánico, ya
que el silencio era absoluto, ni un viento, ni una brisa, nada. Parecía
un planeta muerto. Entramos en las ruinas que bien podrían ser los
restos de un palacio deshabitado, tan deshabitado que ni siquiera
tenía telas de araña, ni ratas, ni polvo, ya que el polvo se vale del
viento o de una pequeña brisa, una soledad absoluta. Caminábamos
aterrados por lo misterioso que parecía ser, ese silencio tan pavoroso,
insoportable.
Entre las ruinas encontramos un lugar en que sólo había imágenes;
Miré a Tulú muy extrañada.
-¿Es un Dios? -le pregunté.
-Sí, me respondió.
Nos acercamos y observamos más detenidamente la imagen. En
un trono tan destruido y deteriorado, como un sofá desvencijado, se
encontraba un Rey. Sólo era una imagen.
Allí nos detuvimos frente a esta aparición. Como un fantasma se
levantó de su trono y con mucha dificultad logramos escucharlo:
“Soy el Dios Saturno, hijo de Urano y de Gea. Mi hijo Júpiter me
arrojó del Olimpo, fui a la tierra transformado en un simple mortal.
Dicté leyes dando igualdad a los que me rodeaban”.
Sólo captamos eso de la imagen que como un fantasma vagaba por
la sala deteriorada, abandonada y tan silenciosa.
Tulú me miró con un dejo de angustia como si el alma le hubiera
quedado vacía. Esto no existe -me dijo -, es sólo una visión, es nada.
Regresamos a la nave buscando una salida favorable para no ser
guillotinados por los anillos que protegían al planeta. Suspiró profundo
articulando movimientos en una maquinaria que formaban la parte
interna del control de la nave, luego dijo:
Este planeta Saturno se mueve en su órbita de 29 años alrededor
del sol.
Miré hacia el planeta y lo vi rodeado de sus enormes anillos.
-¿Sabías tú, Pequeña Li, que el Dios Saturno se comía a sus hijos?
-¡Huf, qué espanto! -le respondí, llevándome la mano a la boca
para no gritar, pero fue tan grande mi sorpresa que me pareció que
hasta la nave se había estremecido, Tulú se sonrió.
-Seguramente por esa misma razón ya no existe. Pero tengo
entendido -siguió diciendo -que Saturno es también Cronos y Cronos
es el Dios del tiempo, Tulú luego se pregunto: ¿Que habrá pasado con
Saturno, en donde estará? -
Esa fue una pregunta sin respuesta. Recibió la imagen, lo que fue
sólo una ilusión.
Urano
Casi sin darnos cuenta nos encontramos en un cielo lleno de nubes.
Un azul profundo, leves vientos nos envolvían, Tulú miró la pantalla
y comentó:
“Estamos a tres mil millones de kilómetros del sol. Volamos en una
capa de Metano”.
Luego presionó un botón apareciendo en la pantalla nubes que
vagaban en una tenue luz del sol.
-Esta es la atmósfera de Uranio -replicó Tulú.
Llamó a Urano en la pequeña pantalla, obteniendo algunos datos,
entre ellos su diámetro de cuarenta y ocho mil Kilómetros.
En seguida una enorme nube nos envolvió y una voz nos dijo:
Soy Urano, Dios del cielo padre de Saturno, también padre de la
Tierra y del Océano; También debo decirte que mi hijo Saturno me
hirió profundamente con una hoz de diamante. Mi sangre cayó al mar,
la que junto con la espuma dio origen a la Diosa Venus (Afrodita)
Diosa del amor.
Tulú guardó silencio y leyó la próxima página del computador que
tenía los datos del planeta Urano, leí lo siguiente :! Gira sobre su eje con
gran rapidez, en once horas hace un día. Es un planeta muy similar a
Júpiter “ Tulú pendiente del control de la nave, guardó silencio y gritó,
muy fuerte:
-Soy Tulú, el Dios de los niños.
Y muy pronto un enorme trueno nos envolvió y escuchamos la voz
nuevamente;
Yo soy el Dios de los Cielos. -¿Qué deseas pequeño Dios?
Quiero ser mortal -manifestó Tulú.
-Te ayudaré en lo que pueda -respondió el Dios de los Cielos -pero
tendrás que esperar. Diciendo esto, la nube que nos envolvía cual
serpiente se desprendió en un torbellino emitiendo un fuerte silbido
perdiéndose en un azul intenso.
-Tulú suspiró profundo y siguió avanzando. No me daré por
vencido, musitó, aún me quedan Neptuno y Plutón.
Neptuno
La distancia entre Urano y Neptuno no era tan lejana, algo
así como mil millones de kilómetros del uno al otro y a cuatro mil
quinientos millones desde el sol. Entramos a la atmósfera del pequeño
planeta, su atmósfera estaba formada por Metano, también algo de
Amoníaco. Al igual que Urano gira sobre su eje a gran velocidad,
teniendo días de quince horas. Descendimos en una playa hermosa,
bella, un brazo de mar azotaba la arena con fuertes olas. Bajamos de
la nave contemplando el arrinconado paraje, cualquiera podía haber
pensado en una enorme pileta escondida, un trozo de mar robado a
la tierra, extasiados contemplábamos ese trozo de mar allí escondido,
como si se tratara de una pintura de un sueño o sólo una ilusión. Pero
del centro de las aguas emergió una enorme cabellera azul acerado
provocando un fuerte oleaje y un ruido ensordecedor.
-¡Neptuno! -gritó Tulú eufórico “ Dios de los Mares “ manifestó
corriendo hacia el gran Dios que salía de las aguas en la turbulencia
de olas y truenos. En su mano traía un tridente, el agua salada corría
por su cuerpo como una lluvia vertiginosa.
Tulú hizo una gran reverencia, el Dios Neptuno lo miró extrañado.
-Soy Tulú. Excelentísimo Dios de los mares.
Neptuno respondió sus saludos con la mirada. Luego se acercó a mí.
-Ella es la Pequeña Li -le manifestó Tulú. Neptuno lo miró sin hacer
preguntas, insinuando con su expresión ¿pero quién es la Pequeña Li?
El Dios se detuvo pensativo; miró a Tulú, (el agua le seguía corriendo
por su fornido cuerpo).
-Tu eres Tulú el Dios de los niños, ¿Y ella qué diosa es que no la
recuerdo?
Tulú sonrió respondiendo atolondrado. -No, no es una diosa, es mi
amiga y es mortal.
¿Mortal? -exclamó Neptuno extrañado, ¿Y cómo la has podido
traer si no es una diosa?
-Yo le traspasé mi poder de Dios niño.
-Ah, ya entiendo. ¿Y qué te trae por estas distancias pequeño Dios?
-Yo deseo ser mortal.
-¿O sea que quieres ser como tu amiguita?
-Sí, no quiero ser un Dios.
-Bueno, los invito a cenar en mi palacio que tengo en el fondo de
este puñado de agua.
Tulú me miró preocupado, ¿cómo iba yo a descender a las
profundidades del mar?
Al instante el Dios Neptuno me tocó con su tridente y me
transformó en una persona totalmente diferente; Luego hizo lo mismo
con Tulú siendo este transformado en un joven esbelto y bello con
hermosas vestimentas. Descendimos unas escalinatas, entrando en las
profundidades del mar llegamos a un gran palacio construido de nácar
y adornado con muchas perlas preciosas, mil peces de diferentes colores
y diferentes tamaños y formas se cruzaban entre nosotros; Caballitos
de mar, sirenas, algas preciosas daban formas a un paisaje marítimo.
Una vez en el palacio, cenamos los más exquisitos moluscos en unas
enormes conchas, casi del porte de un plato.
Han tenido suerte de encontrarme aquí, me hice esta pequeña
piscina de agua salada para mi solo, traje un puñado de agua de mis
océanos de la tierra, además construí este palacio de piedras preciosas
y nácar, pero generalmente moro en los mares que tengo en la tierra,
ocupo las tres cuartas partes de ese planeta. A veces estoy en el Océano
Ártico, muy al norte del globo, allí tengo un palacio de hielo, otras
veces estoy en el Adriático o en el Pacífico, como también en el Índico,
pero mi Palacio principal lo tengo en las profundidades del mar Egeo.
En mi carruaje recorro todos los mares.
Yo me sentía tan extraña bajo el mar, en un Palacio, transformada
en una bella joven, como una diosa más de todos los dioses del Olimpo;
Allí junto a Tulú, frente al gran dios de los mares Neptuno. Después de
saborear un rico néctar en un jarrón de nácar, El imponente Neptuno
dijo:
-Difícil es que yo te pueda ayudar siendo dios de los mares, solo
podría darte una gran fuente de agua salada, para que disfrutes todas
sus riquezas.
Tulú se sonrió un tanto abatido. Una vez que terminamos de cenar
el Dios nos invitó a dar una vuelta en su carruaje por los jardines de
las profundidades del mar. Los rayos de un tenue sol penetraban hasta
el fondo de las aguas, como una suave caricia. Todo estaba lleno de
vida, parecía una gran ciudad pero con la diferencia que los habitantes
no eran personas, sino seres hijos del mar, peces en su gran mayoría
moluscos de todas las clases; De pronto un enorme bulto se interpuso
a nuestro paso.
Es una ballena dijo Neptuno, el carruaje tirado por caballitos de
mar se detuvo, Neptuno bajó con ayuda de un cangrejo que le abrió
la puerta. Luego tomó un pequeño pez, se lo dejó a la ballena, ésta
se levantó, pero el pez arrancó y la ballena salió a su alcance, todos
nos reíamos al ver a la ballena persiguiendo al minúsculo pez. Luego
llegaron hermosos delfines que acompañaban el carruaje de Neptuno,
Yo estaba fascinada contemplando a los delfines. Hermosas melodías
se escuchaban, entonces pregunté al Dios del mar.
-¿Qué es esa melodía tan hermosa?
-Son las sirenas, me respondió, dirigiendo la carroza al lugar de
donde venían las voces. Sobre una enorme roca había muchas sirenas
bellísimas con un largo y hermoso pelo que les llegaba hasta la cintura,
su parte superior con forma humana de bellísimas mujeres y su parte
posterior con forma de un enorme pez, allí estaban posadas sobre
una roca de puras piedras preciosas con muchas algas alrededor, las
plantas acuáticas oscilabas como si desearan danzar al compás de las
bellas melodías de las sirenas. Nos sentimos atraídos por el canto de las
sirenas. Unos delfines nos abrieron la puerta de la carroza, entre ellos
había uno más travieso que empezó a jugar con mi pelo
-Quiere jugar contigo pequeña Li -Me dijo el Dios Neptuno. No
tengas miedo insistió.
Entonces tomándome al delfín, me subí sobre su lomo;
Abrazándome fuertemente a él para no caer. El delfín corrió bajo las
aguas del mar, entrando a unas cavernas subterráneas, formadas por
unas piedras preciosas llenas de peces bellísimos, alacranes, estrellas,
langostas, cangrejos, apancoras, anguilas. El agua del mar parecía
acariciar nuestros cuerpos y el delfín se deslizaba de un lado a otro
entre una caverna y otra; Subía a la superficie y de pronto bajaba,
siempre conmigo a cuesta, corría de diferentes formas por el mar.
Después de dar muchas vueltas, descendió a lo más profundo
para reunirnos con el Dios Neptuno y Tulú que estaban disfrutando
de la compañía de las sirenas. Volvimos a subir a la carroza tirada
por caballitos de mar regresando al bellísimo pero bellísimo palacio.
Nuevamente compartimos algunos bocados traídos del mar por las
sirenas. Ellas traían sus manos colmadas de los más ricos moluscos.
Abandonamos el palacio para regresar a la nave; Una vez en la
superficie el Dios del mar Neptuno me tocó con su tridente volviendo a
ser la pequeña niña, lo mismo hizo con Tulú. Subimos a nuestra nave
y emprendimos nuevamente nuestro largo viaje hacia nuestro último
destino que sería Plutón.
Plutón
Un planeta obscuro y frío, muy frío, su diámetro es aproximadamente
la mitad del de la tierra, se encuentra a siete mil millones de kilómetros
del sol.
Dimos vuelta a su alrededor. Como es tan pequeño, no fue difícil
dar la vuelta completa.
Descendimos a su superficie, bajamos de la nave y caminamos por
un suelo árido. Un ruido ensordecedor nos sorprendió repentinamente,
nos dimos vuelta a mirar de donde venía el ruido y un carro tirado por
caballos negros, que corrían desorbitados, venía directo hacia nosotros
y, como cosa de relámpago, desapareció; Aún sin salir del asombro,
seguíamos mirando tratando de descubrir algo en una obscuridad
diabólica. De pronto, nuevamente apareció el carro tirado por caballos
negros, unas carcajadas nos atemorizaron. Se detuvo frente a nosotros
y desde el carro descendió un hombre vestido de negro con un aspecto
horrendo que inspiraba pavor.
-Soy Plutón, nos dijo acercándose a nosotros, yo lo miraba atónita,
Tulú le respondió.
-Yo soy Tulú, el Dios de los niños.
-Sí, ya te recuerdo, pequeño Dios. ¿Y qué te trae por el Olimpo?
Observé los caballos tan negros como la noche, extremadamente
robustos, sus crines brillantes caían de su tusa como también de sus
colas., relinchaban inquietos, moviendo sus cabezas de arriba hacia
abajo, cambiando de lugar sus patas delanteras encabritados.
En ese momento, Tulú respondió la pregunta de Plutón.
-Quiero ser un mortal y para eso deseo que los Dioses del Olimpo
me devuelvan la facultad de crecer, ser un adulto y realizarme como
los mortales.
-Yo soy el Dios de los infiernos respondió Plutón. Cuando dijo
esto, sentí un fuerte tiritón por todo mi cuerpo. “Pero a dónde hemos
venido a dar”, me dije. El diabólico ser nos miró con sus ojos brillantes
como dos llamas de fuego que causaban pavor y una sonrisa diabólica
mostrando sus blancos y grandes dientes.
-Quiero invitarlos a mi morada, nos dijo. Subimos al fúnebre
carro tirado por los negros caballos que nos condujeron a la mansión
subterránea de Plutón. Entramos a un túnel obscuro, tétrico, sólo se
sentían los cascos de los caballos que se deslizaban vertiginosamente
dejando un eco en los húmedos muros de piedras negras y frías. Plutón
miró pensativo a Tulú tomándose la barbilla; Mi padre es el que te
puede ayudar le dijo a Tulú.
-¿Y quién es tu padre?, respondió Tulú, interesado y sorprendido al
mismo tiempo.
-Mi padre es Saturno, Dios del tiempo. El no está en el Olimpo, fue
desterrado a la tierra por Júpiter.
-Estuvimos en el planeta Saturno y sólo vimos la imagen del Dios
Saturno detenida en el tiempo.
-Sí, como es el Dios del tiempo y emigró a la tierra, en el Olimpo
el tiempo se detuvo, permanecemos siempre igual, sólo en la tierra lo
puedes encontrar, terminó diciendo el Dios Plutón, mientras el carro
seguía su carrera desorbitada.
-¡La tierra! Exclamó Tulú, en un profundo suspiro. Luego murmuró,
“¡Y pensar que hicimos este largo viaje, y el Dios del tiempo, Saturno,
estaba a mi lado en la tierra!”
Luego, Plutón siguió diciendo; Saturno es ya un anciano, siempre
anda con una hoz de diamante, la misma hoz con que hirió a su padre
Urano. También tenía la costumbre de comerse a sus hijos pero todos
fuimos salvados por nuestra madre. A veces lleva en sus brazos una
serpiente que se muerde la cola, Jamás deja su reloj de arena, pero
con tanto tiempo que lleva entre los humanos seguramente debe tener
otros relojes.
Tulú escuchaba interesado porque ya tenía la respuesta a lo que
había estado buscando. Los caballos corrían desorbitados por obscuros
túneles que parecían verdaderos laberintos. Yo estaba tan aterrada que
transpiraba de miedo, sintiendo Plutón al lado mío como una cosa
helada, Tulú estaba sentado al otro lado, Plutón al medio; En su mano
tenía una vara. La golpeó contra el piso del carro.
Con esta vara conduzco a los muertos al infierno, -manifestó.
Yo solo quería salir de allí.
-Esta es mi mansión subterránea -nos dijo. Llegamos casi al centro
del planeta. Este es el infierno -repitió. En el centro del planeta había
una gran hoguera, que ardía y ardía, ya no tenía frío sino un calor
insoportable, alrededor de la hoguera había mucha lava hirviendo, a
la orilla del túnel brillaba un montón de metal, -ese es oro, manifestó
Plutón, yo soy el dueño de todas las minas acá. Indicando hacia otro
lado una ruma de metal también brillante -es plata y ese es cobre, y
más allá esas piedrecitas de reflejos brillantísimos son los diamantes.
¿Quieren llevar todas estas riquezas?
-No, respondió enfáticamente Tulú.
-Bueno, dijo el Dios, yo poseo muchas riquezas que comparto con
los míos, luego los conduzco hasta mi morada donde tengo mi infierno.
Este es un volcán que hierve y hierve, que está en el centro del Planeta,
terminando de decir esto, trajo una cabra negra y una oveja también
negra, las voy a sacrificar para atenderlos a Uds. lo mejor que pueda.
-No, no, gracias -manifestó Tulú, sólo quiero regresar, dicho esto
pasó corriendo un toro negro con unos enormes astas, parecía echar
humo por sus narices. Lo observamos aterrados, Plutón sólo se sonrío.
-¿No desean nada más?.
-No, no -dijo Tulú, sólo deseo regresar al espacio.
-Entonces, regresemos, respondió Plutón.
Subimos nuevamente al carro tirado por caballos negros, el trayecto
me parecía interminable, hasta que llegamos a la superficie. Allí, en
medio de una obscuridad, salimos con mucho miedo en busca del
sol hasta llegar al espacio claro y tibio, pero ni tan claro ni tan tibio.
Aunque a la salida del planeta todo era oscuro y frío.
¡Qué pesadilla!, -le dije a Tulú respirando profundo.
-Nada de eso, pequeña Li, Plutón es así, además se hace invisible,
¿te diste cuenta?
-Sí, Sí, -le respondí -hubo un momento que desapareció justo
cuando iba a nuestro encuentro.
-Después de todo él fue el único que nos dijo lo que buscábamos. El
Dios del tiempo, Saturno, que vive como un mortal en la tierra. Desde
el espacio, ya terminada nuestra misión pues teníamos que regresar,
contemplábamos el Universo: estrellas, planetas, satélites, meteoritos,
aerolitos, el sol al centro de todo el Universo y todo girando, algunos de
una manera y otros de otra, con diferentes colores. Guardamos silencio
para contemplar lo más maravilloso, ver el Universo tan grande e
inmenso, como un puñado de piedras preciosas en una mano azul,
toda la fantasía, poesía del más allá, una fuerza superior a todas las
fuerzas, parecía regirlo y todo aquello, siendo tan grande, podía ser tan
pequeño, como si una mano poderosa lo sostuviera en un solo dedo, el
gran Universo. Sumida en mis cavilaciones miré a Tulú, que dirigía los
controles de la pequeña nave.
Estábamos dejando atrás a los planetas como también a los Dioses
del Olimpo, Dioses profanos inspirados en la mitología Romana y
Griega. Una mancha de muchos colores se veía venir hacia nosotros
una bella mujer se acercó a la nave.
-Soy Iris, dijo, la mensajera de Júpiter el Dios del Olimpo más
poderoso, que habita en el planeta Júpiter.
El planetas más grande del sistema solar, en el que caben mil
tierras.
-Hermosa diosa Iris. -Comentó Tulú -¿Qué mensaje nos envía el
Dios Júpiter?
-Me envía para llevarte a la tierra donde mora el Dios del
tiempo, su padre Saturno. (o Cronos).
Dicho esto fuimos envueltos por un arco iris que nos trasladó en
forma inmediata a la tierra.
NIÑO DE MIS SUEÑOS.
La mano de mamá Bella, me tomó la frente para decirme despierta
pequeña Li, ¡Estás soñando!
-La miré a los ojos y la vi como una Diosa, diosa de todas las
madres. Me levanté de un salto y la abracé tanto que sentí que dentro
de ella estaba toooodo ese maravilloso Universo por el cual había
viajado con Tulú, el niño de mis sueños.
CONTINUARÁ...
Primer concurso de cuentos infantiles
“La pequeña Li”
Año 1996
Primer Premio
Colegio Alemán de los Ángeles
Alumno 7º año B Básico
Cristian Solar Ziehl
Director
Sady Mora Lukeheide
Maestra de Castellano
Sra. Orfelina Lagos Saez
Titulo del cuento
La pequeña Li en el mundo de la fantasía
La pequeña Li
El mundo de la fantasía
Cristian solar
Era un día hermoso. El sol brillaba los pájaros cantaban y se podía
escuchar el sonido del arroyo. Jonás y yo jugábamos alegremente en el
monte de las margaritas entre mariposas y otros insectos. Cuando ya
estábamos tan cansados, fuimos a comer con mamá Bella.
- ¿Te divertiste Li ? - me preguntó mamá Bella.
- Sí, nos divertimos mucho Jonás y yo! - respondí.
Cuando terminé de comer, fui a mi pieza y me recosté en mi
cama. Poco a poco me dio mucho sueño y me quedé dormida. En ese
mismo momento comencé a ver unas imágenes tan reales que pensé
que ya había despertado, sin embargo, era todo lo contrario, estaba
profundamente dormida. Vi muchas cosas lindas; Pájaros de todos
colores y montañas repletas de flores con suave aroma, también habían
unos pequeños seres que parecían duendes. Era un sueño tan hermoso
que no quería despertar.
Fue entonces cuando apareció una figura delgada y blanca,
era muy alta y casi transparente. Yo creí que era un hada mágica su
esplendorosa apariencia.
- Hola, pequeña Li - me dijo ella.
- Hola - respondí temblorosa.
- ¿Cómo se llama este lugar? - pregunté.
- Se llama “ FANTASÍA “ - respondió ella.
- Es un nombre muy apropiado - dije yo.
El hada y yo recorrimos todo “ FANTASÍA”. Así conocí un caballo
alado, el cual llamaban Pegaso, una bella sirena cerca de la playa,
grandes árboles parlantes y aunque no lo crean, también algunos
dinosaurios, de esos vegetarianos. Ahí parece que vivían todos,
los personajes de los cuentos, Alicia, Pinocho, Blanca Nieves, La
Caperucita, Hansel y Gretel, El Principito, y Pulgarcito. Este lugar
me recordó mucho a mis amigas las Atolonias. Era un mundo tan
hermoso.
Así continuamos nuestro interesante viaje, hasta que el hada me
comentó que estábamos en los límites de este mundo y más allá se
encontraba el terrible mundo de las PESADILLAS, en él moraban los
más horripilantes y terroríficos seres que un niño pueda imaginar. El
acceso a este mundo sólo estaba reservado para los niños desordenados,
peleadores, codiciosos, mentirosos aprovechadores, etc. los cuales según
el hada son incapaces de tener lindos sueños e ilusiones, como los que
existen en FANTASÍA. Entonces llegó la hora de regresar.
- No me quiero ir - dije yo.
- Podrás regresar cuando quieras, porque este mundo está en tus
sueños - respondió el hada.
- En serio ¿Puedo regresar? - dije ilusionada.
- Sí, cuando desees - respondió el hada.
Así mágicamente aparecimos en el punto donde comenzó mi
aventura por el mundo de la FANTASÍA, El hada y yo nos despedimos,
me tocó con su varita y entonces vi oscuridad y oscuridad y oscuridad...
de pronto desperté, miré a mi alrededor y vi mi pieza. Bajé al comedor
donde mamá Bella me esperaba.
- ¿Descansaste pequeña Li? - me preguntó.
- Sí y tuve un sueño hermoso, en donde me encontré con un hada y
recorrí un mundo llamado FANTASÍA - respondí muy entusiasmada.
- ¡Qué imaginación tienes pequeña Li! - exclamó mamá Bella.
- No es imaginación, FANTASÍA existe en mis sueños, es una
realidad - respondí enfáticamente.
Después vi la hora y me di cuenta de que estuve varias horas
viajando por FANTASÍA, aunque la verdad es que, me pareció que el
tiempo pasó tan rápido. Todo fue como si cerrara y abriera mis ojos
casi al mismo tiempo.
Al rato llegó papá, nos sentamos a la mesa, comimos, conversamos
lo de mi sueño y él se sorprendió mucho. Terminamos de cenar y nos
despedimos con un beso. Entonces me fui muy feliz a dormir porque sé
que con sólo cerrar mis ojos puedo viajar nuevamente a FANTASÍA.
FIN

Índice Pàg.
Prólogo 4
La cueva del mago 7
Mercurio 11
Planeta Venus 15
El Planeta Marte 21
Jupiter 27
Saturno 39
Urano 42
Neptuno 44
Plutón 49
Primer Concurso de Cuentos Infantiles 56
Niño de mis sueños

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