La
pequeña Li
Viajando
en el Espacio
Lila
Layers
Cuarto
Tomo
EDICIONES
LAYERS
Nº DE INSCRIPCIÓN DERECHO DE
AUTOR ...
I.S.B.N.
Primera Edición
Impreso en los Talleres de Trama Impresores S.A.
Prólogo Benjamín Rojas
Ilustraciones Raúl Contreras
IMPRESO EN CONCEPCION CHILE
Agosto 2013
Lila
Layers
Dedico
este cuarto tomo
De La
Pequeña Li en el Espacio
A
Clara Estela Valdés, mi hija mayor,
Licenciada
en Historia y Geografía.
Nacida
en la década del cuarenta en Talcamávida, un
villorrio
ubicado a sesenta kilómetros de Concepción. Chile;
Sus
primeros estudios los realizó en la Escuela Pública de
la
misma localidad. Cursó sus humanidades en el Colegio
Particular
Santa Filomena, continuando en el Liceo Gabriela
Mistral,
de Temuco. Estudió Administración Pública, Inició la
Carrera
de Sociología en la Universidad de Concepción, sin
lograr
terminarla por el cierre de la Facultad, en 1973.
Entre
los años 1978 y 1980 participó en el taller literario
Gabriela
Mistral, Concepción, dirigido por el Doctor René
Louvel
Bert, y bajo la enseñanza del destacado profesor de la
Universidad
de Concepción, don Mario Rodríguez Fernández.-
Casada
con el ex–parlamentario Manuel Valdés Solar, por
la
provincia de Concepción, tiene tres hijos.
La pequeña Li
Viajando en el Espacio
Prólogo
Imaginación
y aventura
Cuando
se evoca la frase proverbial de los inicios de todo relato
con
peso temporal -aquel “ Erase una vez. “ - y uno se coloca en la
distancia
de su propia niñez, no cabe duda alguna que una fuerza
magnética
atrae escenas, personajes y las llamadas circunstancias, que
pueblan
nuestra memoria.
Un
viejo arte para todo humano que fue niña o niño. La sabia
Gabriela
Mistral, nativa recuerda y valora este arte de contar. Y
hablando
de las tradiciones orales, materiales del folclore, ella solía
apuntar
que eran mujeres las que mejor se disponían a manejar
dicho
arte. ¿Y quién no evoca a una madre, alguna tía o a su abuela,
contando,
inventando o leyendo relatos para su infancia? Vieja
historia,
que duda ha de caber, de nuestra especie.
“Erase
una vez una mujer con sus años en agraz, de ojos claros
y de
sonrisa generosa, madre de una adolescente, un joven menor
y una
niña que iba para ser crecida y llamativa. Esta buena mujer,
encumbrada
en un departamento de una calle de señorío de una ciudad
de
lluvia y de vientos, solía invitar a sus amigas y amigos y, en medio
de sus
quehaceres, gustaba comunicar -leer con suavísima voz - lo
que en
horas de libre desvelo había soñado y escrito. Sus privilegiados
primeros
oyentes fueron sus criaturas. Nosotros ya fuimos los terceros.
Y así
llegaron o, a lo mejor, nacieron Lí, conocida como “La Pequeña
Lí”;
“Mamá Bella” y los amigos y amigas: como Rufi, la hormiga; Jonás,
su
perro; la paloma, Musga y Tulú o Rocadio, el niño extraterrestre.
Las
noches húmedas fueron la cuna de tales historias. Alguna dulce
fruta
silvestre fue el alimento a medianoche. La magia de los sueños y
de la
aventura fueron, en definitiva, la circunstancia creadora de un
mundo
sensible y verdadero, que se alza cuando lo demás duerme, se
silencia
o muere”.
Lila
Layers es el nombre artístico de una mujer que posee voces
capaces
de urdir cualquier historia. Hay llaneza en su estilo que
reproduce
el encanto de lo dicho; una reiteración que se acopla al oído
atento
del más tierno; una fantasía que hilvana escenas y deja libre la
psicología
de los personajes. Tal vez sean estos rasgos de sus historias
anteriores
los que reaparecen con más nitidez en esta última de “La
Pequeña
Lí en el espacio”.
Sin
embargo, aquí aparece ahora un agregado que pareciera seguir
la
evolución de la pequeña Li en su desarrollo humano: El aprendizaje
por
medio de la entretención. Y no sólo unido todo esto al conocimiento
del
espacio de los astros de nuestra galaxia común, sino al deseo íntimo
de un
personaje que se convierte en tan dulce como la niña: Tulú, el
extraterrestre
condenado a vivir siempre en la infancia.
En
esta ocasión, la mano de la escritora sondea en modos complejos
de la
realidad, arma una trama de encuentros y desencuentros en un
constante
viajar por entre las estrellas y gracias a la máquina que la
ficción
vestida de ciencia nos permite visualizar. La exploración nos
hace
enriquecer. Y la superposición de los tiempos, deseos, niveles
terrestres
y espaciales, asientan una amistad que había venido
gestándose
desde atrás, en aquella cueva del Mago de la fantasía de
la
pequeña estudiante de un pueblo central de nuestro territorio, La
pequeña
Lindaura, La pequeña Lí homónima de otro pequeño ya
famoso
por sus aventuras en las letras para niños y niñas de Chile.,
Papelucho.
Importante
tradición constituye la escritura de cuentos y novelas
cortas
sobre la vida y los sueños de un niño o de una niña. Aquel “
Érase
una vez”, con el correr de los tiempos y el dar vuelta de las hojas
se ha
ensanchado en relatos de ciencia ficción a lo Julio Verne, o en
aventuras
de viaje a lo Emilio Salgari, o en recorridos de un mundo
y un
país a lo Selma Lagerlöf, o en novela de formación e iniciación
de la
y infancia a lo Callodi (Carlo Lorenzini), o en páginas del diario
de un
escolar a lo Edmundo de Amicis, mundos que han alimentado
a
cientos de mentes jóvenes de ambos sexos. En esta memorable
serie
se ha instalado la narradora chilena Marcela Paz y hoy, tras
La
pequeña Li Viajando en el Espacio
persistente
tarea, otra escritora: Ana Sepúlveda, aquella Lila Layers
de la
evocación.
Considerando
este volumen como parte de un conjunto, el cuarto
en la
vida de la pequeña Lí, tiene el mérito de despertar simpatías,
estimular
aprenderes y desear ese imborrable y fresco soñar.
Benjamín
Rojas Piña, Concepción, 1997
La cueva del mago
Desde
la cueva del Mago salían unos gritos desesperados, un
llanto
aterrador. Corrí hasta el lugar, y muy al interior de ella. En un
rincón
en donde casi no llegaba la luz, había una persona sentada
sobre
una piedra. Sus manos las tenía juntas, los codos apoyados sobre
sus
rodillas, con las palmas hacia arriba abrazando su rostro; Me fui
acercando
sigilosamente, sin que me sintiera, observé detenidamente,
acongojada
por su llanto atormentado, pero en ese instante levantó
su
cara y se quedó sorprendido al verme allí. La más sorprendida fui
yo,
porque la persona que estaba llorando era nada menos que Tulú,
mi
gran amigo extraterrestre o Rocadio como yo le había puesto al
lanzar
una piedra sobre una roca, de ahí su nombre, Con sus facciones
aún
contraídas, se levantó ágilmente caminando hacia mí. Debe haber
perdido
su nave, pensé.
-Pequeña
Lí -me dijo, ¡qué alegría volver a verte!
-Más
alegría es para mí, le contesté -pero dime ¿por qué lloras?
-Me
tomó de una mano y me llevó hasta la piedra en que estaba
sentado
momentos antes; sopló el polvo y luego sacó un pañuelo de
uno de
sus bolsillos para ponérmelo sobre la helada piedra y ofrecerme
asiento,
una vez ya instalados, se cruzó de manos y bajando la cabeza,
en
tono de tristeza me dijo;
-Te
voy a contar algo que he guardado largo tiempo.
Yo me
sorprendí mucho, ya que siempre lo había visto tan dinámico,
fuerte,
alegre, espontaneo, voluntarioso, ¿qué le estaría pasando? Lo
escuché
atentamente.
-Hace
mucho, pero mucho tiempo -continuó diciendo -cuando
yo
nací, mi Padre era muy poderoso y querido por todas las personas
que le
rodeaban, siendo yo su hijo primogénito. Mi llegada fue motivo
de
gran regocijo, no solo para mis padres, sino para todos los seres
que
vivían a nuestro alrededor, pero no faltó alguien que se sintiera
molesto
por este gran regocijo y, entonces, me maldijo.
¿Te
maldijo? -Le interrumpí,
-Sí
-me contestó, con sus ojos llenos de lágrimas.
-¿Y
cuál fue esa maldición? -Le pregunté.
-La
maldición consistió que sería siempre un niño, y llevo años,
miles
de años y siempre he sido un niño, me detuve con el tiempo.
¿Entiendes
eso? -Dijo mirándome a los ojos.
No -le
respondí. ¿Cómo puede ser que estés detenido en el tiempo?
-Que
el tiempo pasa para todos los demás, pero nunca para mí, por
eso
siempre soy igual, un niño. Mis padres murieron y todos nacen,
crecen
y mueren, pero yo no. Como no crezco, no me puedo realizar
como
un ser con una familia, no puedo amar como aman los adultos.
Ellos
se enamoran, se casan, tienen hijos, pero yo no, porque me he
quedado
detenido en el tiempo.
Lo
miré atónita, no sabía que decirle, eso era algo tan extraño para
mí.
-Viajo
por el cosmos en busca del Dios que me detuvo en el tiempo,
-balbuceó,
guardando silencio.
Yo
también enmudecí por largo rato, luego sacó de uno de sus
bolsillos
otro pañuelo limpiándose los ojos, aún apesadumbrado, con
la voz
queda me dijo:
-Pequeña
Lí, acompáñame a viajar por los nueve planetas de esta
galaxia.
Abrí
los ojos, levanté mis hombros, ¡Y cómo! -manifesté.
-No te
preocupes, exclamó. Si te colocas algo mío, el tiempo se
detendrá
también para ti, y no pasará ni un solo minuto, y podrás
viajar
por todo el Universo, sin que tu mamá Bella se dé cuenta de tu
ausencia,
así podrás ayudarme a buscar al Dios que me detuvo en el
tiempo.
Dicho
esto, retiró de su cuello un pañuelo de seda que usaba como
complemento
de su vestuario, para ponérmelo con mucho cuidado
alrededor
de mi pescuezo, como solía decir mamá Bella, cuando se
refería
al cuello. Con su mano derecha sobre mi hombro balbuceó:
Viajaremos
por el cosmos deteniendo el tiempo. Ahora ya no hay
problema,
manifestó, y de un salto se levantó de la piedra donde
estábamos
sentado, me tomó de una mano y corriendo salimos de la
cuevas
del Mago. No rescató el pañuelo que había puesto sobre la piedra
para
que yo me sentara; Su rostro había cambiado notablemente.
Dimos
la vuelta por unos matorrales donde tenía oculta su pequeña
nave.
-Sube,
Pequeña Lí. -me dijo.
Pero
antes de subir a la nave, me detuve a mirarlo minuciosamente.
Pude
comprobar que en efecto él no había crecido, estaba igual que
cuando
lo vi por primera vez, éramos iguales de porte, ahora yo me
veía
más grande, entonces lo encontré tan pequeño, tan menudito,
algo
así como un muñeco con vida. ¡Qué más tiempo hacía cuando
jugábamos
y corríamos de igual a igual! Me sentí grande, gorda y
pesada.
Una pena embargó mi alma al descubrir esa diferencia que
nos
estaba afectando.
Subimos
a la nave, acomodándonos en los asientos. Al oprimir
algunos
botones se produjo un ruido ensordecedor y, luego, despegamos.
Todo
fue quedando atrás como una ráfaga. Tulú estaba pendiente del
tablero
lleno de agujas y signos, después de un instante respiró y fue
como
haber cambiado de ruta, la nave dejó de vibrar.
-¿Nos
detuvimos? Le pregunté.
-No,
me respondió.
Pero
me da la impresión que no avanzamos -le dije.
Entonces
oprimió un botón y en la pantalla aparecieron cuerpos del
espacio;
Fue como si hubiera abierto una ventana al Universo, siguió
presionando
botones.
-Ese
es Venus, como le llaman Uds., manifestó, observando el
planeta
en la pantalla -y más allá está Mercurio, lleno de optimismo
dijo:
¡Iremos a Mercurio!
Mercurio
Tomando
la dirección hacia el planeta empezó a relatar:
Este
planeta Mercurio es el que está más cerca del Sol.
De una
pequeña caja sacó un traje de un material totalmente
transparente,
pasándomelo exclamó:
-Es
conveniente que te lo coloques para protegerte del calor que es
insoportable,
yo moveré estas palancas que son para contrarrestar las
temperaturas
extremas, Dejando los controles funcionando, procedió a
ponerse
su traje protector.
Yo ya
tenía puesto el mío; Se podría haber pensado que eran de
polietileno.
Mientras me subía el cierre hasta el mentón, observé su
transparencia
y la resistencia que denotaba tener.
-Con
estos trajes no sentiremos ni frío ni calor me dijo Tulú.
En la
pantalla se empezó a acercar un planeta, ¡viene un planeta
hacia
nosotros! -grité.
-No,
me respondió Tulú -somos nosotros los que nos estamos
acercando
a él. Mantuvo la distancia, dando vuelta a su alrededor,
observando
detenidamente al planeta.
Ahí,
manifestó. Y en la pantalla apareció un enorme Palacio sobre
ríos
brillantes. Ahí nos posaremos repitió.
Una
vez que se detuvo la nave, bajé y Tulú me tomó de un brazo
advirtiéndome,
cuidado con los ríos; Miré a mí alrededor y no vi ningún
río.
En su mayoría, el suelo era brillante como la plata, pero al pisar una
mancha
que más parecía un espejo, resbalé saltando un líquido en forma
de
gotas, eran tan redondas como pequeñas pelotitas, traté de tomarlas en
mis
manos, pero resbalaron de mis palmas sintiendo su peso, ni siquiera
me
mojaron. Tulú me estaba observando y se rió. Este es Mercurio, y es
el
único metal líquido; enfatizó: No olvides que este planeta también se
llama
mercurio.
Lo
miré sorprendida, luego tomamos un camino que parecía un espejo,
pero
hacia un lado se veía una especie de cordillera totalmente negra. Al
verme
tan sorprendida. Tulú me explicó. Ese es el lado del planta que
nunca
le da el sol, porque no gira sobre su eje por lo tanto existe un lado
que
siempre está de frente al sol, de ahí que el calor es insoportable. Casi
no lo
podía escuchar por los trajes que portábamos, pero me di cuenta
que
gritaba para que yo pudiera oírlo. En ese lado negro donde nunca
sale
el sol hace mucho frío y no hay nada, ni aire, ni nada. El aire que
tenemos
dentro de los trajes se nos terminará, debemos volver.
Regresamos
hasta la nave y ahí me pasó un artefacto de metal, algo
así
como una botella sellada conectada a un respirador. Me enseñó a
usarlo
dejando una botella suspendida de un cinturón y el respirador
sujeto
a la nuca, me estaba tapando la nariz y encima de todo esto, el
traje
protector.
Nuevamente
nos encaminamos en busca del Palacio que habíamos
visto
por la pantalla, desde el espacio. El camino que habíamos tomado
terminó
en un lago de mercurio, que estaba hirviendo, totalmente líquido
por el
calor, casi suspendido en el aire, se notaba que la temperatura era
insoportable.
Si no hubiera sido por los traje, no estaríamos contando
lo
sucedido, Tulú quedó observando un tanto abatido, no nos sería
posible
llegar hasta el Palacio. ¿Cómo íbamos a pasar, si todo parecía
hervir?
Sentí un miedo terrible, y pude observar que Tulú también estaba
vacilando,
en qué resolución tomar, lógicamente esta preocupación solo
era
por mí, ya que El era bien especial. Me hizo señas y nuevamente
volvimos
a la nave, pero desde no sé donde, salió un joven bello, bellísimo
y ágil
que venía corriendo a nuestro encuentro, nos hizo una reverencia,
la que
al instante contestamos de la misma forma.
Soy el
Dios Mercurio -nos dijo -, Dios de los viajeros, por eso estoy
aquí
para protegerlos. Dicho esto, nos guió por un camino muy angosto,
algo
así como un túnel brillante como la plata; fuimos corriendo en fila
de
uno. Yo lo observaba atónita, salimos frente al Palacio, también muy
brillante,
Tulú se aprestaba a hablar, pero él nos hizo entrar al Palacio
en su
compañía, Tulú le empezó a contar su historia. El joven Mercurio
lo
escuchaba atentamente; Mientras ellos conversaban, yo me dediqué a
observar
unas pequeñas alas en sus pies y, en su mano izquierda, sostenía
una
égida. Pasamos a un comedor enormemente grande, con hermosos
muebles
y vajilla brillante, adornos y espejos por todos lados, daba la
impresión
que todo estuviera construido en espejos o algo muy similar a
espejos,
Nos sentamos a la mesa y tres sirvientes nos trajeron exquisitos
manjares,
mientras Tulú le explicaba todo su problema. Después de
escucharlo,
el joven Mercurio se sonrió.
Siempre
me estuve preguntando por ti, de pronto desapareciste y nada
supimos,
Tulú abrió unos tremendos ojos, y muy extrañado, le preguntó.
¿Acaso
usted me conoce?
El
joven Mercurio lo miró de frente con sus grandes y bellos ojos:
-Cómo
no voy a conocerte si eres el Dios de los niños, -le manifestó.
Tulú
lanzó fuertes carcajadas repitiendo extrañado ¿Yo, el Dios de
los
niños ¡Eso no puede ser! Recibí una maldición al nacer, por la gran
felicidad
de mis padres y me he quedado niño por miles y miles de años.
-No es
una maldición lo que pesa sobre ti, manifestó Mercurio, sino
un
gran Don, eres eterno e inmortal.
-Pero
eternamente niño -le respondió Tulú molesto.
-¿Acaso
no es eso lo más hermoso? ¡Qué belleza más grande la
existencia
de los niños! Si dejaras de ser un Dios, yo mismo tendré que
conducirte
a tu lecho de muerte cuando dejes de existir; si dejas de ser
niño,
serás un mortal más, crecerás y morirás -Le respondió Mercurio.
Al
escuchar esto, Tulú se quedó muy pensativo, luego levantó su
cabeza
mirando al bello joven Mercurio.
-De
todas formas, quiero crecer y realizarme como un mortal, aunque
para
ello tenga que morir
El
anfi trión le puso una mano sobre su hombro y le dijo: Algún día
te
conduciré a la morada de los muertos, pero antes tendrás que dejar
de ser
el Dios de los niños, por lo menos ya tienes el paso fi nal que es la
muerte
ahora te falta el paso por la vida. Diciendo esto, Tulú estuvo
muy
contento, había conseguido algo importante, aunque no era lo
primero
sino lo último.
El
Dios Mercurio nos llevó de regreso hasta la nave por el mismo
camino
que habíamos llegado al Palacio; Nos despedimos incómodos por
nuestros
trajes, subimos a la nave y antes de cerrar la puerta Mercurio
nos
comentó: Gracias a que eres un Dios puedes estar en este Planeta.
Imagínate,
no hay ni aire y el calor no lo soportan ni los metales porque
hierve,
aquí todo hierve -recalcó. Dicho esto, cerramos la puerta y
zarpamos.
Ochenta
y ocho días demora en dar la vuelta al sol refl exionó Tulú.
Avanzamos
tan rápido que no nos dimos cuenta cuando ya estábamos
casi
por encima del planeta Venus.
Planeta
venus
Estaba
cubierto por una espesa capa de niebla en la que el sol se
reflejaba
dando origen a una gran luminosidad, avanzamos a su
alrededor
sin poder ver la superficie considerando difícil sobrepasar
la
capa envolvente cuya brillantez amarillenta me empezó a dañar
los
ojos. Entonces Tulú me pasó unas gafas especiales, nos detuvimos
sobre
la superficie de cristales de hielo y empezamos a correr, sintiendo
nuestros
cuerpos muy livianos avanzamos a gran velocidad, y de pronto
advertimos
que la enorme capa envolvente se ondulaba.
Era
como estar sobre un largo colchón inflado de viento o un colchón
de
agua.
-¿Qué
estará pasando? -le pregunté a Tulú.
Se
sonrió y me respondió: -Son los vientos, hizo una pausa, se quedó
pensando,
la atmósfera de este planeta (Venus) es treinta veces más
pesada
que la atmósfera de la tierra, por lo tanto los vientos aún siendo
muy
suaves levantan tormentas de polvo hasta sesenta kilómetros arriba
de la
superficie del planeta.
¿Y
cómo es la superficie de este planeta? -le pregunté.
Me
miró y respondió: Buscaremos por donde atravesar esta gran
envoltura
de cristales de hielo y veremos la superficie de Venus. La cama
de
nubes seguía ondulándose. En el continuo balanceo surgió un enorme
palacio
y luego desapareció.
-¡Ahí
está! -dijo Tulú.
-¿Quién?
-
-La
Diosa Venus, me contestó.
Corrimos
hasta la nave y avanzamos al lugar donde había aparecido
el
palacio, brillaba tanto que casi no podíamos mirar, pero las gafas nos
facilitaron
la visión, Tulú también se protegió los ojos con gafas iguales
a las
que me pasó a mi. Desde el otro extremo de un carruaje tirado por
cisnes
blancos se acercaba al Palacio, el que se perdió en una gran entrada
de
arcos de la morada ocultando a su bella pasajera.
-Es
Venus -musitó Tulú.
Una
vez frente a las enormes y hermosas puertas salió a recibirnos
una
bella mujer con un largo chitón (túnica) de color celeste, que le cubría
los
delicados pies descalzos, su cabellera estaba sencillamente arreglada
y
cogida mediante una modesta diadema; Empezó a descender los
escalones
del Palacio. Con su mano derecha levantó un poco los pliegues
del
vestido, y en la izquierda traía una hermosa flor. La belleza de esta
mujer
era difícil de poder describir.
Se
acercó a nosotros, con una sonrisa en sus bellos labios, nos saludó
y nos
dijo.
-Yo
soy Venus, la Diosa del amor, nacida de la espuma del mar,
también,
Diosa de la belleza, poseo el saber sobre la vida y la muerte, una
vez
dicho esto nos invitó a pasar al opulento Palacio.
-Yo
soy Tulú, dijo mi compañero.
-Sí,
le respondió la Diosa -tú eres el Dios de los niños.
-Eso
es lo que quiero discutir -le respondió. Tulú.
Nos
pasó a unos grandes salones adornados con hermosas flores y
finos
cortinajes que caían de sus grandes ventanales.
Al
igual que hizo con el Dios Mercurio, Tulú le narró su historia, ella
lo
escuchaba atentamente luego cuando mi amigo terminó su relato, la
Diosa
se sonrió y le dijo:
-No
sabes Pequeño Dios de los niños, lo grato que es para mi volver a
verte,
pero me extraña mucho que desees ser mortal. Nosotros los Dioses,
somos
eternos, yo como Diosa del amor, de la belleza y la fertilidad, jamás
desearía
ser mortal.
-Sí,
pero yo deseo mortal, insistió Tulú.
-Por
mi parte, dijo la Diosa, tendrás mi Don que es el amor, la belleza
y la
fertilidad.
Poniéndole
su blanca mano sobre el hombro lo miró con amor y
ternura,
-ya tienes algo más manifestó.
-Mi
amiga la pequeña Li, -le dijo Tulú a la Diosa Venus -desea ver
la
superficie de tu Planeta.
-¿Te
llamas Li? Me preguntó la Diosa mirándome a los ojos. Sentí
toda
su belleza sobre mi pequeño cuerpo, estremeciéndome íntegramente
con
una sensación difícil de describir. Una emoción embargó todo mi ser.
Yo
estaba frente a una Diosa, la más bella, la más hermosa. Su mirada
la
sentí como un fuerte rayo de amor, dulzura, felicidad. Tímidamente le
sonreí
confirmando mi deseo.
-Bajaremos
al interior de las nubes. -dijo.
-Caminamos
sobre el brillante hielo. Mientras lo hacíamos,
observándolo
me pregunté ¿Por qué si este planeta está tan cerca del sol,
puede
tener esta envoltura escarchada?
La
Diosa Venus se percató de lo extraño que era para mí ver el planeta
protegido
por cristales congelados. Entonces nos relató. El hielo refleja el
setenta
por ciento de la luz solar, hacia el espacio, y esto sucede porque las
nubes
son demasiado brillantes.
Comprendí
por qué no hacía tanto calor, más bien hacía frío, y más
aún si
estábamos caminando sobre un cristal de hielo. No habíamos
avanzado
mucho cuando frente a nosotros se detuvo un hermoso carro
tirado
por cisnes blancos, el mismo que divisamos anteriormente.
La
Diosa tomó sus velos finos con una mano, y subió al hermoso
carruaje
que brillaba como si estuviera adornado de estrellas, luego Tulú
me
ayudó a mí acomodándome junto a la Diosa, y luego lo hizo él.
El
carruaje partió y no supe como entramos a un lugar lleno de gotitas
de
agua, vale decir nubes, pero ahora no eran nubes de cristales de hielo
sino
pequeñas gotitas líquidas, estábamos en la parte interior de la capa
envolvente
del planeta Venus, -Ahora puedes ver la superficie de mi
planeta
-exclamó la Diosa.
Entonces
miré hacia abajo y, muy sorprendida, vi que todo estaba al
rojo
vivo.
La
Diosa me observó. Esto es como un invernadero, el treinta por
ciento
que dejamos de la luz solar queda acá adentro, y produce más
calor
porque nada sale al espacio, por la gran capa de nubes de hielo que
lo
protege, por eso toda su superficie está al rojo vivo, estas gotitas de agua
que tu
puedes ver, es decir, esta gran cantidad de nubes, se convierten en
lluvia,
pero no alcanzan a llegar a la superficie, se transforman en vapor
y
vuelven acá nuevamente.
Yo la
miraba atónita, jamás habría imaginado que el Planeta Venus
fuera
así.
-Hay
algo más musitó la Diosa, imagínate que mi planeta (Venus)
tiene
una rotación retrógrada.
La
miré y muy extrañada le pregunte;
-¿Cómo
es eso, una rotación retrógrada? -
Todos
los Planetas, -manifestó la Diosa Venus tienen una rotación
directa,
esto significa que giran sobre sus respectivos ejes en la misma
dirección
en que giran en sus órbitas alrededor del sol; sin embargo éste,
Venus,
es diferente, su rotación es retrógrada porque lo hace en dirección
opuesta.
Es como una rueda que gira hacia atrás y, además, su rotación
es muy
lenta, esto hace que el sol salga a intervalos de ciento dieciocho
días
terrestres.
Terminó
de decirme esto y se sonrío. Los cisnes seguían tirando el
hermoso
carruaje y Tulú, pensativo y silencioso como si nada le llamara
la
atención del bello panorama que teníamos en frente, el volar entre
nubes
además de ir en un carro tirado por hermosos cisnes. Una abertura
de las
nubes nos permitió ver el espacio, observando al sol en un rojo
ladrillo,
y el firmamento se veía en una tinta verde amarillento.
Luego
la Diosa indicó hacia la superficie del planeta y expuso: esa
es
Alfa, la cordillera montañosa que se extiende de norte a sur y tiene
tres
mil setecientos kilómetros de longitud. Y acá indicando al otro lado
-está
Beta, que se extiende de Este a Oeste, tiene cientos de kilómetros
de
anchura. Están formadas de muchos cerros como las cordilleras de la
tierra.
En una
parte del carruaje se veía un instrumento que se asemejaba a
un
reloj marcando una cantidad. Eso corresponde al diámetro del planeta
manifestó
la Diosa y leyó; doce mil cien kilómetros. Habíamos recorrido
dando
una vuelta completa alrededor del planeta.
La
mayor parte de la superficie se veía lisa tal vez formada de polvo
suelto
que refulge con un rojo apagado en las sombras y es lo bastante
caliente
para carbonizar cualquier materia orgánica.
Las
superficies rocosas expuestas pueden estar erosionadas por el
viento
y mostrar formas huecas y curvadas como algunas de las rocas
terrestres
expuestas al viento cargados de arena en los desiertos carentes
de
agua, aunque no tengo ninguna certeza al respecto -terminó diciendo
la
Diosa.
Los
cisnes pasaron por una salida que bien parecía una ventana hacia
el
espacio, deteniéndose en la parte superior de las nubes convertidas en
cristales
de hielo frente al Palacio de la Diosa Venus. Habíamos dejado
la
parte inferior formada por pequeñas gotitas de agua lo que fue muy
maravilloso
volar entre las nubes y contemplar la superficie del planeta
Venus
al rojo vivo envuelto en una capa de hielo, también divisamos los
polos
que, lógicamente, eran más fríos.
Nos
despedimos de la Diosa Venus, Diosa del amor, la belleza y la
fertilidad,
dejando atrás al planeta. El segundo, alrededor del sol.
-El
primero es Mercurio, balbuceo Tulú.
Una
vez en el espacio, cuando la nave viajaba por el cosmos, nos
sacamos
los trajes que nos protegían del calor extremo o también del
frío,
estábamos cerca del planeta tierra, pero por ser el nuestro no nos
detuvimos,
pasamos muy cerca de su satélite, la luna, a la que se le veían
sus
cráteres, seguimos directo hasta el planeta Marte.
El
planeta marte
En la
pequeña pantalla se localizó un astro totalmente rojo ¡Es Marte!
gritó
eufórico mientras presionaba botones y más botones. A medida que
nos
acercábamos al cuarto Planeta vimos grandes picachos de hielo, era
como
observar un polo Norte o un polo Sur.
-Este
planeta es casi igual que la tierra, me explicó Tulú. Solo que ese
color
rojizo viene de sus rocas de color rojo, pero su vegetación es de un
verde
azulado.
Dimos
una vuelta completa igual que en los dos planetas anteriores.
Al
terminar de dar la vuelta en una esfera de la nave apareció un
número.
Yo miraba intrigada.
Tulú,
con una sonrisa, me respondió sin que yo le preguntara, ése es
el
diámetro.
Leí la
cantidad, seis mil setecientos cincuenta kilómetros interrumpió
él. Si
observas -continuó. Este planeta cuenta con una pequeña
inclinación
igual que la tierra, tiene sus días y sus noches como también
sus
respectivas estaciones del año.
Yo no
decía absolutamente nada, solo era una gran observadora de
esta
enorme belleza cósmica; además yo sólo estaba acompañando a
Tulú
en esta búsqueda del tiempo, la diligencia era de él, no mía; por
lo
tanto, me dediqué a disfrutar de la belleza del Universo tan difícil de
poder
describir.
Ya no
quedaba mucho sol cuando llegamos al planeta Marte, el
frío
era intenso. Para protegernos de este gélido planeta tendremos que
ponernos
los trajes, -me manifestó Tulú.
-Pero
esos trajes son para el calor -le dije.
-Sí;
me respondió, pero también para el frío, vale decir te protegen
de
cualquier temperatura; son trajes térmicos. Una vez con los trajes
puestos,
nos encaminamos hacia una enorme fortaleza; sentí pánico al
ver
soldados por todas partes, tratamos de ocultarnos en unos matorrales,
cuando
justo pasaba una patrulla con inmensos armamentos. Mi
corazón
empezó a latir muy fuerte, pasaban los soldados de un lado a
otro,
nosotros ahí agazapados en un rincón, muertos de miedo.
Cuando
terminaron de pasar los soldados armados, salimos
nuevamente
para dirigirnos a la fortaleza, pero otra vez sentimos un
ruido
ensordecedor. Miramos y a la distancia se aproximaban carros de
guerra,
corrimos a escondernos.
-¡De
prisa! -me dijo Tulú.
Y casi
encima de nosotros se deslizaron por el camino los enormes
carros
de guerra seguidos de un centenar de soldados. Se hacía más de
noche.
Ya no
podemos llegar a la Fortaleza -me dijo Tulú; regresemos a la
nave.
Pero
no podíamos salir del lugar donde estábamos escondidos, parecía
que
los guerreros venían de regreso; Debimos esperar por largo rato el
paso
de los combatientes y cuando pasaron los últimos, era demasiado
tarde,
casi de noche, igual fuimos hasta la nave, aunque la oscuridad nos
obstaculizaba
el paso y se notaba que hacía mucho frío.
Tratamos
de hacer partir la nave, pero ésta no funcionó.
Esto
es imposible, no podemos activarla, los controles y todo se echan
a
andar con energía solar manifestó Tulú.
La
noche pasó pronto y el sol apareció radiante, alumbrando
con
energía, aún todo en silencio. Con los primeros rayos del sol nos
encaminamos
hacia la Fortaleza.
Dos
soldados medios durmiendo nos cerraron el paso, luego vinieron
otros
soldados que nos tomaron por la fuerza y nos ataron, llevándonos
a un subterráneo
de la Fortaleza. Nos hicieron rodar por una escalera
de
piedras, caímos sobre húmedas rocas, no podíamos desatarnos, Tulú
como
pudo extrajo de sus ropas un artefacto con el que cortó todas las
amarras.
-Tendremos
que buscar una salida, -me dijo.
Caminamos
sobre mojados peñascos en una completa obscuridad,
dimos
vueltas y vueltas para quedarnos abatidos sin ninguna esperanza
de
salvarnos; No supimos cuanto tiempo habría transcurrido, cuando
aparecieron
dos guerreros que nos tomaron a cada uno de un brazo
sacándonos
casi colgando, para arrojarnos a un piso de mosaicos; Al
levantar
la cabeza vi allí a un gran guerrero, con brillantes espadas,
un
escudo en la mano izquierda y una espada en la mano derecha, su
penacho
brillaba como si fuera oro, su armadura parecía ser de oro y
plata,
su aspecto altivo e imponente me causó terror. De pronto Tulú
se
levantó humilde y sereno y con una dulce voz de niño le explicó al
guerrero
su visita, éste (el Guerrero) en tono prepotente manifestó: Yo soy
Marte
el Dios de la guerra.
Al
escuchar esto su voz fue como un balde de agua fría que caía sobre
mi
cuerpo.
Lo
único que puedo darte, le dijo a Tulú, es mi maldad, mi crueldad
y mi
odio.
Mi
amigo lo quedó mirando muy sorprendido, porque no es eso lo que
él
hubiera querido, luego el guerrero dijo:
-Si
deseas ser un mortal, tendrás que tener mi fuerza, mi valentía, la
guerra
a veces es necesaria para defendernos de la guerra.
-Pero
yo amo la paz, le respondió Tulú.
-Si,
pero yo soy el Dios de la guerra por lo tanto es lo único que tengo.
Siembro
el terror y la discordia, ahora de ti depende el uso que le des,
todos
los mortales pueden hacer la guerra, pero también poseen el don
de
evitarla. Donde hay odio pueden poner amor y tú ya tienes el amor
que te
lo dio la Diosa Venus hija del mar, Yo, hijo de Júpiter (Zéus) no
puedo
cambiar, sigue tu viaje que aquí no tengo más que darte, terminó
diciendo.
Tulú
lo miró como si esperara algo más de El. El Dios Marte por un
instante
cambió su aspecto, le puso su mano en el hombro exclamando:
Te
concedo mi fuerza y mi valentía para que te defiendas de tus
adversarios;
ahora, si deseas más información, puedes ir a uno de mis
satélites.
Un
guardia nos acompañó en un carruaje. Al abandonar el planeta
para
ir al satélite divisamos unos enormes casquetes, entonces nuestro
acompañante
nos dijo; Las partes más altas de Marte se elevan hasta
veinte
kilómetros por encima de los desiertos. Pronto divisamos los
dos
satélites, ya que se encontraban muy cerca del planeta y eran muy
pequeños.
El guerrero manifestó. Este es Fobos, de ocho kilómetros de
diámetro
y está a una distancia de nueve mil kilómetros. El carruaje
se
detuvo para entrar en una gran Fortaleza en donde había grandes
reliquias
muy bien resguardadas.
Este
es un satélite artificial -contestó nuestro guía, aquí se guardan
todas
nuestras reliquias y riquezas culturales.
Tulú
lo miró, pensativo no era lo que él estaba buscando.
Bueno
-dijo el guerrero -hace mucho, fuimos una gran civilización,
ahora
nuestra atmósfera está envenenada.
Sólo
observamos un instante los tesoros que allí se encontraban y
decidimos
regresar.
-¿No
quieren ir al otro satélite?
-No
respondió Tulú.
-¿Cómo
se llama ese satélite? -le pregunté -
-Ese
es DEIMOS y tiene sólo cinco kilómetros de diámetros, pero
su distancia
está a veinticinco mil kilómetros de Marte, más chico que
FOBOS,
está más lejos y Fobos es más grande pero está más cerca. El
guerrero
nos regresó a la fortaleza del Dios Marte.
Su
mirada déspota y fría como la noche que pasamos en el planeta
nos
infundió más pánico, salimos de la Fortaleza entre los guerreros, con
terrible
miedo. El sol estaba alto, no hacía calor, pero de todas formas el
día
era agradable, Llegamos a la nave sintiendo el trayecto interminable,
zarpamos
de allí sin deseos de volver, ¡Qué! diferencia había con el bello
Mercurio
y la hermosa Venus! Marte daba terror con sólo hecho de verlo.
Jupiter
Una
vez en el espacio Tulú suspiró profundo, luego sacó de una
pequeña
caja un disket que introdujo en el computador, presionó las
teclas
y apareció en la pantalla un título. SISTEMA SOLAR, marcó teclas
y las
imágenes fueron cambiando hasta que salió un nombre: Júpiter.
-¡Aquí
es! exclamó optimista, quiero más información -balbuceó,
presionó
la tecla “ próxima página” y las imágenes quedaron en
movimiento,
cuando apareció la información respectiva empezamos a
leer,
un encabezado con grandes letras, JUPITER pero de pronto nuestra
nave
se empezó a ir de un lado para otro, vale decir, empezó a oscilar.
-¿Qué
pasa? -le grité, desesperada.
-El me
respondió: Entre la órbita del planeta Marte y Júpiter, está
la
zona de los Asteroides, en la que se encuentran millones de objetos,
posiblemente
restos de pequeños planetas despedazados, que giran
alrededor
del sol. Esos están interfiriendo nuestro avance, por eso nuestra
nave
está oscilando como si fuéramos a tumbarnos al espacio.
Después
de explicarme, trajo a la pantalla nuevamente la palabra “
Júpiter”
y localizó asteroides. Luego obtuvo la información, exclamando
¡Huf!
y repitiendo: ¡cincuenta mil asteroides! suficientemente grandes,
muchos
permanecen en la zona que les corresponde, pero un número
considerable
vaga excéntricamente. Junto con los asteroides se mueven
incontables
millones de meteoritos, demasiado pequeños, pero bastante
grandes
para abrir cráteres de cualquier planeta de donde caigan.
_
¡HUF! -exclamé yo. -¿O sea que si chocáramos con uno de estos no
quedaría
nada?
-Nada
de nosotros ¡Nada, Nada! enfatizó Tulú, preocupado de dirigir
lo
mejor posible la nave, ya que estábamos en serio peligro. Algunos
asteroides
parecían venir directo a nosotros; yo transpiraba de frío, un
asteroide
tras otro, y cuando no un meteorito, hasta que logramos salir de
la
difícil zona de estos restos de planetas deshechos que está entre Marte
y
Júpiter.
Nuevamente
Tulú llamó a Júpiter en la pantalla y empezó a leer.
“Es el
dominante de todo el sistema solar, un planeta gigante. En él
cabrían
más de mil tierras, posee un núcleo rocoso rodeado de gruesas
capas
gaseosas. Se le han descubierto doce satélites que giran a su
alrededor”
Después
de haber leído esta información sacó el disket, y presionando
otras
teclas apareció a la distancia un planeta.
¡Ese
es! exclamó eufórico. Luego repitió muy fuerte:
-¡Júpiter
a la vista!...Dirigiendo su nave hacia el planeta seguimos el
viaje,
a medida que avanzábamos, se veía más grande, soberbio, enorme.
JUPITER
EL PLANETA MÁS GRANDE DEL SISTEMA SOLAR
Eso
jamás lo iba a olvidar.
No
dimos la vuelta al contorno como lo hicimos con los planetas
anteriores;
Miramos por una pantalla una región que se veía más plana,
también
aparecieron tres satélites los que estaban al alcance de nuestra
vista
o tres lunas como se llama en nuestro planeta tierra. (El único
satélite
que tenemos) De los doce que poseía este enorme planeta.
A una
maniobra de viraje desaparecieron los tres satélites.
Tulú
se quedó pensando un instante y me dijo, estos satélites son
fantásticos,
aquí estamos en una zona de satélites. Mirando por la
ventana
de la nave con unos catalejos (un pequeño telescopio), optimista,
Tulú
me empezó a indicar los satélites y seguimos la órbita casi circular
como
un millón y medio de kilòmetros de distancia, del que se encontraba
más
lejos.
Tulú
estaba fascinado localizando uno a uno los cinco satélites
galilianos
del planeta Júpiter, aunque el quinto por ser el más chico y estar
mas
cerca del planeta, iba a ser difícil poder verlo.
“Estos
galilianos son enormes y reflejan la luz del sol mejor que la
luna
en la tierra”.
-¡Qué
romántico! -expresé, riéndome mucho -¿te imaginas unos
novios
a la luz de cuatro lunas enormes, y una escondida haciendo de
alcahueta?
... Ambos reímos.
-¡Ese
es Ganimedes!... -gritó mi compañero avistando un enorme
satélite.
-Este es el más grande. ¡Imagínate!, es ciento cincuenta kilómetros
más
grande que el planeta Mercurio. No olvides que Mercurio es el más
pequeño
de todo el sistema solar.
El
entusiasmo y el interés ilimitado de Tulú por los satélites de Júpiter,
me
contagió a tal punto que también empecé a fascinarme e interesada
contemplé
los cuatro satélites que teníamos más cerca de nosotros como
así
también del planeta.
-Este
es Ganimedes -repitió eufórico. Y Ganimedes quedó atrás.
Luego,
mirándome manifestó:
Su
diámetro es de cinco mil kilómetros.
Me
volví hacia atrás para mirarlo de nuevo. ¡Soberbio! ¡Bellísimo!
Exclamé.
No
terminaba aún de salir de mi asombro, cuando la voz de Tulú me
interrumpió
-¡Mira,
mira, Pequeña Li! Este se llama Mercurio, es más chico que el
anterior,
tiene un diámetro de cuatro mil ochocientos kilómetros, después
le
sigue Calisto y más allá está Io y el más chiquito es Europa; Pero el
satélite
que está más cerca de Júpiter es Io, allá está, apenas se ve porque
nosotros
entre Ganimedes y Calisto y el último más lejos es el satélite
Mercurio.
El primer satélite es Io está tan cerca que casi no se ve, como su
órbita
es circular, nuestra vuelta también fue circular.
Nuevamente
tomó el telescopio y me dijo; allá se ven tres satélites más,
pero
están tan lejos que no pasamos ni cerca de ellos.
-¿Cuales?
-le pregunté.
-Esos
-respondió, pasándome el telescopio.
-Apenas
se ven, -le manifesté.
-Si me
contestó. Están a doce millones de kilómetros del planeta.
-¡Doce
millones de kilómetros del planeta! -susurré estupefacta.
- Sí,
si órbita es también circular. Pero mira los otros cuatro mucho
más
lejos aún.
-¡Casi
no se ven! -le respondí, tratando de localizarlos.
-¿Qué
observas en ellos? -preguntó. ¿Que descubres?.
-Son
exteriores al planeta Júpiter.
-Sí,
eso lo sabemos, son los cuatro satélites que están más lejos del
Planeta.
Observa bien, Pequeña Li. ¿Qué ves de raro en ellos?...
No
podía distinguir cuál era la diferencia.
-¿Ah
ya sé! La diferencia de estos cuatro satélites de Júpiter está en su
trayectoria.
¡Eso!
¡Eso!, Pequeña Lí. Ahora dime, ¿Cómo es la trayectoria de estos
cuatro
satélites?
-No es
igual a la trayectoria de los ocho satélites anteriores.
-¡Bravo,
bravo! ....Te percataste de eso; su trayectoria es alargada, pero
fuera
de eso son retrógrados.
-Sí ya
lo sé lo que es retrógrado, o sea que recorren una dirección
contraria
a los otros ocho satélites.
-Exactamente.
Pequeña Lí. Además, dos de ellos tienen órbitas
abiertas,
o sea que nunca se repiten de un circuito al siguiente.
Fascinados
contemplamos los doce satélites de Júpiter.
Me
gustaría llevármelas a Tierra para que cuando nuestra luna se
oculte
sea remplazada por estas doce de Júpiter; Esa es una idea muy
divertida,
ja.ja.ja.ja.ja.
Pero a
Júpiter no le gustaría eso enfatizó Tulú y después iría a buscar
sus
lunas o mejor dicho sus satélites porque solo el satélite nuestro se llama
luna,
los satélites de Júpiter tienen su nombre, y como es tan grande,
nuestra
tierra quedaría como una moneda en un plato bajo.
-¡Huf.
Es mejor que no le robemos sus doce satélites a Júpiter. Reímos
mucho
con Tulú pensando en robarle los tesoros al Gran Júpiter.
Poco a
poco nos fuimos acercando más al planeta, como también al
satélite
Europa, y al satélite Io.
-Este
satélite será mío -le dije.
-¿Por
qué?
-Porque
lo quiero para mi, porque es el más chiquito de los doce.
-Si,
es uno de los más chicos, pero no el más chico, porque el más chico
es el
satélite Europa.
-Entonces
será mi satélite manifesté.
Dejamos
atrás los cinco satélites mas cercanos al planeta Júpiter Io,
Europa,
Calisto, Mercurio, Ganimedes. Y empezamos a sobrevolarlos
dirigiéndonos
hacia la turbulenta atmósfera del Planeta con miles de
kilómetros
de profundidad y con tantos misterios caprichosos y violentos,
sin
saber con qué sorpresa nos íbamos a encontrar. Entramos a la
atmósfera
totalmente espesa y llena de copos, yo observaba en silencio
tratando
de descifrar los misterios que iba descubriendo.
-Son
copos de amoníaco, -dijo Tulú. Las nubes más altas de este
planeta
están formadas de amoníaco. La turbulencia atmosférica nos
debe
tener muchas sorpresas dijo después.
Aún yo
seguí mirando Io, que seguía al alcance de nuestra vista. Unos
enormes
estampidos nos sobresaltaron desde el satélite Io, y una gran
ráfaga
de fuego venía hacia nosotros, Tulú viró la nave rápidamente y
vimos
un enorme relámpago, un gran fuego, una luz potente y un ruido
estrepitoso.
Yo estaba aterrada.
-Los
satélites emanan energía, una gran energía que es depositada en
el
planeta, manifestó Tulú.
Seguimos
descendiendo y una fuerte lluvia, una lluvia torrencial nos
lanzó
de un lado a otro. Nuevamente viramos retrocediendo, hasta que
salimos
de la tormenta titánica.
Es una
lluvia de amoníaco confirmó Tulú.
-¿Y no
llueve agua?.
-También
llueve agua, pero también amoníaco. -
Al
retroceder sentimos un cambio en la temperatura. Aquí las
temperaturas
son extremas. Esta atmósfera es totalmente venenosa para
nosotros,
pero en mí condición de Dios del Olimpo no es perniciosa; el
caso
tuyo. Pequeña Li es diferente. Entonces Tulú me pasó el respirador
con
oxígeno.
Debemos
estar prevenidos, vale decir, tú, pequeña Li; Yo no tengo
problemas.
Diciendo esto, se sonrió dulcemente.
-¿Cómo
está formada esta atmósfera? -le pregunté.
-Está
formada en gran parte por Hidrógeno y Helio, con gases de
Amoníaco
y Metano, ¡veneno! para tí Pequeña Li. Murmuró.
Había
bandas obscuras.
-Esos
se llaman cinturones -manifestó -y las bandas brillantes se
llaman
zonas. Ahí está la zona del norte, -dijo -indicando una parte
muy
brillante que luego cambió de lugar -
Si -me
dijo -cambian de lugar constantemente y aparecen franjas
obscuras
o brillantes, que se extienden en forma de fajas, y después
desaparecen.
Tienen gases de Amoníaco y Metano, también vapor de
agua,
Hidrógeno y Helio. Esas bandas brillantes son cristales de Amoníaco
que
penden en lo alto de la atmósfera, es Amoníaco sólido por lo reducida
que es
la temperatura evitando su evaporación.
-Y
siempre está sólido?
-No,
también de cristales, se transforman en nieve de Amoníaco y
también
hay nieve de agua, ya vimos los copos de nieve de Amoníaco
cuando
entramos en la atmósfera.
-Si, y
eran bellísimos para mí, como unas perlas, no sé explicarlo, es
mejor
decir, bellos copos de nieve; tantos de Amoníaco como de agua.
-Exacto,
respondió Tulú -.
Luego
divisamos una enorme, pero enorme mancha roja.
-¿Qué
es? -le pregunté
-Esos
son los jardines de la Diosa Juno (Hera). Flores rojas, pero según
sus
caprichos, a veces un rojo ladrillo, o un rosa mate y otras veces un
color
gris, también se le llaman las columnas de Taylor, la Diosa pasea
en las
tardes en su carruaje. Esa parte del planeta tiene una longitud de
cuarenta
mil kilómetros y trece mil kilómetros de ancho. La gran mancha
roja,
o sea los bellos jardines de la Diosa Juno. La esposa del Dios Júpiter,
están
dentro de la zona tropical del sur.
Estábamos
observando la gran mancha roja, que es tan grande
como
la tierra, cuando aparecieron bandas multicolores, hermosísimas
descargas
eléctricas que iluminaban la nublada atmósfera. Hicimos un
viraje
con la nave, dejando la parte nublada, misteriosa y bella atmósfera
con su
mancha roja y sus bandas multicolores, descargas titánicas de
tempestades,
truenos capaces de sentirse hasta en la tierra.
Tratando
de localizar una planicie donde posarnos, estábamos
volando
casi a ras del planeta sin avistar nada adecuado para poder
descender.
Un gran roquerío nos impedía observar la superficie, pero
este
roquerío era tan espectacular que decidimos bajar a incursionar;
Buscamos
un dificultoso espacio entre las rocas, nos aproximamos
descendiendo
cautelosamente protegiendo la pequeña nave de cualquier
encontrón
con lo difícil que se presentaba el paisaje, abandonamos la nave
y
asegurándonos los trajes protectores contra el terrible frío, avanzamos
hacia
unas enormes rocas que parecían palacios con erguidos picachos
como
si tocaran el cielo.
Entramos
por una helada caverna que, de alguna manera me recordó
la
cueva del Mago. Pero en realidad no tenía nada que ver con la cueva
del
Mago, porque eran unos inmensos túneles enormes de donde el hielo
se
destacaba de diferentes formas, profundidades que parecían no tener
fin, precipicios
que pasamos suspendidos por trozos de hielo, o cristales de
Amoníaco
dando visos, o seguramente de otros elementos que emanaban
un
brillo multicolor.
Después
de excursionar, salimos a un claro. Nos sentamos un
momento
sobre una pequeña roca que bien parecía una piedra preciosa
de
diferentes matices y, desde allí, extasiados, empezamos a contemplar
esa
belleza extraordinaria. Los picachos parecían perderse en un pálido
celeste.
Un celeste casi transparente, ¡cómo me habría gustado ser poeta
para describir
esa enorme joya, divino tesoro del Universo!
Estábamos
tan absortos contemplando esta riqueza celestial que no
nos
dimos cuenta cómo apareció ante nosotros un gigante.
¡Un
GIGANTE!
Me
aferré a Tulú, gritando desesperada todo mi cuerpo tembló.
Tulú
lo miraba atentamente y el gigante seguía avanzando en dirección
a
nosotros, en vez de dos ojos tenía uno solo, razón por la cual me
infundiera
más miedo.
¡Es un
Cíclope! exclamó Tulú.
-¿Por
qué? -le pregunté, con mi voz tiritando.
-Porque
es un gigante con un solo ojo -me respondió.
Allí
estábamos pequeñitos los dos, agazapados uno al lado del otro,
con el
Gigante casi encima de nosotros. Empezamos a correr, lo que le
dificultó
el poder tomarnos. Corríamos en distintas direcciones; nuestro
adversario
por ser tan grande daba movimientos lentos y torpes, tanto fue
así
que ya estaba pareciendo un juego y el pánico se nos había disipado en
parte.
El Gigante pareció estar cansado, pero más cansados deberíamos
estar
nosotros corriendo y escondiéndonos entre túneles, rocas, pasos
pequeños
etc.
El
Cíclope se sentó sobre una enorme piedra pasándose la mano
por la
frente; de pronto dio un tremendo grito. El eco duró largo rato, y,
nuevamente
nos entró el pánico.
Cuando
terminamos de escuchar el eco, aparecieron entre picachos,
o sea
el gran roquerío, unos Gigantes con muchas manos. Entonces el
Cíclope
indicó hacia nosotros. Yo creí que me desmayaba cuando un
solo
gigante con muchas manos nos tomó, ya no podía resistir más, mi
desesperación
me hizo recordar a Musga, yo le había prometido que
jamás
lloraría, pero no pude cumplir mi promesa tan especial, y empecé
a
llorar. Sentí las enormes manos del gigante que no me hacían daño,
pero
pensé que nos iba a comer, el gigante abandonó la piedra donde
se
había sentado y avanzando hacia el Cíclope, que estaba esperándolo,
extendió
sus enormes manos hacia nosotros. De pronto, así como de la
nada
apareció otro gigante y Tulú no estaba, sentí más pánico al sentirme
sola.
¡SE LO
COMIERON! grité desesperada.
¡SE LO
COMIERON! Volví a gritar histérica, gritos y llanto,
incontrolables,
rebotaban en el roquerío provocando un eco espantoso.
El
Gigante con muchas manos que recién había aparecido, tomó al
primero
y me rescató.
-Calma
Pequeña Li. -me dijo -.
En ese
instante reconocí la voz de Tulú, había olvidado que mi amigo
tenía
la facultad de mutarse y sentí una alegría tan grande. Ahí estaba
yo
entre tres gigantes con la diferencia que uno era mi amigo, porque era
Tulú
quien se había transformado en otro Gigante. Tulú habló primero.
-Soy
el Dios de los niños, y busco a los Dioses para que me hagan
mortal.
El
Cíclope se rió a carcajadas y nuevamente, el eco retumbó
interminablemente,
-Yo
-dijo el Gigante -Soy Cíclope, hermano de Júpiter (o Zeus),
y
éste, indicando al Gigante con muchas manos, es mi otro hermano,
Hecantóquiros
o centimanos, Aquí vivimos en una eterna paz. -terminó
diciendo.
Tulú
me tenía en una de sus manos, los gigantes se encaminaron al
Palacio
del Dios Júpiter (Zeus).
El
Cíclope empezó a relatar parte de la historia de los Gigantes,
Júpiter
-continuó diciendo -creció bello, fuerte y bueno. Subió al Olimpo
y
reemplazó a su padre en el Reino. Pero su juventud lo hizo inexperto,
por su
bondad libertó a los titanes sus hermanos monstruos que habían
estado
atados a la tierra por muchos años, pero estos Gigantes, en vez
de
agradecer su libertad, asaltaron el Reino. La lucha duró diez años.
Entonces
Júpiter, para defenderse, recurrió a Hecantóquiros, que tiene
cien
manos como lo puedes ver, y miró al otro Gigante. Tulú se había
transformado
en Hecantóquiros. Desde entonces -continuó diciendo el
Cíclope;
Hemos estado en paz, una enorme paz.
Una
vez en el Palacio, extremadamente hermoso entramos a un
extenso
salón con pilares y al fondo, estaba en su trono el Dios del Olimpo,
Júpiter.
Junto a él, en otro trono, había una mujer. Seguíamos caminando
al
encuentro con los Dioses, el Cíclope, mientras continuaba su relato:
-¿Ves
a mi hermano en su trono, junto a su esposa Juno (Hera)? Reina
del
Olimpo, ella representa a la familia y al amor, (vale decir la fertilidad)
la
Diosa tiene debilidades humanas, y la reina Juno es celosa y vengativa.
Al
costado del Palacio está su esfinge con un cántaro a la cabeza y un
racimo
de hermosas uvas en sus manos, terminó diciendo el Gigante.
Este enorme
Gigante caminaba al lado de Tulú convertido en
un
Hecantóquiros que me sostenía en una de sus cien manos, el otro
Hecantóquiros
caminaba atrás de nosotros, otros gigantes habían
quedado
en los picachos entre cavernas y abismos. Cerca ya al trono los
Dioses
se levantaron de sus aposentos para recibirnos, observé a Tulú y
lógicamente
no le tenía miedo, me pareció un gigante muy hermoso. El
Cíclope
nos presentó al Dios Júpiter y su esposa Juno. Después de algunas
reverencias
tomamos asiento en unos enormes sillones que nos trajo el
Hecantóquiros.
Los Dioses se volvieron a sentar y empezaron el diálogo.
Tulú
nuevamente expresó su deseo al Dios Júpiter.
-Quiero
ser mortal, les dijo.
La
reina lo miró interesada, mientras el Dios se tomó el mentón, y
pensativo
exclamó ¡qué extraño! -que no quieras seguir siendo un Dios,
porque
un Dios es un Dios, exclamó con arrogancia.
Tulú,
tan grande como los Dioses sentado frente a Júpiter sonrió con
tristeza,
luego exclamó: Es mi deseo ser un mortal.
Yo muy
pequeña en una mano de Tulú contemplaba la escena, y
admiré
el gran Palacio lleno de columnas y mosaicos.
Júpiter
miró de frente a Tulú y le dijo:
Yo soy
el Dios supremo, Padre de los Dioses, encarno la protección,
la
disciplina y la justicia, también soy el señor de la vida y de la muerte,
tu
deseo será concedido. Pero tú tendrás que encontrar a los respectivos
Dioses
para que ellos te den lo que te falta para ser un mortal.
Entonces
Tulú le respondió.
-Ya
tengo la muerte, el amor y la guerra.
Hum.
Dijo Júpiter, te faltan muchas cosas aún para llegar a ser
un
mortal, debes buscar a los respectivos Dioses, y los que no puedas
encontrar,
yo te los daré, pero para ser un mortal, solo debes encontrar
al
Dios del tiempo y así ya no estarás detenido y crecerás y dejarás de
ser un
niño, busca mi pequeño Dios al Dios del Tiempo y tendrás todo
solucionado.
-Si
-respondió Tulú.
En ese
instante la Reina observó lo que Tulú tenía en la mano, que era
yo. Mi
amigo extendió su mano abriéndola frente a la Reina.
Ella
muy interesada se acercó a observarme, exclamando:
-¡Que
bonito! ¿Qué es? -
-Es la
Pequeña Li -respondió Tulú.
-¡La
Pequeña Li! -exclamó la Diosa, traspasándome a su mano, -¡Es
una
niña! -
Ves
que hermosos son los niños -le dijo al Dios Júpiter, mirándome
tiernamente.
-
La
Reina estaba extasiada observándome.
Tulú
se despidió. Me recibió en su mano y se fue en busca de la nave,
los
gigantes se quedaron junto a Júpiter. Mientras avanzábamos, había
gigantes
y Hecantóquiros por todas partes, Tulú me dejó en el asiento
de la nave.
El se quedó un largo rato contemplando el roquerío con
sus
picachos, los precipicios eran admirables. Luego, sin darme cuenta,
apareció
el niño sonriendo.
-¿Qué
te pareció todo esto, Pequeña Li? -me preguntó.
-Esto
es lo más maravilloso que he tenido en toda mi vida, -le respondí.
A lo
lejos, algunos Gigantes nos observaban como algo novedoso,
Tulú
subió a la nave, nos elevamos y contemplamos todo un roquerío
con
formas tan caprichosas que parecía que las manos de los Dioses las
habían
esculpido tan espectaculares. También divisamos el Palacio con
unas
enormes torres multicolores, esculpidas con un arte que solo es
posible
para las manos de los Dioses, una belleza difícil de describir.
Saturno
Desde
el espacio logramos localizar un planeta muy diferente a los
anteriores
que se encontraba oculto por unos anillos.
Tulú
lo observó detenidamente por la pantalla, descubriendo que
los
anillos eran como finas láminas formadas por pequeñas partículas
de
arena, luego me dijo: Tendremos que ser muy precisos para llegar
al
planeta sin chocar con los anillos que prácticamente lo protegen.
Para
mí, siguió diciendo, son como una especie de guillotina, una gran
guillotina,
capaz de cortar todo lo que se aproxime, en un constante
movimientos;
Después
de unos mágicos virajes, logramos evitar los anillos y
posarnos
en el planeta. Lo sobrevolamos hasta lograr avistar unas
ruinas,
descendimos de la nave y caminamos con mucho pánico, ya
que el
silencio era absoluto, ni un viento, ni una brisa, nada. Parecía
un
planeta muerto. Entramos en las ruinas que bien podrían ser los
restos
de un palacio deshabitado, tan deshabitado que ni siquiera
tenía
telas de araña, ni ratas, ni polvo, ya que el polvo se vale del
viento
o de una pequeña brisa, una soledad absoluta. Caminábamos
aterrados
por lo misterioso que parecía ser, ese silencio tan pavoroso,
insoportable.
Entre
las ruinas encontramos un lugar en que sólo había imágenes;
Miré a
Tulú muy extrañada.
-¿Es
un Dios? -le pregunté.
-Sí,
me respondió.
Nos
acercamos y observamos más detenidamente la imagen. En
un
trono tan destruido y deteriorado, como un sofá desvencijado, se
encontraba
un Rey. Sólo era una imagen.
Allí
nos detuvimos frente a esta aparición. Como un fantasma se
levantó
de su trono y con mucha dificultad logramos escucharlo:
“Soy
el Dios Saturno, hijo de Urano y de Gea. Mi hijo Júpiter me
arrojó
del Olimpo, fui a la tierra transformado en un simple mortal.
Dicté
leyes dando igualdad a los que me rodeaban”.
Sólo
captamos eso de la imagen que como un fantasma vagaba por
la
sala deteriorada, abandonada y tan silenciosa.
Tulú
me miró con un dejo de angustia como si el alma le hubiera
quedado
vacía. Esto no existe -me dijo -, es sólo una visión, es nada.
Regresamos
a la nave buscando una salida favorable para no ser
guillotinados
por los anillos que protegían al planeta. Suspiró profundo
articulando
movimientos en una maquinaria que formaban la parte
interna
del control de la nave, luego dijo:
Este
planeta Saturno se mueve en su órbita de 29 años alrededor
del
sol.
Miré
hacia el planeta y lo vi rodeado de sus enormes anillos.
-¿Sabías
tú, Pequeña Li, que el Dios Saturno se comía a sus hijos?
-¡Huf,
qué espanto! -le respondí, llevándome la mano a la boca
para
no gritar, pero fue tan grande mi sorpresa que me pareció que
hasta
la nave se había estremecido, Tulú se sonrió.
-Seguramente
por esa misma razón ya no existe. Pero tengo
entendido
-siguió diciendo -que Saturno es también Cronos y Cronos
es el
Dios del tiempo, Tulú luego se pregunto: ¿Que habrá pasado con
Saturno,
en donde estará? -
Esa
fue una pregunta sin respuesta. Recibió la imagen, lo que fue
sólo
una ilusión.
Urano
Casi
sin darnos cuenta nos encontramos en un cielo lleno de nubes.
Un
azul profundo, leves vientos nos envolvían, Tulú miró la pantalla
y
comentó:
“Estamos
a tres mil millones de kilómetros del sol. Volamos en una
capa
de Metano”.
Luego
presionó un botón apareciendo en la pantalla nubes que
vagaban
en una tenue luz del sol.
-Esta
es la atmósfera de Uranio -replicó Tulú.
Llamó
a Urano en la pequeña pantalla, obteniendo algunos datos,
entre
ellos su diámetro de cuarenta y ocho mil Kilómetros.
En
seguida una enorme nube nos envolvió y una voz nos dijo:
Soy
Urano, Dios del cielo padre de Saturno, también padre de la
Tierra
y del Océano; También debo decirte que mi hijo Saturno me
hirió
profundamente con una hoz de diamante. Mi sangre cayó al mar,
la que
junto con la espuma dio origen a la Diosa Venus (Afrodita)
Diosa
del amor.
Tulú
guardó silencio y leyó la próxima página del computador que
tenía
los datos del planeta Urano, leí lo siguiente :! Gira sobre su eje con
gran
rapidez, en once horas hace un día. Es un planeta muy similar a
Júpiter
“ Tulú pendiente del control de la nave, guardó silencio y gritó,
muy
fuerte:
-Soy
Tulú, el Dios de los niños.
Y muy
pronto un enorme trueno nos envolvió y escuchamos la voz
nuevamente;
Yo soy
el Dios de los Cielos. -¿Qué deseas pequeño Dios?
Quiero
ser mortal -manifestó Tulú.
-Te
ayudaré en lo que pueda -respondió el Dios de los Cielos -pero
tendrás
que esperar. Diciendo esto, la nube que nos envolvía cual
serpiente
se desprendió en un torbellino emitiendo un fuerte silbido
perdiéndose
en un azul intenso.
-Tulú
suspiró profundo y siguió avanzando. No me daré por
vencido,
musitó, aún me quedan Neptuno y Plutón.
Neptuno
La
distancia entre Urano y Neptuno no era tan lejana, algo
así
como mil millones de kilómetros del uno al otro y a cuatro mil
quinientos
millones desde el sol. Entramos a la atmósfera del pequeño
planeta,
su atmósfera estaba formada por Metano, también algo de
Amoníaco.
Al igual que Urano gira sobre su eje a gran velocidad,
teniendo
días de quince horas. Descendimos en una playa hermosa,
bella,
un brazo de mar azotaba la arena con fuertes olas. Bajamos de
la
nave contemplando el arrinconado paraje, cualquiera podía haber
pensado
en una enorme pileta escondida, un trozo de mar robado a
la
tierra, extasiados contemplábamos ese trozo de mar allí escondido,
como
si se tratara de una pintura de un sueño o sólo una ilusión. Pero
del
centro de las aguas emergió una enorme cabellera azul acerado
provocando
un fuerte oleaje y un ruido ensordecedor.
-¡Neptuno!
-gritó Tulú eufórico “ Dios de los Mares “ manifestó
corriendo
hacia el gran Dios que salía de las aguas en la turbulencia
de
olas y truenos. En su mano traía un tridente, el agua salada corría
por su
cuerpo como una lluvia vertiginosa.
Tulú
hizo una gran reverencia, el Dios Neptuno lo miró extrañado.
-Soy
Tulú. Excelentísimo Dios de los mares.
Neptuno
respondió sus saludos con la mirada. Luego se acercó a mí.
-Ella
es la Pequeña Li -le manifestó Tulú. Neptuno lo miró sin hacer
preguntas,
insinuando con su expresión ¿pero quién es la Pequeña Li?
El
Dios se detuvo pensativo; miró a Tulú, (el agua le seguía corriendo
por su
fornido cuerpo).
-Tu
eres Tulú el Dios de los niños, ¿Y ella qué diosa es que no la
recuerdo?
Tulú
sonrió respondiendo atolondrado. -No, no es una diosa, es mi
amiga
y es mortal.
¿Mortal?
-exclamó Neptuno extrañado, ¿Y cómo la has podido
traer
si no es una diosa?
-Yo le
traspasé mi poder de Dios niño.
-Ah,
ya entiendo. ¿Y qué te trae por estas distancias pequeño Dios?
-Yo
deseo ser mortal.
-¿O
sea que quieres ser como tu amiguita?
-Sí,
no quiero ser un Dios.
-Bueno,
los invito a cenar en mi palacio que tengo en el fondo de
este
puñado de agua.
Tulú
me miró preocupado, ¿cómo iba yo a descender a las
profundidades
del mar?
Al
instante el Dios Neptuno me tocó con su tridente y me
transformó
en una persona totalmente diferente; Luego hizo lo mismo
con
Tulú siendo este transformado en un joven esbelto y bello con
hermosas
vestimentas. Descendimos unas escalinatas, entrando en las
profundidades
del mar llegamos a un gran palacio construido de nácar
y
adornado con muchas perlas preciosas, mil peces de diferentes colores
y
diferentes tamaños y formas se cruzaban entre nosotros; Caballitos
de
mar, sirenas, algas preciosas daban formas a un paisaje marítimo.
Una
vez en el palacio, cenamos los más exquisitos moluscos en unas
enormes
conchas, casi del porte de un plato.
Han
tenido suerte de encontrarme aquí, me hice esta pequeña
piscina
de agua salada para mi solo, traje un puñado de agua de mis
océanos
de la tierra, además construí este palacio de piedras preciosas
y
nácar, pero generalmente moro en los mares que tengo en la tierra,
ocupo
las tres cuartas partes de ese planeta. A veces estoy en el Océano
Ártico,
muy al norte del globo, allí tengo un palacio de hielo, otras
veces
estoy en el Adriático o en el Pacífico, como también en el Índico,
pero
mi Palacio principal lo tengo en las profundidades del mar Egeo.
En mi
carruaje recorro todos los mares.
Yo me
sentía tan extraña bajo el mar, en un Palacio, transformada
en una
bella joven, como una diosa más de todos los dioses del Olimpo;
Allí
junto a Tulú, frente al gran dios de los mares Neptuno. Después de
saborear
un rico néctar en un jarrón de nácar, El imponente Neptuno
dijo:
-Difícil
es que yo te pueda ayudar siendo dios de los mares, solo
podría
darte una gran fuente de agua salada, para que disfrutes todas
sus
riquezas.
Tulú
se sonrió un tanto abatido. Una vez que terminamos de cenar
el
Dios nos invitó a dar una vuelta en su carruaje por los jardines de
las
profundidades del mar. Los rayos de un tenue sol penetraban hasta
el
fondo de las aguas, como una suave caricia. Todo estaba lleno de
vida,
parecía una gran ciudad pero con la diferencia que los habitantes
no
eran personas, sino seres hijos del mar, peces en su gran mayoría
moluscos
de todas las clases; De pronto un enorme bulto se interpuso
a
nuestro paso.
Es una
ballena dijo Neptuno, el carruaje tirado por caballitos de
mar se
detuvo, Neptuno bajó con ayuda de un cangrejo que le abrió
la
puerta. Luego tomó un pequeño pez, se lo dejó a la ballena, ésta
se
levantó, pero el pez arrancó y la ballena salió a su alcance, todos
nos
reíamos al ver a la ballena persiguiendo al minúsculo pez. Luego
llegaron
hermosos delfines que acompañaban el carruaje de Neptuno,
Yo
estaba fascinada contemplando a los delfines. Hermosas melodías
se
escuchaban, entonces pregunté al Dios del mar.
-¿Qué
es esa melodía tan hermosa?
-Son
las sirenas, me respondió, dirigiendo la carroza al lugar de
donde
venían las voces. Sobre una enorme roca había muchas sirenas
bellísimas
con un largo y hermoso pelo que les llegaba hasta la cintura,
su
parte superior con forma humana de bellísimas mujeres y su parte
posterior
con forma de un enorme pez, allí estaban posadas sobre
una
roca de puras piedras preciosas con muchas algas alrededor, las
plantas
acuáticas oscilabas como si desearan danzar al compás de las
bellas
melodías de las sirenas. Nos sentimos atraídos por el canto de las
sirenas.
Unos delfines nos abrieron la puerta de la carroza, entre ellos
había
uno más travieso que empezó a jugar con mi pelo
-Quiere
jugar contigo pequeña Li -Me dijo el Dios Neptuno. No
tengas
miedo insistió.
Entonces
tomándome al delfín, me subí sobre su lomo;
Abrazándome
fuertemente a él para no caer. El delfín corrió bajo las
aguas
del mar, entrando a unas cavernas subterráneas, formadas por
unas
piedras preciosas llenas de peces bellísimos, alacranes, estrellas,
langostas,
cangrejos, apancoras, anguilas. El agua del mar parecía
acariciar
nuestros cuerpos y el delfín se deslizaba de un lado a otro
entre
una caverna y otra; Subía a la superficie y de pronto bajaba,
siempre
conmigo a cuesta, corría de diferentes formas por el mar.
Después
de dar muchas vueltas, descendió a lo más profundo
para
reunirnos con el Dios Neptuno y Tulú que estaban disfrutando
de la
compañía de las sirenas. Volvimos a subir a la carroza tirada
por
caballitos de mar regresando al bellísimo pero bellísimo palacio.
Nuevamente
compartimos algunos bocados traídos del mar por las
sirenas.
Ellas traían sus manos colmadas de los más ricos moluscos.
Abandonamos
el palacio para regresar a la nave; Una vez en la
superficie
el Dios del mar Neptuno me tocó con su tridente volviendo a
ser la
pequeña niña, lo mismo hizo con Tulú. Subimos a nuestra nave
y
emprendimos nuevamente nuestro largo viaje hacia nuestro último
destino
que sería Plutón.
Plutón
Un
planeta obscuro y frío, muy frío, su diámetro es aproximadamente
la
mitad del de la tierra, se encuentra a siete mil millones de kilómetros
del
sol.
Dimos
vuelta a su alrededor. Como es tan pequeño, no fue difícil
dar la
vuelta completa.
Descendimos
a su superficie, bajamos de la nave y caminamos por
un suelo
árido. Un ruido ensordecedor nos sorprendió repentinamente,
nos
dimos vuelta a mirar de donde venía el ruido y un carro tirado por
caballos
negros, que corrían desorbitados, venía directo hacia nosotros
y,
como cosa de relámpago, desapareció; Aún sin salir del asombro,
seguíamos
mirando tratando de descubrir algo en una obscuridad
diabólica.
De pronto, nuevamente apareció el carro tirado por caballos
negros,
unas carcajadas nos atemorizaron. Se detuvo frente a nosotros
y
desde el carro descendió un hombre vestido de negro con un aspecto
horrendo
que inspiraba pavor.
-Soy
Plutón, nos dijo acercándose a nosotros, yo lo miraba atónita,
Tulú
le respondió.
-Yo
soy Tulú, el Dios de los niños.
-Sí,
ya te recuerdo, pequeño Dios. ¿Y qué te trae por el Olimpo?
Observé
los caballos tan negros como la noche, extremadamente
robustos,
sus crines brillantes caían de su tusa como también de sus
colas.,
relinchaban inquietos, moviendo sus cabezas de arriba hacia
abajo,
cambiando de lugar sus patas delanteras encabritados.
En ese
momento, Tulú respondió la pregunta de Plutón.
-Quiero
ser un mortal y para eso deseo que los Dioses del Olimpo
me
devuelvan la facultad de crecer, ser un adulto y realizarme como
los
mortales.
-Yo
soy el Dios de los infiernos respondió Plutón. Cuando dijo
esto,
sentí un fuerte tiritón por todo mi cuerpo. “Pero a dónde hemos
venido
a dar”, me dije. El diabólico ser nos miró con sus ojos brillantes
como
dos llamas de fuego que causaban pavor y una sonrisa diabólica
mostrando
sus blancos y grandes dientes.
-Quiero
invitarlos a mi morada, nos dijo. Subimos al fúnebre
carro
tirado por los negros caballos que nos condujeron a la mansión
subterránea
de Plutón. Entramos a un túnel obscuro, tétrico, sólo se
sentían
los cascos de los caballos que se deslizaban vertiginosamente
dejando
un eco en los húmedos muros de piedras negras y frías. Plutón
miró
pensativo a Tulú tomándose la barbilla; Mi padre es el que te
puede
ayudar le dijo a Tulú.
-¿Y
quién es tu padre?, respondió Tulú, interesado y sorprendido al
mismo
tiempo.
-Mi
padre es Saturno, Dios del tiempo. El no está en el Olimpo, fue
desterrado
a la tierra por Júpiter.
-Estuvimos
en el planeta Saturno y sólo vimos la imagen del Dios
Saturno
detenida en el tiempo.
-Sí,
como es el Dios del tiempo y emigró a la tierra, en el Olimpo
el
tiempo se detuvo, permanecemos siempre igual, sólo en la tierra lo
puedes
encontrar, terminó diciendo el Dios Plutón, mientras el carro
seguía
su carrera desorbitada.
-¡La
tierra! Exclamó Tulú, en un profundo suspiro. Luego murmuró,
“¡Y
pensar que hicimos este largo viaje, y el Dios del tiempo, Saturno,
estaba
a mi lado en la tierra!”
Luego,
Plutón siguió diciendo; Saturno es ya un anciano, siempre
anda
con una hoz de diamante, la misma hoz con que hirió a su padre
Urano.
También tenía la costumbre de comerse a sus hijos pero todos
fuimos
salvados por nuestra madre. A veces lleva en sus brazos una
serpiente
que se muerde la cola, Jamás deja su reloj de arena, pero
con
tanto tiempo que lleva entre los humanos seguramente debe tener
otros
relojes.
Tulú
escuchaba interesado porque ya tenía la respuesta a lo que
había
estado buscando. Los caballos corrían desorbitados por obscuros
túneles
que parecían verdaderos laberintos. Yo estaba tan aterrada que
transpiraba
de miedo, sintiendo Plutón al lado mío como una cosa
helada,
Tulú estaba sentado al otro lado, Plutón al medio; En su mano
tenía
una vara. La golpeó contra el piso del carro.
Con
esta vara conduzco a los muertos al infierno, -manifestó.
Yo
solo quería salir de allí.
-Esta es
mi mansión subterránea -nos dijo. Llegamos casi al centro
del
planeta. Este es el infierno -repitió. En el centro del planeta había
una
gran hoguera, que ardía y ardía, ya no tenía frío sino un calor
insoportable,
alrededor de la hoguera había mucha lava hirviendo, a
la
orilla del túnel brillaba un montón de metal, -ese es oro, manifestó
Plutón,
yo soy el dueño de todas las minas acá. Indicando hacia otro
lado
una ruma de metal también brillante -es plata y ese es cobre, y
más
allá esas piedrecitas de reflejos brillantísimos son los diamantes.
¿Quieren
llevar todas estas riquezas?
-No,
respondió enfáticamente Tulú.
-Bueno,
dijo el Dios, yo poseo muchas riquezas que comparto con
los
míos, luego los conduzco hasta mi morada donde tengo mi infierno.
Este
es un volcán que hierve y hierve, que está en el centro del Planeta,
terminando
de decir esto, trajo una cabra negra y una oveja también
negra,
las voy a sacrificar para atenderlos a Uds. lo mejor que pueda.
-No,
no, gracias -manifestó Tulú, sólo quiero regresar, dicho esto
pasó
corriendo un toro negro con unos enormes astas, parecía echar
humo
por sus narices. Lo observamos aterrados, Plutón sólo se sonrío.
-¿No
desean nada más?.
-No,
no -dijo Tulú, sólo deseo regresar al espacio.
-Entonces,
regresemos, respondió Plutón.
Subimos
nuevamente al carro tirado por caballos negros, el trayecto
me
parecía interminable, hasta que llegamos a la superficie. Allí, en
medio
de una obscuridad, salimos con mucho miedo en busca del
sol
hasta llegar al espacio claro y tibio, pero ni tan claro ni tan tibio.
Aunque
a la salida del planeta todo era oscuro y frío.
¡Qué
pesadilla!, -le dije a Tulú respirando profundo.
-Nada
de eso, pequeña Li, Plutón es así, además se hace invisible,
¿te
diste cuenta?
-Sí,
Sí, -le respondí -hubo un momento que desapareció justo
cuando
iba a nuestro encuentro.
-Después
de todo él fue el único que nos dijo lo que buscábamos. El
Dios
del tiempo, Saturno, que vive como un mortal en la tierra. Desde
el
espacio, ya terminada nuestra misión pues teníamos que regresar,
contemplábamos
el Universo: estrellas, planetas, satélites, meteoritos,
aerolitos,
el sol al centro de todo el Universo y todo girando, algunos de
una
manera y otros de otra, con diferentes colores. Guardamos silencio
para
contemplar lo más maravilloso, ver el Universo tan grande e
inmenso,
como un puñado de piedras preciosas en una mano azul,
toda
la fantasía, poesía del más allá, una fuerza superior a todas las
fuerzas,
parecía regirlo y todo aquello, siendo tan grande, podía ser tan
pequeño,
como si una mano poderosa lo sostuviera en un solo dedo, el
gran
Universo. Sumida en mis cavilaciones miré a Tulú, que dirigía los
controles
de la pequeña nave.
Estábamos
dejando atrás a los planetas como también a los Dioses
del
Olimpo, Dioses profanos inspirados en la mitología Romana y
Griega.
Una mancha de muchos colores se veía venir hacia nosotros
una
bella mujer se acercó a la nave.
-Soy
Iris, dijo, la mensajera de Júpiter el Dios del Olimpo más
poderoso,
que habita en el planeta Júpiter.
El
planetas más grande del sistema solar, en el que caben mil
tierras.
-Hermosa
diosa Iris. -Comentó Tulú -¿Qué mensaje nos envía el
Dios
Júpiter?
-Me
envía para llevarte a la tierra donde mora el Dios del
tiempo,
su padre Saturno. (o Cronos).
Dicho
esto fuimos envueltos por un arco iris que nos trasladó en
forma
inmediata a la tierra.
NIÑO
DE MIS SUEÑOS.
La
mano de mamá Bella, me tomó la frente para decirme despierta
pequeña
Li, ¡Estás soñando!
-La
miré a los ojos y la vi como una Diosa, diosa de todas las
madres.
Me levanté de un salto y la abracé tanto que sentí que dentro
de
ella estaba toooodo ese maravilloso Universo por el cual había
viajado
con Tulú, el niño de mis sueños.
CONTINUARÁ...
Primer
concurso de cuentos infantiles
“La
pequeña Li”
Año
1996
Primer
Premio
Colegio
Alemán de los Ángeles
Alumno
7º año B Básico
Cristian
Solar Ziehl
Director
Sady
Mora Lukeheide
Maestra
de Castellano
Sra.
Orfelina Lagos Saez
Titulo del cuento
La
pequeña Li en el mundo de la fantasía
La
pequeña Li
El
mundo de la fantasía
Cristian
solar
Era un
día hermoso. El sol brillaba los pájaros cantaban y se podía
escuchar
el sonido del arroyo. Jonás y yo jugábamos alegremente en el
monte
de las margaritas entre mariposas y otros insectos. Cuando ya
estábamos
tan cansados, fuimos a comer con mamá Bella.
- ¿Te
divertiste Li ? - me preguntó mamá Bella.
- Sí,
nos divertimos mucho Jonás y yo! - respondí.
Cuando
terminé de comer, fui a mi pieza y me recosté en mi
cama.
Poco a poco me dio mucho sueño y me quedé dormida. En ese
mismo
momento comencé a ver unas imágenes tan reales que pensé
que ya
había despertado, sin embargo, era todo lo contrario, estaba
profundamente
dormida. Vi muchas cosas lindas; Pájaros de todos
colores
y montañas repletas de flores con suave aroma, también habían
unos
pequeños seres que parecían duendes. Era un sueño tan hermoso
que no
quería despertar.
Fue
entonces cuando apareció una figura delgada y blanca,
era
muy alta y casi transparente. Yo creí que era un hada mágica su
esplendorosa
apariencia.
- Hola,
pequeña Li - me dijo ella.
- Hola
- respondí temblorosa.
-
¿Cómo se llama este lugar? - pregunté.
- Se
llama “ FANTASÍA “ - respondió ella.
- Es
un nombre muy apropiado - dije yo.
El
hada y yo recorrimos todo “ FANTASÍA”. Así conocí un caballo
alado,
el cual llamaban Pegaso, una bella sirena cerca de la playa,
grandes
árboles parlantes y aunque no lo crean, también algunos
dinosaurios,
de esos vegetarianos. Ahí parece que vivían todos,
los
personajes de los cuentos, Alicia, Pinocho, Blanca Nieves, La
Caperucita,
Hansel y Gretel, El Principito, y Pulgarcito. Este lugar
me
recordó mucho a mis amigas las Atolonias. Era un mundo tan
hermoso.
Así
continuamos nuestro interesante viaje, hasta que el hada me
comentó
que estábamos en los límites de este mundo y más allá se
encontraba
el terrible mundo de las PESADILLAS, en él moraban los
más
horripilantes y terroríficos seres que un niño pueda imaginar. El
acceso
a este mundo sólo estaba reservado para los niños desordenados,
peleadores,
codiciosos, mentirosos aprovechadores, etc. los cuales según
el
hada son incapaces de tener lindos sueños e ilusiones, como los que
existen
en FANTASÍA. Entonces llegó la hora de regresar.
- No
me quiero ir - dije yo.
-
Podrás regresar cuando quieras, porque este mundo está en tus
sueños
- respondió el hada.
- En
serio ¿Puedo regresar? - dije ilusionada.
- Sí,
cuando desees - respondió el hada.
Así
mágicamente aparecimos en el punto donde comenzó mi
aventura
por el mundo de la FANTASÍA, El hada y yo nos despedimos,
me
tocó con su varita y entonces vi oscuridad y oscuridad y oscuridad...
de
pronto desperté, miré a mi alrededor y vi mi pieza. Bajé al comedor
donde
mamá Bella me esperaba.
-
¿Descansaste pequeña Li? - me preguntó.
- Sí y
tuve un sueño hermoso, en donde me encontré con un hada y
recorrí
un mundo llamado FANTASÍA - respondí muy entusiasmada.
- ¡Qué
imaginación tienes pequeña Li! - exclamó mamá Bella.
- No
es imaginación, FANTASÍA existe en mis sueños, es una
realidad
- respondí enfáticamente.
Después
vi la hora y me di cuenta de que estuve varias horas
viajando
por FANTASÍA, aunque la verdad es que, me pareció que el
tiempo
pasó tan rápido. Todo fue como si cerrara y abriera mis ojos
casi
al mismo tiempo.
Al
rato llegó papá, nos sentamos a la mesa, comimos, conversamos
lo de
mi sueño y él se sorprendió mucho. Terminamos de cenar y nos
despedimos
con un beso. Entonces me fui muy feliz a dormir porque sé
que
con sólo cerrar mis ojos puedo viajar nuevamente a FANTASÍA.
FIN
Índice
Pàg.
Prólogo
4
La
cueva del mago 7
Mercurio
11
Planeta
Venus 15
El
Planeta Marte 21
Jupiter
27
Saturno
39
Urano
42
Neptuno
44
Plutón
49
Primer
Concurso de Cuentos Infantiles 56
Niño
de mis sueños
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