lunes, 16 de marzo de 2020


LA   PEQUEÑA    LI   EN   EL  MUNDO

DE   LAS   HORMIGAS

SEGUNDO TEXTO

DERECHO DE AUTOR COLECCIÓN DE  LA PEQUEÑA LI

I S  B M  número. 978.956.353.245-6

Derecho intelectual numero 147003


Dedicado a
A mi  hija menor  Ana  Eloísa.

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NOTA   PRELIMINAR

               En este segundo tomo de la Pequeña  Li  en el que se encuentra con el mundo de las Hormigas, donde dentro de una gran fantasía se relata la vida y organización de estos insectos, entrega a los niños un mundo de amor, justicia, ternura, con todos sus personajes como Rufi  su gran amiga hormiga, o la Reina Madre y saliendo de este subterraneo, nuevamente la Pequeña Li retorna a su ambiente pastoril o bucólico, con sus seres queridos como Mamá Bella, sus muñecas su perro Jonás, Gaspar, el Gran Maestro Celestino sabio consejero, sus profesores y su gran alegría de amar tan intensamente al mundo que la rodea, disfrutando todas las bellezas que le ofrece la vida, contemplando el bello paisaje que la abraza cada día en el ir y venir de su inocente destino respirando el perfumado aire que gratamente le ofrecen las flores que crecen allí, tan libres como el viento, tan bellas como el mismo Universo.

LA  AUTORA






LA  PEQUEÑA  LI  EN EL  MUNDO  DE  LAS  HORMIGAS

               El viento y la lluvia azotaban nuestra frágil casa de madera. Mamá Bella introdujo leña  a la cocina y yo salí en busca de mi pequeño ganado. Caminé chapoteando por las fangosas calles desiertas. De ese encantador Villorrio, azotado por el cruel invierno.   Jonás, mi perro, me seguía a cierta distancia, la lluvia no cesaba de lavar mi cara y el viento trataba de arrebatar mi ropa  como un juguete de niño caprichoso, En el camino se nos atravesó una liebre, Jonás emprendió su persecución  introduciéndose en los matorrales a orillas del estero qué; con fuerza, arrastraba   palos y todo lo que encontraba a su paso.

          No sé en qué momento el iracundo perro perdió el equilibrio siendo arrastrado por las aguas. Grité, lloré bajo la lluvia en medio del viento qué; opacó  el eco de mi dolor.  Vi como las furiosas aguas arremolinadas  se llevaron a mi Jonás. Me sentí tan impotente a orillas del canal gritando, Jonás, Jonás  y el indefenso perro nadando desesperado sin lograr salir a la orilla. En un torbellino se iba alejando entre lluvia, viento y mi desesperación.

           Llorando en medio del camino arreé las vacas  que; con sus cuernos iban cortando la lluvia  bañados sus cuerpos en el frío de la tarde.

           Mamá Bella me consoló haciéndome creer que Jonás sólo había sido arrastrado por la corriente y pronto  regresaría, yo pensé que sólo lo decía para mantenerme tranquila.  En medio de sollozos me dormí profundamente hasta el otro día. Me negaba a aceptar la desventura de mi fiel guardián. Entonces, caminé por el bosque sin destino, me arrojé al suelo ocultando mi cara entre mis manos y lloré copiosamente por haber perdido  a mi perro que tanto quería.










SUBTERRA   Y  FANTASÍA  DE   LAS   HORMIGAS 
          
            Una hierba poco común crecía arrastrada al suelo y su aroma me empezó a marear, apoderándose de mí una fuerza inexplicable. En ese momento me pareció  ver que todo crecía a mí alrededor o bien yo me estaba empequeñeciendo, las hierbas que antes me habían  servido de alfombra, ahora eran un enorme bosque.  Me quedé inmóvil, aterrada cerré los ojos sin deseos de abrirlos, un ruido espantoso me obligó a mirar, encontrándome en un mundo muy diferente y el bullicio no era otra cosa que una columna de hormigas avanzando a mi encuentro.  Por desgracia, se veían más grandes que yo, dos de ellas  encabezaba la columna portando unas enormes lanzas, en reemplazo  de armas.

           Se detuvieron frente a mí,  expresándose severamente, me dijeron.
           -Acompáñanos hasta nuestra Reina.-
           Yo,  no atiné  a decir nada ante tal orden, pues mi asombro carecía de dimensiones y caminé en medio de ellas como si hubiera ido en altos y bajos.
         
  Llegamos  a una gran caverna cuyo  frente estaba  prolijamente adornado con figuras y muy resguardada por un centenar de hormigas armadas que nos dejaron pasar sin dificultad, Nos adentramos  en un túnel   totalmente oscuro, luego  pasamos por galerías subterráneas  hasta llegar  a un enorme salón. Las dos guardias que me escoltaban me entregaron a la guardia de honor de la Reina.
             -Debes esperar en esta antesala hasta que se te llame. Me dijeron:
              No sé cuánto tiempo estuve allí. De pronto se abrió  la puerta y de su interior salió una hormiga vestida de manera diferente.
 -Puedes pasar.  Me dijo: Acto seguido yo avancé a su lado hasta la habitación contigua, entonces, vi  en su trono a la Reina.
             -A ver, Pequeño Monstruo. Exclamó.   -¿Por qué has venido a espiarnos?-
             -Señora Reina. Le contesté con mi voz entrecortada. -Yo no he venido a espiarlas, Yo estaba  muy,  pero muy triste  porque  la corriente del estero se llevó a mi perro Jonás. Entonces,  me tendí sobre el césped  a llorar tal desgracia y de pronto, mi cuerpo se redujo a este tamaño, le manifesté.
            -Ella me miró autoritaria.
            -Sí, Respondió, Seguramente,  respiraste el aroma de la hierba de la reducción. Algo que ustedes, los humanos, no conocen, concluyó.
              Después de un leve silencio.
              - Llévenla a una celda. Ordenó.
              La hormiga que me escoltaba salió conmigo por unos pasillos diferentes entrando a otra galería  donde me entregó a una nueva guardia  Quién eres, preguntó, luego dijo: -Yo seré tu protectora-
              Caminamos hasta un apartamento muy pequeño y a la vez  muy cómodo.  Yo,  no podía salir de mi asombro,  entonces le pregunté.
               -Si soy vuestra prisionera. ¿Por qué,  me dan este trato tan especial?
                La hormiga que me escoltaba, siendo mi guardia, no era muy afable y manifestó.
                -Son nuestras costumbres, generalmente nuestros prisioneros o prisioneras son mejor tratados que nuestros propios amigos,  porque al enemigo también hay  que amarlo y la mejor manera de demostrarlo son depositando  en él todo nuestro afecto. Por eso es que sólo encontrarás paz y amor... Y si hemos tenido que hacerte nuestra prisionera es porque vienes de los monstruos de la superficie.

                -Nos llaman monstruos, me dije, muy molesta. Luego le pregunté.  -¿Por qué  a los humanos nos llaman así?
                - Me miró  sarcásticamente y dijo:
                -¿Aún lo preguntas? -Te voy a llevar  a un lugar que te dará la respuesta.
                 Levantó  su lanza, apoyándola en su hombro dio dos pasos, me miró y autoritariamente manifestó.
                  -Sígueme. ..
                  Entramos en otra galería donde se leía un letrero. “Prohibido el paso” Habló  con la guardia del lugar y entramos sin dificultad. Aproximadamente un centenar de hormigas trabajan en el laboratorio. Aquí  estamos, tratando de descubrir la vacuna anti-insecticidas. ¿Entiendes ahora? -Exclamó.
                   No supe qué contestar, pero  pensé. Nos llaman monstruos porque tratamos de exterminarlas.
                  Al regresar, pasamos por las despensas,  donde tenían toda clase de víveres, resguardadas por centinelas.
                   Te voy a mostrar los nidos, me dijo mi protectora con la que, a medida que el tiempo avanzaba se advertía  que tomábamos más confianza. Entramos  en un túnel deteniéndonos en un lugar lleno de huevos. Las Reinas. Las obreras cuidaban de sus hijos que eran sólo  huevos y sus nodrizas velaban por ellas con devoción moviéndolas constantemente y protegiéndolas  de todo peligro, En un rincón del nido había unos puntos que se movían.
                    -Esas son nuestras larvas,  indicó
                    El ambiente  estaba convulsionado y las obreras manifestaban un nerviosismo  innato. Le pregunté a mi protectora qué pasaba. Ella me respondió.
                  -¡Son las fiestas nupciales!
                  -¿Fiestas nupciales?
                 - Sí, insistió ella. Hoy  se casan todas las reinas que hasta ayer eran ninfas, De larvas  pasaron a ninfas y ahora, ya son adultas.
             En ese momento llegó  otra hormiga muy dinámica, yo diría hiperquinética, estaba muy acicalada, se sonrió y le dijo a mi guardiana.
            - Ahora yo tomo el cargo de esta pequeña monstrua.-
             Dando vueltas sobre sus patas posteriores, caminó  graciosamente, moviendo notablemente su parte abdominal.
              -Ya debes tener hambre me dijo. Te llevaré  a beber leche.
              -¿Leche?...Exclamé.  -Sí. Respondió ella. -Sígueme manifestó, mientras caminábamos  por unas galerías se presentó. Yo me llamo Rufi Barbis, pero me dicen Rufi. No lo olvides, recalcó.
                 -No, no olvidaré  tu nombre, le respondí.
                  Su excesiva  actividad me hizo despertar del letargo  que me estaba produciendo ese mundo extraño  en que me encontraba. Seguimos  caminando hasta llegar a unos corrales, con asombro vi unos enormes animales a los que estaban lechando. Yo recordé  mis vacas y estaba a punto de llorar cuando Rufi  me habló, intempestivamente, llamándome a saborear la rica leche.

                -Estos son pulgones que nosotras cuidamos y forman parte de nuestro ganado, ellos nos dan  de veinte a cuarenta gotas de leche por hora.

                Yo  estaba fascinada con todo esto que veía, un centenar de hormigas pastoras estaban encargadas de cuidar estos animales, como ellas les llamaban,  llenaban sus bolsas abdominales con esta secreción anal y luego alimentaban a otras hormigas y con este afán pasaban el día en un ir y venir.  Yo también  tomé  el exquisito líquido meloso. Cuando terminé de saborearlo Rufi me limpió la boca y ordenó mi cabellera. Estuvo largo rato acicalándome. Después se limpió ella y se arregló  como si fuera a una fiesta.
              -Vamos  por acá- me dijo.
               Y  tomamos otros caminos subterráneos, también muy obscuros  que me impedía  caminar, llegamos donde las hormigas hilanderas. Las  ninfas hacían  los más hermosos tejidos uniendo hojas y pétalos de flores con un líquido especial que segregaban ellas mismas, con el que podían tejer diversas cosas.
             -Te  haremos un hermoso vestido, me dijo. Y muy pronto, se comunicó con las hormigas hilanderas tocando sus antenas y obsequiándolas de la rica leche que llevaba en su buche  o bolsa abdominal.      

               No había terminado de alimentar a la última  hormiga, cuando una le entregó una tela de color fucsia, Rufi la tomó dando unas vueltas en el aire, demostrando su alegría, corrió hasta mí.
              -Tu vestido-  me dijo.  Yo la miré extasiada, era tan hermoso y fino que no supe qué decir. Entonces ella me sacó de mi perplejidad.
              -¡Póntelo!... ¡Póntelo!... Exclamó...
               Me ayudó  a colocármelo, observó la excelente presentación que proyectaba y salimos de allí apresuradas.
               -¡Ahora, vamos a las bodas! -Balbuceó.

                Yo no entendía  de qué se trataba, pero sí se observaba un gran movimiento dentro del hormiguero. Las  ninfas, en su estado de adultas, estaban  todas reunidas en fila, con sus cuatro finos y blancos velos, que hacían las veces de alas y les servían en el vuelo nupcial. Sus nodrizas las cuidaban prolijamente dando los últimos retoques. Algunas obreras, más precavidas,   que tenían  como profesión  la jardinería, fuera de ser nodrizas, les entregaron a sus novias semillas de hongos y setas  para que los cultivaran en su nuevo Reino que ellas iban a formar una vez que salieran  de su hormiguero materno y las hormigas pastoras regalaron a sus novias  huevos de pulgones, los que podían cuidar y formar su propio establo.

            Pero otras novias iban desprovistas de todo, contando sólo  con la provisión de su buche. Entre  un ir y venir de las obreras como también de las porteras y trabajadoras de diferentes oficios, el ambiente era de un gran nerviosismo, una vez que las novias estuvieron preparadas, comenzó el desfile hacia la superficie, todo estaba muy convulsionado, yo observaba esta ceremonia jamás vista.

              En una oportunidad yo me había inquietado por la vida de las hormigas, pero sólo fue una inquietud y no hice nada por investigar o saber algo más de ellas, Ahora  estaba allí,  en un hormiguero,  viendo cómo o mejor dicho viviendo como uno de estos insectos, desconociendo totalmente sus costumbres y aprendiendo directamente todo lo concerniente a ellas.

             Pasó  el cortejo nupcial, seguidas  las novias por un sin número  de novios, tan ataviados como las primeras. Yo los observaba ensimismada sin saber qué decir de este mundo tan fantasioso en que me encontraba. Cuando  terminó de pasar toda la comitiva, Rufi se quedó muy alegre conmigo.
              -Ahora, esperaremos los acontecimientos. Boda y muerte en un mismo día. - Manifestó.
               -¿Por qué muerte?-  Le pregunté.
                Se rió sarcásticamente y luego dijo. - Todos esos apuestos novios morirán...
               -¿Morirán?-  Repetí.  ¿Y  por qué?
               -Es natural, repuso.   -¿No te has preguntado por qué andamos todas de negro? - Nuestras Reinas  quedan viudas al primer instante.
               -Pero, ¿Por qué? -Insistí.
               -Una vez que llegan las novias a la superficie emprenden el vuelo y son seguidas por sus novios... Como ellas son más ágiles y resistentes, cuando son alcanzadas por sus galanes,  éstos  caen inertes, sin vida... Su corazón les deja de latir y mueren.
               -Entonces, ¿Acá sólo viven Reinas?
               -Sí, sólo viven Reinas y nosotras las obreras. Hay varias Reinas, todas ellas ponen, pero es una sola la que manda o mejor dicho la que reina o Gobierna el hormiguero.
                 Al cabo  de unos minutos pasaron varias obreras con una novia desvanecida. Le sacaron sus velos que habían hecho  las veces de alas en su vuelo nupcial y luego la llevaron a una celda.
                Le pregunté a Rufi, impresionada: ¿Qué pasa?
                -Son las novias después de la boda.
                -¡Pero ellas tenían que irse!-   Rufi se rió, sólo algunas, -Me dijo;
               -¿Cómo que algunas?-   Sí, las que caen cerca de nuestro hormiguero son tomadas prisioneras, por mandato de nuestra Reina, porque así tendremos más  ponedoras  y nuestro  Reino llegará  a ser más poderoso.   

               Íbamos conversando cuando llegamos hasta los nidos, donde las nodrizas  cuidaban, de la forma más prolija de los huevos y las larvas. Platicábamos entretenidamente, cuando, desde una de las paredes emergió  una hormiga muy pequeña y como un relámpago, tomó  unas larvas regresando por el mismo agujero por el que había aparecido.

              Yo me quedé con los ojos muy abiertos  después  de haber observado esta piratería y no grité  porque la impresión me anuló la voz. Luego de salir de mi estupor, le pregunté a Rufi.  -¿Pero qué es eso?-
          -Se ha llevado unas larvas de nuestro nido, respondió. Luego me explicó.
           Son grupos  de hormigas parásitas ladronas, como son tan pequeñas no podemos  darles alcance porque no cabemos por sus galerías. Son como fantasmas, aparecen donde menos uno lo piensa.
           
         En forma inmediata  las nodrizas tomaron  todas sus crías  para cambiarlas de nido ya que éste había sido descubierto por las ladronas.

            Salíamos  de allí cuando vi pasar nuevamente otra novia sin velos y totalmente desmayada, las obreras la introdujeron  en otra celda, yo había contado más de diez novias secuestradas, pero Rufi me dijo  que seguramente aprisionarían muchas más.

             Después de un largo lapso la primera novia que había sido apresada se dio cuenta de su situación, entonces reclamó, gritó,  protestó y lloró, pero de nada le valió. Ella debió quedarse allí por el resto de su vida. Las obreras que le fueron asignadas la consolaban con mucho cariño, alimentándola con los mejores manjares que le llevaban en su bolsa abdominal, donde conservaban sus alimentos intactos.  

         Salimos de allí pasando por el aposento de la Reina. Como su puerta estaba abierta y salían y entraban obreras, ella nos llamó. Al instante Rufi le hizo unas reverencias y adulaciones, expresándole con una sonrisa su gran afecto y cariño.

         La Reina se sintió muy agasajada y su rostro se llenó de felicidad.
         -Tú dices que te llamas Li. -Me interpeló.
         Yo asentí con la cabeza. -Pero para nosotras eres un pequeño monstruo, manifestó.
         -Me sentí muy ofendida, pero guardé silencio. La Reina tomó asiento y las obreras terminaron de trasladar a un lugar más cerrado  los últimos huevos que recién había terminado de poner.  Yo aún estaba impresionada con la captura de las jóvenes reinas y ella pareció adivinar mi pensamiento.

         -Esto es para conservar nuestro Imperio, me dijo sin que yo le preguntara nada.
         -Siéntate, Pequeño  Monstruo. Exclamó en tono de afecto y amistad.
         -Entonces di un paso al frente y me acomodé en un grano de arena.
         -Te voy a contar cómo lo hice yo para poder llegar a ser Reina.
         -Era la misma pregunta que yo me estaba haciendo, pero sólo la tenía en mis pensamientos. Ella tuvo el don de captar hasta lo que yo pensaba. Estaba muy intrigada con ese mundo tan fastuoso y con una organización tan exacta y lo que más admiraba era el amor, bondad, cariño, comprensión que emanaba de cada una de ellas, además el gran respeto que existía entre todas,  se sentía una armonía espontánea por todo el hormiguero.

         -“Cuando yo era una Reina joven” -   Comenzó diciendo la Reina madre. Luego continuó.
         Nos arreglaron a todas las novias.  Con velos nupciales y toda una gran ceremonia. Una vez que salimos del hormiguero, yo emprendí el vuelo  lo más lejos que pude, al instante me siguieron cinco arrogantes novios, después  de contraer matrimonio en pleno vuelo con los cinco desposados, ellos, con la agitada danza nupcial, cayeron exánimes a tierra, uno a uno, perdiendo  la vida, quedando allí entre sus velos nupciales, olvidados en el recuerdo. Entonces yo volé  lo más que pude, para descender a tierra lo más lejos de mi hormiguero. Me oculté en la hierba, cortando mis cuatro alas o mejor dicho me despojé  de mi traje de novia quedándome totalmente de negro.  Después  de perforar un orificio en el suelo donde prácticamente  me sepulté en un lugar muy estrecho, lo que consideré  como una adquisición  de un cuarto subterráneo. No llevaba nada conmigo fuera  del buche social con un poco de rocío  meloso, en lo que se refiere a alimento...

         Estaba totalmente sola para fundar mi propio Reino una nueva colonia. Empecé  a depositar  mis huevos  y anidarlos  uno a uno hasta que pronto los primeros se transformaron en larvas y éstas se fueron tejiendo su propio capullo. Pero, ¿Quién los alimentaba si me encontraba en una celda totalmente cerrada? ¡Sin obreras! Contando sólo conmigo misma. Ya les había dado todo lo que poseía en mi bolsa abdominal, sólo  contaba con un poco de humedad de la celda, lo que era muy favorable a mis condiciones, pero. Cuando habían pasado seis meses sin comer y sin poder alimentar a mis huevos y a las ya convertidas en larvas, empezó mi tragedia. Me había convertido en un esqueleto, casi a punto de morir y mi muerte habría aniquilado  todo el porvenir de esta nueva colonia  que yo misma había comenzado.

         -La reina guardó silencio. Yo la miré preguntando para mí. ¿Qué hizo? -Como respondiendo a mis pensamientos, suspiró profundo, como si un dolor la aquejara, entonces dijo.

         -Y resolví  comerme uno o dos de mis huevos, lo que me dio fuerzas para seguir poniendo tres o cuatro huevos. Y así  tuve que hacerlo... Poner cuatro huevos y comerme dos. . .Fue la única manera de aventajar a la muerte. Así estuve durante un año, hasta que al final, ya salieron mis tres primeras obreritas,  débil  por su mala alimentación desde que estuvieron en el huevo, pero con esfuerzo perforaron las paredes de mi celda y salieron en busca de los primeros víveres para alimentarnos.

         Desde ese día yo dejé de trabajar y sólo me dediqué a dar órdenes y poner mis huevos... Lentamente fueron saliendo otras obreras que, a su vez cuidaban de los nidos alimentándolos y preocupándose  de todo el quehacer de nuestra colonia. Desde entonces todo cambió de año en año nuestras galerías fueron creciendo y nuestra población aumentando.

         -Yo quise preguntar cuánto tiempo llevaba en eso, o sea, reinado esta colonia, pero no tuve tiempo de decir nada, porque la respuesta vino al instante.

         Llevo diez años. Me dijo: Y repitió ¡diez años! Ya me queda poca vida, puedo vivir hasta los doce años, pero también puedo morir en cualquier momento. Como ves, dijo: Mirándome, yo fui muy valiente y volé mucho para no ser apresada por mi colonia madre.  Yo quería ser Reina de mi propio Imperio, porque como ves esto ya es un imperio y albergo  a hormigas de otras especies.

         Yo la escuchaba atentamente y sentí  gran admiración por ella y a la vez, sentí pena de saber que pronto tendría que morir  por la edad que tenía.
         La Reina  se quedó en sus aposentos y Rufi salió  conmigo por las galerías. En una celda  había varias hormigas arreglándose, que parecían disfrazadas, yo iba a preguntar  a Rufi, pero ésta no me dejó tiempo para hacerlo y me explicó.
         -Son soldados conserjes o porteras del nido. Ellas adquieren  el color de la región que las alberga o del punto donde se colocan como centinelas.
         Pero todas tenían un distintivo diferente. Al hacer yo esta observación, Rufi me siguió explicando.
         Fíjate bien,  dijo. Está El o La Portera, la semi portera, portera suplente, candidata a portera y portera aficionada.
         Las miré una a una cómo se arreglaban y seguimos por las galerías subterráneas. No podía salir de mi asombro con todo lo que había visto. Yo quería hacer preguntas y  más preguntas, pero Rufi no me dejaba. No pude comprender por qué medio tan especial captaban todo lo que yo quería  preguntar, pero sí pude darme cuenta que todo  su poder  lo tenían en esas cuatro antenitas, especialmente para comunicarse entre ellas y captar el sendero. Eran  casi ciegas,  pero por medio de las antenas superaban  cualquier obstáculo a su paso.
         En todo el mundo somos algo así como ocho mil especies distribuidas  en diferentes lugares. Manifestó.
         -Y tú. ¿Vives tanto como la Reina? -Le pregunté. Fue sorprendente para mí haber podido hacer la pregunta, ya que Rufi  era tan espontánea y rápida  en instruir mis ideas que no me dejaba lugar a hacer preguntas.
         -No. No. Me respondió.
         Tú sabes, la Reina vive entre diez y doce años, pero nosotras no más de cuatro.  Trabajamos mucho y eso nos produce un gran desgaste, imagínate, somos muy resistentes. Yo ya tengo tres años y medio. ¡Si me hubieras conocido antes! Cuando era joven  pasé por muchas cosas,  hasta fui apresada por los monstruos. -Terminó diciendo.
         A mí me dio un escalofrío, pero pronto recordé que los monstruos para ellas éramos nosotros los humanos.
         -Siendo muy joven.  -Continuó relatando.-  Me apresaron y me tuvieron ocho días bajo el agua.  Sí, lo que estoy contando es así, soporté y sufrí. Después de ocho días, ya  casi totalmente ahogada, me sacaron de la cubeta y me alimentaron, observándome día a día por unos anteojos con un vidrio enorme.  Felizmente, me daban buenos alimentos, con lo que me repuse pronto,  yo tuve la precaución de almacenar lo que más pude en mi buche o buche social, y de pronto me dejaron encerrada en una caja de madera, sin nada.  Allí permanecí por tres meses, mi alimento de reserva ya casi se me había terminado,  estaba a punto de morir, pero, aun así, yo estoy segura que habría soportado tres meses más.

         Nuevamente  me alimentaron hasta reponerme del todo. Yo volví  a guardar alimentos en mi bolsa.  No les había bastado todo lo que habían hecho conmigo, me depositaron en otra caja, pero ahora con otras hormigas de diferentes especies, entre ellas una dorilina que habita en el Brasil, México, y África. . . Son grandes y arrasan con todo.  Con sus grandes molares, empezó a carcomer la caja que era de una madera blanda.   Al percatarse de esto, los monstruos nos trasladaron a un tiesto de vidrio,  La Dorilina  cargó contra sus propias compañeras.  Yo estaba aterrada, aislándome  en un rincón, sin saber cuál sería mi destino.

         El monstruo no tuvo otra alternativa que sacar de allí  a la Dorilina, quién lo mordió con sus enormes mandíbulas, sacándole un pedazo de la mano. Y estoy segura  que si no la  exterminan, la Dorilina habría  terminado por comerse al monstruo. En reemplazo de ésta  colocó otras hormigas en la caja y empezó nuestro calvario. Muy pronto  a algunas se les terminó la reserva  alimenticia. Yo corrí  a proporcionarles alimentos a varias. Además  como puedes ver, mi carácter  es alegre y espontáneo. Entonces yo les daba valor y nos ayudábamos  unas con otras, pero  también  había  algunas egoístas y cuando se vieron prácticamente  derrotadas ante la muerte, procedieron al canibalismo, dando muerte a tres de nuestras compañeras.  Todas estábamos  abatidas y no podíamos  defender a las víctimas. Cuando ocurrió este hecho, vino el monstruo y nos liberó.

         Yo, aún con muy pocas fuerzas, corrí lo más que pude hasta esconderme entre las hojas que mucho me costó encontrar, porque estábamos  en una construcción sólida. Caminé sin rumbo, llegué a una playa y mi alimento fueron restos de pescado y mariscos. Subí a un barco y me adentré en las bodegas donde pude almacenar azúcar en mi buche.  Pasado algún tiempo, después de haber navegado como dos meses, atracamos en un puerto, donde descargaron el azúcar. Cuando limpiaron  las bodegas yo salí corriendo, antes que los monstruos terminaran conmigo. Entonces  caminé mucho por una zona con árboles, flores, y arbustos, anduve largo tiempo en busca de un hogar, hasta que llegué a este hormiguero.
         -Yo la miré, y le pregunté. -¿pero cómo pudiste formar parte de esta familia si eres tan distinta?
         -Eso no fue fácil,  me respondió. Las porteras eran implacables, pero yo traía mi buche repleto de excelentes manjares  azucarados, que compartí con ellas y así, poco a poco, me fueron aceptando hasta que pude entrar.
         Pero eso no era todo, Yo la miraba realmente extasiada escuchándola, entonces ella siguió:
         -Entré  por las galerías y llegué hasta la Reina. Quién me dijo: -¡Eres intrusa! ¿Qué haces aquí? 
         Entonces yo le hice una gran reverencia y le ofrecí todo el alimento que me quedaba. La Reina lo aceptó, encontrándolo exquisito.
         “Yo seré una de tus guardianas, Mi Reina,” Le dije. Yo cuidaré de ti en todo momento.  Le manifesté.  Entonces ella me aceptó y llevo aquí dos años y medio.
         -¿Por eso eres tan diferente? -Le pregunté.
         -Sí como puedes ver, el resto de la familia es más parca, pero yo no sé si te habrás dado cuenta que no soy la única extranjera, también hay otras diferentes a mí  y diferentes a la Reina.
         Seguimos  caminando por las galerías, cuando  nos percatamos de un ruido ensordecedor. -¡Son guerreras! Exclamó Rufi.
         Y, luego, gritos por todas las galerías.  ¡Guerra!   ¡Guerra.!  Y todas corrían. En pocos segundos  el nido se vio totalmente convulsionado, entrando unas centinelas que manifestaron se trataba sólo  de un centenar. Rufi, recuperada del pánico, me dijo:
         -Nosotras somos cinco mil.
         -Las nodrizas se aferraron a sus bebés para proporcionarles toda su protección, el resto  sin ser guerreras tomaron sus lanzas y formaron escuadrones, quedándose alerta, todas marcharon  mientras otras daban órdenes, el ruido era ensordecedor. Salieron los primeros escuadrones. Yo me quedé con Rufi, pero ésta  no podía  controlar sus nervios por no poder ir a la guerra a defender la colonia. Como estaba tan impaciente, me llevó a la celda de la reina, dejándome en la antesala, corrió hasta la entrada con una lanza. Al cabo de unos momentos volvieron los escuadrones.  “Se han ido en retirada, sólo era un centenar”  Oí que decían, pero traían a tres hormigas heridas sin gravedad, las cuidaron y alimentaron hasta que se repusieron. En ese momento regresaba Rufi, cansada y agitada.

         -Se fueron en retirada, manifestó contenta. -¿Sabes? Las hormigas guerreras son realmente terribles, tienen hasta dos corridas de mandíbulas, pueden  despedazar al enemigo de un solo golpe. Sus  costumbres bélicas son diversas, tienen las guerras abiertas, ataques  relámpagos, levantamientos en masa, acechanzas, emboscadas sorpresas. Están sabiamente organizadas en el aspecto bélico, que son admirables. No te sigo explicando, porque parece que el tema de la guerra te aburre.
         -Sí, sí. - Le contesté, mientras  bostezaba estaba realmente cansada.
         -Entonces pasemos donde la reina, me dijo: Abriendo la puerta contigua. Entramos  al salón Real. Nuevamente  las reverencias a la Soberana, luego dijo.
         -Este pequeño monstruo desea su libertad, majestad. -La miré sorprendida, aún no me podía acostumbrar  a la idea que sabía todo lo que yo pensaba. La Reina, muy altiva, respondió.
         -¡Llévala a la superficie!  Y cuando estén allí, le das una gota de este brebaje, dijo: entregándole un objeto pequeño a Rufi.
         Corrimos por las galerías, yo olvidé mi cansancio y todo, pero antes, hice una reverencia a su Excelencia La Reina, di las gracias, un grato ¡adiós! Y corrí buscando la salida, seguida por Rufi. Al llegar a la superficie, respiré el aire puro y perfumado del bosque. Rufi me miró, me entregó mi ropa y me dijo.
         -Pequeña Li, ha sido muy hermoso compartir todo este tiempo contigo.
         Yo sentí su voz quebrada y mi corazón pareció apretárseme. . .
         -¡Yo también! - Le respondí.  ¡Te echaré  mucho de menos!
         -También yo deseo para ti, Pequeña Li, lo mejor de tu mundo.
         Rufi, querida, no llores, que me darás mucha pena. . .
         -No. Yo no lloraré. Pero, instintivamente, se llevó la mano a sus grandes ojos, con la otra me dio una gota del brebaje a tomar.  Lo recibí y lo tomé, mientras lo bebía rodaron lágrimas por mis mejillas y sentí cómo me empecé a alejar de Rufi, perdiéndola  de vista, dejándola en un punto hasta que ya no la vi.

         Nuevamente me encontré en el suelo, llorando por la desgracia de mi perro Jonás. ¿Había soñado? O realmente viví en el mundo de las hormigas, suspiré profundo y pensé ¡Qué mundo tan maravilloso! Cuantas cosas tenemos que aprender a veces de un insecto tan minúsculo  y tan grande en su organización. En su amor, en su grandeza en su inteligencia, vivir con ellas, las hormigas, fue hermoso, mi alma se llenó de una fuerza especial, un recuerdo que llevaría conmigo para siempre, especialmente el recuerdo de mi gran amiga Rufi, Dinámica, alegre, positiva, comprensiva, un tanto hiperquinética, la amistad que me brindó, aun siendo su prisionera, fue algo divino, jamás podría olvidar “El mundo de las hormigas
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JONAS VUELVE

         La mañana estaba fría, miré el patio mojado y los árboles, desposeídos de sus hojas. Desnudos al viento, al frío a la intemperie, como un niño pobre sin hogar, sin familia deambulando por las calles, tanto de día como de noche, ¿Cómo proteger a los niños que estén soportando tal desdicha?  Los árboles sin su hermoso ropaje, estaban ahí aferrados a su tierra que los sostenía  junto a nosotros que los contemplábamos en un ir y venir, esperando una primavera más para que se vistieran de gala. Sus ramas caídas dejando pasar la lluvia  parecían ahondar más mi tristeza. Un ruido me distrajo y miré hacia el portón.

         -¡No puede ser, Jonás! Salí corriendo y gritando. ¡Mi perrito!  ¡Mi perrito lindo!
         Caminaba lento y su cuerpo mojado tiritaba incesantemente. Lo abracé y él gimiendo, lamió  mis manos, moviendo su cola de alegría. Se había salvado de la corriente  y de las turbulentas aguas del riachuelo,  ¡había vuelto! Mi alegría era incontrolable.
         -¡Mamá Bella! Grité  ¡Jonás ha vuelto! Le di comida y muy pronto Jonás  corrió junto a mí por los campos.

EN  LA  ESCUELA

            La campana  sonó sorpresivamente y todas las niñas salieron corriendo al recreo. La  profesora, señorita Marta, me colocó la mano en el hombre diciéndome. ¿Cómo estás, Li?
         -Bien, Señorita- Le contesté.
         -Y, ¿Has leído más cuentos?
         -No, le respondí.
         -Y, ¿Te gustaría leer uno?
         -Sí, Señorita, le respondí, e inconscientemente di un salto y la miré pletórica de alegría. Entonces ella sacó de su carpeta un libro y me lo entregó.
         -¿Gracias, Señorita? Y salí corriendo al patio, donde todas las niñas de la Escuela estaban corriendo y saltando de un lado a otro, o jugando al luche, o cualquier otro juego.

         Me ubiqué en una esquina sombría y apartada, del resto de mis compañeras abrí el libro y leí su título, “La paloma del rey”.
         Solo me faltaban algunas líneas  para terminarlo cuando nuevamente sonó  la campana para volver a clases, me apresuré y corrí,  cuando ya no quedaba nadie  a mí alrededor. Pasé  por las salas escuchando el vocerío del alumnado. Entré en silencio y en ese momento la Señorita Marta, que estaba en su escritorio, levantó la vista, me miró con una sonrisa, sin decirme nada, fue hasta mi pupitre, donde tomé asiento, buscando mi cuaderno correspondiente a la clase.
                  







LA  PALOMA  DEL  REY   (Cuento)

         Había una vez una paloma que feliz y contenta volaba por los bosques. Pero un día llegaron  hasta sus oídos unos lamentos que consternaron su corazón. Entonces, la paloma voló y voló hacia el lugar de donde venían esos lamentos, encontrándose frente a un hermoso castillo.
         Subió hasta la torre y allí, encerrado, se hallaba un pobre hombre llorando amargamente.
         -¿Por qué lloras, buen hombre? -le preguntó la paloma.
         -Lloro porque el rey me va a matar.  Respondió el hombre.
         Entonces, la buena paloma no hizo más preguntas y empezó a ingeniárselas para abrir la puerta que era de barrotes, cargada por fuera con un soporte. La paloma advirtió que si se posaba en el extremo de éste, el soporte se desprendería y el hombre estaría libre. Así lo hizo y en el mismo instante en que el soporte cedió, el hombre abrió la puerta y salió corriendo. La paloma  regresó al bosque de donde había venido.
         Había pasado algún tiempo y un día, en el bosque a orillas del camino, estaba la paloma cantando, cuando pasó un hombre. Al percatarse la dócil ave de que era el mismo hombre al que tiempo atrás  ella había salvado de la prisión, se quedó en el mismo árbol para saludarlo. Lamentablemente, el individuo, apenas divisó al buen pajarito, tomó una piedra del suelo y se la lanzó,  ésta  emprendió el vuelo hacia una rama más alta, aún incrédula de lo que estaba viendo. Acto seguido, el hombre buscó más piedras y llenándose las manos de ellas, empecinado, lanzó una tras otra. La paloma, muy triste, abrió  sus alas y emprendió el vuelo muy lejos de allí.
         Pero no pasó mucho tiempo cuando, un día, la paloma escuchó los mismos lamentos que la vez anterior, vaciló un instante y luego se dirigió al castillo. Allí  estaba el hombre llorando, encerrado en la torre.
         -¡Sácame de aquí, palomita!-  Le suplicó.
         Ella lo miró movió su cabecita ingenua, caminó, voló alrededor de la puerta de barrotes y el hombre, desesperado, empezó a llorar más fuerte.
         -¡Sácame de aquí, palomita! - Le gritaba tendido en el suelo con las manos hacia arriba y sus ojos llenos de lágrimas, no cesaba de implorar.
         Entonces, la paloma de un vuelo se posó en el extremo del soporte y la puerta se abrió: nuevamente el hombre salió corriendo.
         Una tarde, el hombre pasaba por un castillo y sintió el arrullo de una paloma, pero era un arrullar muy triste. Se acercó y vio que la paloma yacía   prisionera, en una jaula de oro. Cuando el ave vio al hombre se alegró, porque  si ella lo había salvado dos veces. ¿Por qué  él no la iba a salvar? Pero el cruel hombre tomó a la débil paloma y se la llevó.
         Al percatarse  los guardias del Rey  que la hermosa paloma había desaparecido, que había sido robada, emprendieron la búsqueda del culpable, encontrándolo a orillas de un estero, donde había preparado la paloma asada. Lo tomaron lo llevaron prisionero ante el Rey. Este muy molesto, dio la pena de muerte al cruel hombre que tan vilmente le había arrebatado su ave más preciosa y preciada.

EPILOGO

         Cuenta  la historia que el hombre fue enterrado en la cima de un cero y qué desde muy lejos se divisaba la cruz y sobre ella, un ave que cantaba muy hermoso, pero a la vez muy triste, que hacía llorar a todas las personas que tenían la dicha de escucharla. . .
Fin
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EL  CARBÓN  Y  LA  TIZA
        
         La  profesora nos dijo que lleváramos un brasero para el día de San Luis, por ser el onomástico de la Directora. Le haríamos unas onces y un saludo especial. Algunos le recitarían y bailarían, después de esta gran alegría. La señora Directora  estaba muy emocionada, con muchos ramos de flores y pequeños regalos adornados con cintas de colores. Ya se habían ido casi todos los niños, yo debí quedarme hasta el final, por ser semanera, pero mi otra compañera no había venido porque estaba enferma de influenza. Me  quedé sola en la sala, con la escoba en la mano. Me senté un rato y allí me quedé en un rincón descansando.
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           De pronto veo que desde la mesa la tiza se levanta iracunda, con voz aguda de mujer, insultando a un trozo de carbón que quedaba en el brasero.- ¿Qué hace  este negro aquí? - Le decía.
         -Yo soy la tiza y sirvo para escribir, paseándose sobre la mesa en ademán altivo y autoritario.
         El carbón, que yacía entre la ceniza, al sentirse insultado se levantó también iracundo, de un salto subió a la mesa y con voz ronca exclamó:
         ¡Me insultas porque soy negro!  -Sí, soy negro y yo escribo en el pizarrón blanco y tú eres blanca, pero escribes en un pizarrón negro le dijo.
         Entonces la tiza no supo qué decir. Después de pensar un rato, respondió.
         -Sí.  Pero yo le enseño a escribir a los niños.
         -Bueno, le respondió el carbón, Yo también les puedo enseñar a escribir  a los niños y les proporciono  calor para que no tengan frío y preparen sus comidas.
         -Sí, dijo la tiza. -Pero luego  te conviertes en ceniza.
         El carbón respondió:
         -¡Y tú, en polvo!
         Al escuchar esto, la tiza empezó a llorar amargamente.  Entonces el carbón se enterneció y la consoló diciéndole.
         -¡No llores! Tú  polvo y yo ceniza, estaremos iguales. Y podremos vagar por el aire sin que nadie nos detenga.   Libres  al viento, libres en el aire, bajo el sol, en la lluvia, sólo seremos polvo que  pasaremos inadvertidos para los demás. Pero tú y yo ya no seremos diferentes, sólo seremos polvo.
“Sólo seremos polvo”

          ¡Qué raro! Como me pude quedar dormida inadvertida, fue como haber visto una película, o bien sólo fue un pensamiento. Fui hasta la mesa, tomé la tiza que yacía   intacta y la dejé en el pizarrón: cosa curiosa, encima de la mesa también había un trozo de carbón, lo tomé  y lo dejé en el brasero.
         Barrí la sala lo más rápido que pude, tomé mis libros y corrí a casa pensando, siempre pensando en la tiza y en el carbón.


        
NACE  UNA  ESCUELA
        
         Empezábamos  la clase y todas rumoreaban que nuestra Escuela se fusionaría con la escuela de hombres. Y para eso se haría un acto, en el que algunas niñas bailarían, recitarían y cantarían.
         Fui a la sala de ensayos donde se preparaban los números para el acto. Una niña de curso superior estaba bailando español.  Cuando terminó se sentó  a mi lado para observar el siguiente número.
         -¡Es lindo tu baile! -Le manifesté.
         -Sí. Me respondió, pero no tengo traje de española.
         -Traje de baile español, me quedé pensando.
         -Luego ella, manifestó. No sé  a quién pedirle un traje de baile español para que le dé más realce a mi presentación.
         -¿Sabes? Mamá Bella tiene uno, ¿Por qué no se lo pides?
         ¿En serio?  Me respondió.
         -sí.  Seguro que sí. Mamá Bella tiene un vestido de baile español muy lindo y además una pandereta, y castañuelas.
         -¡Vamos entonces! a hablar con tu Mamá Bella.
         Le pedimos  permiso a la señorita Marta y corrimos hasta mi casa. Mamá bella se extrañó  de vernos, pero al explicarle movió la cabeza y subimos al desván, abrió  el baúl y extrajo el vestido arrugado y con olor a húmedo.
         -Este es el vestido de española, dijo:
         Mi compañera  Maritza lo tomó, extasiada, dándole vueltas entre sus manos contemplando el conjunto de vuelos, y más vuelos, luego  Mamá Bella le entregó las castañuelas junto con la pandereta.
         -¿Los puedo llevar? -  preguntó Maritza.
         -Si te sirven, llévalos y que tengas una hermosa presentación en tu baile.
         -Bailaré flamenco, gracias señora Bella, Muchas gracias, me ha hecho un favor muy grande.
         -Regresamos a la  escuela muy contentas. Teníamos lo principal. Una vez allí observamos que todo estaba convulsionado, porque todas las alumnas participaban preparando el gran acontecimiento.

         Esa mañana nos formaron a todas en el patio y llegaron los niños también formados, quienes fueron tomando lugar al lado de los respectivos cursos de las niñas. Una vez que todos estuvieron bien alineados, se izó la bandera y cantamos  la Canción Nacional. Algunos  padres ocupaban las galerías,  estaban muy emocionados por este cambio, ya que desde ese día estarían para siempre las dos escuelas juntas la número siete de hombres y  la  número once de niñas dando origen a una nueva escuela mixta. Después  hablaron, nuestra Directora  y el Director de la otra Escuela y luego se realizó el acto. Yo  sólo quería  ver el baile de Maritza,  a quién aplaudieron y felicitaron, porque realmente se destacó en su actuación. Todos estábamos conscientes que nuestra escuela ya no sería más escuela número once.










PREGUNTAS DE FAMILIA

         Cuando regresamos a casa con el vestido, le pregunté a mamá Bella.
         -¿De quién es este vestido?
         -Parece que te dije, Li, hace ya tiempo. 
         -Seguramente, pero ya no recuerdo, le respondí.
         -Es de Sara. . .
         -¿Y quién es Sara?
         -La hermana de Simón. -¿Y quién es Simón?
         -¡Simón!  Dijo mamá Bella, dando un suspiro profundo.
         Maritza, se sintió inquieta frente a estas preguntas y dando gracias por el vestido, se despidió y se fue. Yo miré a Mamá Bella  esperando que me siguiera contando de Simón. Estaba sentada, en sus manos tenía el vestido, las castañuelas y la pandereta habían  quedado sobre la mesa.

         -Simón era mi esposo, que falleció  hace muchos años, su muerte  fue muy repentina. Yo era muy joven aún y prácticamente estábamos recién casados. Luego  nació  mi hijo tu padre, que no tuvo la dicha de conocer a su padre. Sólo conoce su retrato que se encuentra ahí, en el comedor, sobre el armario. Ahí está  Simón, con sus bigotes y su pelo engominado peinado hacia atrás. Por eso no me gusta hablar de él, las cosas tristes hay que olvidarlas. Terminó diciendo mamá Bella  
         -Y ¿Quién es la tía Sara?
         Sara es hermana de Simón. Regresó a España, de donde había venido.
         ¿Y por qué regresó? Esa es una historia muy pero muy triste.
         Con todas estas confidencias que me hacía mamá Bella sentí un deseo enorme de decirle entonces que ella era mi abuela y yo quería saber de mi madre, pero no me atreví  a mirarla de frente y dándome muchas fuerzas le pregunté.
         ¿Y, donde está mi madre? Al hacer esta pregunta mi voz se quebró y no pude contener las lágrimas. Entonces mamá Bella se dio cuenta de cuán grande era mi dolor y abrazándome me acarició el cabello, rompiendo ella también en sollozos, luego  me dijo.
         -Tu madre hace algunos años debió irse a un sanatorio, por una afección pulmonar. Allí ella hace tejidos, los que posteriormente se venden y con eso te envía algunos regalos.
-¡Sí, sí le respondí contenta!

         Ahora yo entendía el misterio de la encomienda que justo llegó para el cumpleaños de mi amiga Carolina, ¡nunca iba a olvidar ese momento! Cuando recibí ese traje celeste, los zapatos azules, calcetines  y el abrigo, aunque estábamos en primavera, pero igual me quedaría para los días fríos. Todo fue muy lindo y yo fui muy feliz, ahora que Mamá Bella me contó lo referente a mi madre, consideré que esto tenía un valor incalculable. Luego  le pregunté.

         ¿Y por qué no vamos a verla?  Yo quiero verla le insistí ansiosa.
         -No, mi niña, su enfermedad es contagiosa y nosotros tenemos que velar por tu salud y protegerte de todo.
         Desde ese día  cambió para mí la imagen de mi madre, ¡Por fin! Me  había hablado de ella. Una alegría silenciosa embargó toda mi alma. ¡Mi madre! Me dije una y mil veces. Llegada la noche me dormí con un grato pensamiento de amor, cariño, dulzura hacia ese ser tan especial que me había dado la vida.

         Al día siguiente desperté aún con estos pensamientos y me levanté de prisa. Llamé  a papá, que ya estaba en el patio, arreglando una cerca. Corrí  hacia él y le dije.  ¡Papá,  Papá! Y lo abracé y besé.
         Luego me fui a tomar el desayuno y al  irme al colegio abracé  a Mamá Bella y la besé. Yo estaba muy triste, pero tenía a papá y también a Mamá Bella,  sin considerar todos mis amigos de fantasía, como mi perro Jonás, Gaspar, el espantapájaros, que no había visto desde el otoño, y toda mi colección de cuentos, donde cada personaje tenía  vida para mí. Entonces  me sentí muy, pero muy feliz por tener tanto amor.

         En la escuela debimos compartir los asientos con nuestros nuevos compañeros. Rara coincidencia que en el curso mío  quedó  Víctor Guiñes,  el niño de mi edad que vivía  en Los Boldos, él se sentó en el mismo banco mío que era para dos.
-        -¿Cómo está la vaca? Le pregunté.
         -¿Cuál vaca? -Me respondió en voz baja.
         -La que te llevé el año pasado, con el becerro.
         ¡Ah sí! Me contestó. El becerro ya es novillo y la vaca ahora es mamá.
         -¿Y tu mamá, la Sra. Mercedes?
         -¡Bien! Me respondió.
         -¿Y tu hermano Marcos?- ¿Y tu papá Victoriano?
         -¡Bien!
         La Señorita Marta  nos hizo callar y empezó la clase. Nos habló del descubrimiento de América por  Cristóbal Colón el año 1942.  Y las tres carabelas  la Pinta, la Niña y la Santa María,  que salieron del puerto de palos, desde España ayudado por la Reina Isabel.
________________
        
UNA TARDE DE NOSTALGIA

         La tarde estaba fría y silenciosa. Llevé a Carolina y Marisol mis dos muñecas al banco donde solía sentarme, para jugar allí con ellas. Recordé  a mi amiga Carolina, la hija del Diplomático y nieta de la señora Virginia Flandes. Ella  había quedado de escribirme, una segunda carta,  yo le había contestado después de recibir la cajita de música  y la muñeca que bauticé con  el nombre de Rayén, pero no había obtenido respuesta, esperaba con ansias su segunda correspondencia.

          Sumida en mis pensamientos, con la tranquilidad que nos depara el invierno jugando con las muñecas. Mamá Bella, en sus quehaceres cotidianos, en el patio el perro Jonás ladraba de vez en cuando, el fuego de la cocina hacía hervir  las ollas y el gato regalón de papá dormía  en un rincón calentito. De pronto se abrió  la puerta y entró papá  muy preocupado, traía dos cartas en sus manos, una venía abierta la otra estaba cerrada.
         -¿Quién escribió?- Preguntó Mamá Bella.
         -Esta es para Li, respondió papá, entregándomela al instante.
         La recibí apresurada, la miré buscando el remitente, ¡Es de Carolina! Manifesté, di vueltas gritando de alegría, ¡Es de Carolina! Papá  Carolina me escribió nuevamente, Mamá Bella mira, mira es carta de mi amiga de  Santiago.
         Mi alegría fue desbordante, no podía creerlo. No me preocupé  de la carta de papá y subí  corriendo  al dormitorio para estar sola y saber pronto lo que me decía. En el ángulo superior de la esquela, al lado izquierdo se leía “Santiago de Chile” y luego la fecha a continuación, Señorita Lindaúra San Martín. “Tralcamahuida”

         “Mi Querida Amiga Pequeña Li.”

         Después que te envié la caja de música y la muñeca que te ofrecí. Muchas veces  tuve la intención de  escribirte o mejor dicho contestar tu misiva donde me das las gracias por ese pequeño regalo que bien te lo merecías, pero tanto mis estudios,  como también algunos cursos extras de idiomas no me lo habían permitido, mi padre se irá como Embajador a uno de los Países de Europa  el próximo año, por lo tanto eso nos tiene muy preocupados,  especialmente porque no sabemos si será a España, Francia, Inglaterra Alemania. Por esta razón mamá y yo estamos estudiando  idiomas, pero  antes viajaremos a las lagunas de hielo del sur de Chile. No sé si yo pase algunos días a la casa de campo de la Abuela Virginia, ocasión que tendré para verte y saludar a tu familia y contarnos tantas  cosas. Tengo muy buenos recuerdos de mi estadía en ese lugar tan hermoso.
         Recibe  el cariño y aprecio de tu amiga que no te ha olvidado. Carolina   
        

         Terminé  de leer  mi carta, la doblé y  en una cajita que tenía donde yo guardaba sólo  mis cosas importantes, di un suspiro profundo, sentía una gran satisfacción, una alegría  incalculable. Fui  corriendo donde Mamá Bella para contarle de mi carta, pero me sorprendí tanto al verla sentada en un rincón  como si estuviera desmayada.

         -¿Qué pasa, Mamá Bella? Le pregunté. ¿Qué pasa?
         -Mañana viajaremos a la Ciudad. -¿A qué?
         - A ver a tu madre que está muy mal- Me respondió.
         Pese a lo que ella me estaba diciendo, sentí alegría  de poder ir a verla, la iba a conocer e iba a estar con ella. ¡Mi madre pensé! mi corazón palpitaba acelerado, entonces  Mamá Bella  se levantó de su asiento precipitadamente y me dijo: Trae  la plancha, la llenó de brasas y luego buscó mi ropa. Yo  corrí  a prepararme para viajar al día siguiente, Raquel entró en ese momento con un atado de leña para la cocina.
         -Mañana vamos a viajar, le dijo Mamá Bella. Y tú  deberás  quedarte en la casa. Raquel hizo algunas preguntas. Que le fueron contestadas, todas referentes a la casa y nuestro viaje.

LA   PEQUEÑA  LI  CONOCE  A  SU  MADRE
        
         El edificio era alto, de gruesas paredes, a la entrada se leía un enorme letrero: “Sanatorio de los Jesuitas”  Una  religiosa salió a nuestro encuentro y nos llevó  a un salón de espera. Allí estuvimos largo rato. Mamá Bella  se limpiaba sus ojos  a cada momento y papá  en silencio,  se veía  muy preocupado. Luego regresó la monja y nos llevó a una galería, al final de ésta se divisaba una silla de ruedas y en ella un pequeño bulto envuelto  en un chalón, avanzamos y al estar cerca, la monja nos detuvo.

         -Hasta aquí. Nos dijo. Antes nos habían pasado unas mascarillas para cada uno de nosotros, igual que ella. Entonces tomó  la silla y la colocó  frente a nosotros, un rostro demacrado y moribundo chocó con nuestras miradas. La mujer levantó su opaca vista.

         ¡Mamá Bella! Manifestó y de sus ojos brotaron lágrimas, luego me miró, manifestando con dulzura: ¡Mi pequeña Li! “Te he fallado” -Que Mamá Bella cuide de ti y te dé lo que yo no pude darte, como igualmente tu papá, ellos cuidaran de ti.

         Mientras tanto Mamá Bella lloraba, la Reverenda, tomó  a Mamá Bella  y la llevó de regreso al salón. Yo me quedé junto a papá  e, instintivamente, lo tomé  de la mano, en ese momento yo no sabía  que pensar ni que decir, sentí  unos deseos desenfrenados de abrazarla, besarla y gritarle ¡Mamá! ¡mmá te quiero! ¡Te quiero mucho mamá! Pero no podía. Papá me apretó la mano muy fuerte. Entonces lo miré  y mi padre estaba muy consternado. Esto me enterneció mucho, vi desprenderse de sus ojos algunas discretas lágrimas, lagrimas que me llegaron a lo más profundo de mi alma, yo no quería que mi padre sufriera, Ellos se miraron, sólo se miraron. Yo no podía hablar, no podía decirle ni siquiera mamá, sentía un nudo en mi garganta, mi lengua  pesada y creo que me sentía  hasta mareada.  Vino otra monja, se sonrió tomó la silla de ruedas. Me la llevo, dijo:
         Papá, cerró los ojos y luego manifestó. ¡Adiós!
         Su  voz, débil  e impotente,  en un dejo de amor y ternura, respondió.
         ¡Adiós! Adiós  hija mía, adiós Pequeña Li.
         Entonces  yo no pude más. Baje la cabeza sin poder contener mis   lágrimas, en un dejo de tristeza, como también esa alegría de haber estado con ella, saber que existía darme cuenta cuanto la amaba, aun así demacrada la  vi tan hermosa mi última mirada solo fue  una sonrisa adornada de lágrimas, que belleza más grande haberte conocido mamá.
Vino una novicia que me llevó  a ver un jardín y unos pajaritos que tenía en una jaula.
         -Son canarios me dijo. Los miré  despectivamente y volvimos al salón.
         Regresamos a casa, pero los tres estábamos  muy tristes. Pese a todo yo había visto a mi madre y eso me conformaba.







         EL  VELORIO  DEL   MANCO
        
         Esa mañana  llegó a la escuela Víctor, muy triste- ¿Qué te pasa? Que te vez tan triste, Le pregunté.
-¡Mi Manco! Me contestó.- ¿Quién es tu Manco? - ¡Mi caballo!
-Ah, ¿y qué le pasó?-  ¡Se murió!
-Huf. . . ¿Y de qué se murió?
-De frío. - ¿Y qué vas a hacer?  -¡Velarlo!  - ¿Y cómo? ¿Cómo se vela un caballo?
-Esta tarde, saliendo de clase, llevaré muchas velas y le haré  su velorio.
-¿Y puedo ir yo?   -Sí, seguro que sí, puedes ir al velorio de mi Manco.
Apenas  llegué a casa le conté a Mamá Bella lo del Manco, le pedí velas y corté algunas flores de juncos. Mamá Bella me obligó a colocarme un gorro porque hacía mucho frío. Víctor pasó por mí y nos fuimos corriendo.
Está en la quebrada del litre, me dijo.
         Eso era muy cerca de donde estábamos, ya que la casa de los Guiñes  quedaba como a una o dos leguas de la casa mía. Corrimos hasta donde estaba el caballo y allí yacía, tirado en el suelo. Empezamos  a prenderle velitas, pronto  llegaron otros niños que Víctor había invitado todos estábamos tristes por la muerte del Manco. 
         -Y ¿Por qué  le dices Manco? Le pregunté.
         -Este es un caballo inglés, respondió  Víctor.  Corría  en el Club Hípico, pero se torció  una pata y no pudo seguir corriendo. Entonces  lo vendieron a papá  muy barato, así  como estaba, accidentado siempre manqueando, lo empezamos a llamar “el Manco” Papá  le vendó el tobillo y yo lo lavé con salmuera hasta que se mejoró.
         Todos  los niños trajeron velas y algunos hasta flores, le arreglamos por alrededor de su cadáver las flores y una vela al lado de la otra. Uno de los niños dijo:
         ¿Por qué no le rezamos para que se vaya al cielo?
         Víctor lloraba en silencio.
         -Bueno  dijimos todos ¡Recemos! Entonces  lo tocamos cada uno con una mano, para que así  recibiera con más  fuerza nuestra oración.
         -Señor. Dijo la niña que empezó a rezar. Todos bajamos la cabeza en ademán de respeto y dolor.- ¡Señor! Repitió ¡Por qué te has llevado al Manco!  ¿Si Víctor lo quiere tanto? ¡Señor!  ¿Acaso no puedes devolverle su caballo para aminorar su dolor? ¡Señor!.  Devuelve la vida a este animal para que su amo no sufra  y deje de llorar. ¡Señor! Tú que eres tan grande, escucha nuestra plegaria que con amor y fe te imploramos por la vida de este caballo, amén.

         Y todos respondimos Amén, sin dejar de limpiarnos unas lágrimas, estábamos dolidos  por la pena de Víctor. Enseguida sacamos las manos que habíamos colocado sobre el cadáver lo hicimos todos al mismo tiempo.
        
Y nos quedamos  allí en silencio, pero de pronto uno de los niños gritó, desesperado con mucho pánico. -¡Se movió!  Luego repitió ¡Se movió! En medio del pánico algunos salieron corriendo para diferentes lados, ¡El caballo se está moviendo! Gritó otro niño que se quedó al lado del animal, junto con Víctor y yo. Nos miramos asustados. Entonces Víctor  en una risa confundida con llanto, gritó. 

         -¡Mi caballito! Y se abrazó  al cuello por encima de las velas que más de alguna quemó el pelo del pobre quino por el olor que salió. El Manco se empezó a mover, todos  saltamos gritando ¡Está vivo! También los que habían salido corriendo, juntos todos no nos cansábamos de gritar. ¡Está vivo! Lo ayudamos a levantarse y empezó a caminar  con mucha dificultad.  Dando un paso tras el otro con mucho esfuerza,  relinchó  como si quisiera dar las gracias.

         Lo llevaré a casa manifestó Víctor, encaminándose  tirando a su caballo cuesta arriba con mucho sacrificio. Todos regresamos felices por el caballo de Victor que descubrimos estaba vivo, el calor de las velas y nuestro acercamiento lo reanimó.

ENCUENTRO CON GASPAR

 Nosotros regresamos corriendo y riendo  hasta nuestras casas.
Al   pasar cerca de donde estaba Gaspar, ¡Qué extraño! Él estaba allí  muy elegante, pero Gaspar le dije: ¡Que elegante estás! El muy sonriente me saludó. Hola Pequeña Li, tanto tiempo sin verte.
         -Sí  debo ir a la Escuela, le respondí.
         -Yo te había echado de menos.
         -Yo también, le manifesté  y luego le pregunté. ¿Por qué estás tan elegante?
         -Es que es justamente ahora cuando tengo más trabajo, mira mis sembrados.
         -Sí, los veo le respondí. 
         -Yo debo  cuidar todas estas chacras, de los malvados pájaros para que no las destruyan ni se las coman.
         -Ese fue todo el diálogo que mantuve con Gaspar el espantapájaros me despedí presurosa ¡Chao  amigo!   Le grité  y me fui saltando en un pie, en el otro, dándole poca importancia a lo que él me contó.
         Me respondió con una alegre sonrisa, luego lo miré nuevamente y le grité más fuerte. ¡Adiós Gaspar, Adiós amigo de mi infancia! Y allí  se quedó  perdido en la lejanía batiendo  sus harapos al viento, mientras yo corría por el camino  gritando. -¡Adiós Gaspar! Adiós amigo de mis fantasías, de mis sueños, de mis juegos de niña traviesa, amigo del amor por todas las cosas que me rodean, ¡Adiós!
         Cuando llegué a casa leí un cuento “El pollo y el gato. Así me dormí con el libro en la mano, y una sonrisa en mi rostro.

EL POLLO Y EL GATO (Cuento)

          Aburrido de vivir en el gallinero, un pequeño pollo se salió de éste y se fue a vivir a la casa del amo. Había pasado algunos días muy contento, cuando el gato cansado de soportarlo exclamó

          -¿Qué haces tú aquí? Pollo intruso, si de nada le sirves al amo.  El pollo muy herido en su dignidad, contestó al gato:

          -¿Acaso no sabes que nosotros proveemos de huevos y carne a nuestro amo? -Y tú gato envidioso ¿Qué das al amo?

          -Yo soy más importante que tú. Respondió el gato. Porque cazo todas las ratas que hacen perjuicios y así cuido de la casa de mi amo.

          -Pero yo soy más importante. Insistió el pollo. Porque lo proveo de alimentos, sin  nosotros él se moriría de hambre.

          -Sin nosotros los gatos, nuestro amo se moriría de hambre porque las ratas acabarían con sus alimentos. Así fueron cada uno defendiendo sus derechos, tanto el gato como el pollo y elevando cada vez más sus voces hasta que entraron en cólera y decidieron batirse a duelo, fueron a elegir el lugar, pero la discusión del gato y el pollo fue oída por el perro, y éste dijo:

          -Yo soy más importante para mi amo, porque cuido de él y sus pertenencias. La voz del perro fue oída por el caballo que vino  y dijo:

          -Yo soy más importante, porque traslado a mi amo de un lugar a otro y trabajo también con el arado y el carretón. La voz del caballo fue oída por el buey y éste los alcanzó y les dijo:

        -Yo soy mucho más importante porque doy la carne, el cuero, el trabajo y la vaca la leche, el queso, la mantequilla, el yogurt. Pero, el chancho escuchó el alegato que llevaban los animales y saliendo de su chiquero corrió hasta ellos. Alegando que él era más importante, porque daba la manteca, la carne las longanizas, salchichas, queso de chancho, jamón y mortadela.

         El alegato era ensordecedor, cada uno alegaba por sí mismo reconociendo sólo sus propios valores.

         Entonces la pulga pensó: “Ninguno busque su propio bien sino el del otro”. Sintiéndose aún más pequeña porque nada había hecho por su amo, sino sólo molestarlo, hasta en su sueño, se sintió avergonzada y corrió donde él, para decirle que sus animales se habían declarado en duelo, alegando que cada uno era más importante que el otro en beneficio del amo. Este tomó la insignificante pulga, que había demostrado su noble y buen corazón, fue hasta donde estaban los animales, se montó al caballo y les dijo, cuando todos se habían sentado a escucharlo:

         -Nada haría yo sin ustedes. -Exclamó el buen hombre, cada uno me es imprescindible, porque yo necesito todo de cada uno de ustedes, porque el trabajo de uno no lo puede hacer el otro, si yo le pido al gato que me lleve a casa, él no podría cargarme, pero el caballo sí, y si le pido al caballo cazar las ratas, él tampoco podría hacerlo, pero el gato sí.

         Los animales escuchaban muy atentos y avergonzados, siguieron a su amo, entonces él les dijo:

         -Yo los amo a todos por igual, y estoy muy contento de estar con ustedes. Y los animales caminaron felices junto a su amo dispuestos a trabajar y dar cada uno lo suyo. El pollo regresó a su gallinero avergonzado por haber sido el causante de todo el conflicto.

Fin




  EN  LA CAVERNA
                  
         El  frío invierno entristeció  el paisaje de la tarde, las vacas pastaban en el potrero bajo la lluvia. Entonces  me guarecí en la Cueva del Mago. Era una enorme cavidad rocosa en un costado del cerro, de  ella se cuentan muchas historias, un tanto  extravagantes, por esa razón la llaman la Cueva del Mago.

         Apenas me introduje en ella sentí  mucho pánico, el suelo  estaba con estiércol  porque allí  también se cobijaban los animales, ya sea en la noche o durante el día. Seguí  avanzando y un murciélago salió  rozando  mi cabeza, cada segundo sentía más horror,  el ruido de la lluvia rebotaba aún más fuerte en la caverna.

         Caminé sigilosa,  mi curiosidad me invitaba a seguir  incursionando, sin  darme cuenta mi cuerpo tiritó  bruscamente haciéndome lanzar un grito de espanto por tener mi respiración  contenida tanto rato.  Y el eco me contestó tenebrosamente, uno que otro reptil corría despavorido, me detuve por un instante observando las paredes húmedas y renegridas, sintiéndome muy pequeña en esa enorme cavidad. 

         En ese instante escuché  un sonido  como un llanto, difícil  de definir, como un quejido, un lamento, o una melodía, me detuve quedándome muy quieta, para  ubicar de donde venía tal sonido que en cierta manera no podía definir.  Entonces empecé a buscar  y en un rincón más bien abrigado, estaba tirada una pequeña ave. Por carecer de luz no pude distinguirla,  ya estaba casi helada, la tomé en mis brazos y la aprisioné contra mi pecho, su cabecita se iba para todos los lados, sus ojos estaban  cerrados y sus alas se encontraban sin vigor. Salí  de la caverna para ver con más  claridad al moribundo pájaro, se trataba de una paloma, una blanca  y frágil paloma. La examiné minuciosamente y comprobé  que tenía un ala rota  fuera de estar totalmente mojada.

         Arreé las vacas, aun así bajo la lluvia y corrí a casa. Cuando llegué después de dejar mis animales en el corral, acomodé  a mi paloma en un lugar seguro y abrigado, le curé  la herida y traté de alimentarla con migas de pan remojado en leche. Mamá Bella, mientras  cocinaba movió  la cabeza y me dijo.  ¡Ya vienes  con otra de tus cosas!  Pero yo seguí en lo mío.


        
         EN  LA  CABAÑA  DEL  MAESTRO
        
         Esa tarde por cosa de milagro, alumbró el sol y todo pareció distinto. Hacía mucho tiempo que no pasaba  donde el anciano que vivía  en esa humilde choza a orillas del camino  que por los matorrales era difícil poder ver.  Entonces quise  ir a verlo, estaba  tallando madera,  como de costumbre, tenía  sobre la mesa unas  figuras hermosas, entre ellas una madre con su hijo.

         ¡Hola Li! ¿Cómo estás? ¿Tanto tiempo sin verte? Fue el saludo que me hizo. Contesté  sus saludos y luego le pregunté por sus figuras que allí  tenía  talladas, se refirió a la madre y el niño.
         Esta me dijo, representa  el gran amor que dan las madres a sus hijos, ese amor que nada ni nadie es capaz  de reemplazar.
         Yo  me quedé muy  triste porque pensé en mamá, seguramente ya no existía desde la última vez que fuimos a verla con mamá Bella y papá, este pensamiento no me permitió ocultar mi dolor. El anciano  corrió junto a mí  y me preguntó.

         -¿Qué te pasa Pequeña Li, por qué se te ha contraído el rostro?
         -Yo no podía responder, el llanto me producía ahogos. El anciano me trajo un vaso de agua, una vez calmada, le conté toda la historia de mamá, entonces él manifestó.
         -Pero si Mamá Bella te ha cuidado y se ha preocupado de ti, ella  es tu mamá espiritual y también carnal, no olvides que es ella la madre de tu padre. Entonces  no es una persona extraña. Tu madre que te trajo al mundo, no tiene la culpa de haberte abandonado ninguna madre sería capaz  de abandonar a un hijo. ¿Y por qué  tu madre te iba a dejar a ti?  Su enfermedad y las circunstancias de la vida la obligaron a dejarte,  Mamá Bella ha cuidado muy bien de ti.



         Luego me mostró  otra figura de un hombre y una mujer con dos niños.
         -Esta representa una familia, el grupo social más importante  de la humanidad es la familia, manifestó.
         Entonces yo pensé en Mamá Bella  y papá y me sentí muy feliz de tener una familia, luego el anciano siguió diciendo.

         -Pero no basta  tener una familia, ésta debe estar bien constituida, tanto en lo espiritual como también en lo material. Debe estar fortalecida en ambas cosas y lo principal es que debe reinar el amor.  El amor es el antídoto contra todas las plagas. En el mundo existen muchas, pero muchas plagas, entre todas  podríamos mencionar la ignorancia, la falsedad la ambición. Al decirte  ignorancia, lo contrario significa que siempre se debe razonar con justicia y conocimiento cabal de todo lo que te rodea. En cuanto  a no ser falso, jamás  debes mentir y estar siempre con la verdad. Lo  contrario de la ambición  es que todo lo que poseas sea bien adquirido y no codiciar los bienes ajenos, aceptar lo que tenemos, resignarnos a disfrutar y valorizar nuestros bienes y nuestros dones.

         Miré al anciano  y jamás pude comprender de donde sacaría tanta sabiduría. Yo siempre le decía “El Anciano de la cabaña” Luego le pregunté.
         -¿Cómo se llama usted.?
         -Mi nombre manifestó en un dejo de humildad,  es Celestino.
         El anciano tenía  una mirada limpia, serena, humilde y a la vez su presencia infundía  tanto respeto. Su voz  angelical,  la hacía  sentirse como transportada a un mundo superior, que nos permitía pensar sólo en cosas bellas, buenas y razonables.
         -¿Usted dice que hay muchas plagas? ¿Cuáles son las otras? Le pregunté.
         -Sí,  por decir así, me respondió.
         -Pero, ¿qué es una plaga?
         -Es  una gran calamidad que nos ataca de diferentes formas,  abundancia de algo nocivo, daño enorme o enfermedad, ya sea del alma,  del cuerpo o de lo que nos rodea.
         -¡Ah! Sí,  ya comprendo. Puede haber muchas, pero muchas plagas en el mundo. Sí  pero yo creo que todo lo nocivo o dañoso, pernicioso, tiene que tener una defensa.
         -¡Pequeña Li! Me dijo el anciano,  se sentó  en un piso,  cruzó las manos y un tanto cabizbajo, siguió  diciendo.

         ¡Nuestras vidas! Siempre están  en peligro, por eso,  nuestra única defensa es el amor, mientras haya amor en tu corazón para todo, jamás  entrará en ti la semilla de la maldad. No olvides esmerarte para ser siempre una persona digna, justa y honrada, tú serás  como tú quieras ser. Tú eres la única responsable de ti misma. ¡Tienes  que hacer de ti una persona de grandes valores, valiente ante la verdad y siempre tendrás un camino abierto a la prosperidad! Lucharás siempre, siempre sólo por las cosas de grandes valores, cultivarás  antes que nada, una gran  riqueza espiritual, esa es la base fundamental para el cultivo de todas las riquezas.

         Después que dijo esto, guardó silencio, yo lo miraba extasiada y mi corazón se llenó de una alegría  inexplicable. Me sentí grande, fuerte y buena, yo a veces le decía “El Maestro”  porque como trabajaba la madera, pero hoy realmente lo sentí como maestro de la sabiduría y la enseñanza  me sentí  contenta de haber pasado a verlo.
         Mamá Bella tenía que conocer al Maestro, para mí era importante compartir sus conocimientos, y para mi familia también iba a ser bueno.
         En casa guardaba  como una reliquia especial, el candelabro  tallado en madera que él me había  regalado tiempo atrás,  creo que guardaba un significado aún más grande para mí, representaba  la voz de la sabiduría y la luz que proyectaba el anciano cada vez que hablaba.
         -¡Maestro Celestino!, Yo  me esmeraré para guardar en lo más  profundo de mi alma, lo que usted me ha dicho. Entonces le conté  que me había encontrado una paloma herida en la caverna.
         -La estoy cuidando y mi paloma se va a recuperar.
         -Bueno, Li me respondió. Ve a cuidar a tu paloma, que es también  un ave  muy significativa. No olvides  que el Espíritu  Santo también se transforma en paloma.
         Con la respuesta que él me dio, me alegré   mucho más y sentí  querer más a la infortunada ave.

UNA  CARTA 
        
         Cuando llegué a casa  había  una carta abierta sobre la mesa No  le di importancia. Papá estaba tomando té  y Mamá Bella  sacaba un queque del horno de la cocina. Raquel sirvió  una leche para mí y también para papá. Vino Mamá Bella y en familia compartimos las ricas onces, ese día Raquel también compartió con nosotros  nuestra mesa, recordé lo que me había dicho el maestro sobre la familia, ese fue un momento de amor. Luego pregunté a papá.

         -¿De quién es la carta que está  abierta en la mesa?
         -¡Ah! Sí, respondió papá,  es una oferta para un trabajo en el control de máquinas  de un barco en la ciudad Puerto Montt al Sur de Chile.
         Yo abrí  los ojos enormemente. Papá  había hecho un curso de mecánica y le gustaba mucho ese trabajo.
         -¿Y adonde es ese trabajo papá?
         Pero si ya te dije, es al sur de Chile, Puerto Montt.
         -¿Y cuándo te irás, papá?
         - Pronto.  -Yo me quedé pensando y luego le dije.
         -Llévame, contigo, llévame yo quiero ir y conocer ese Puerto.
          Papá se rio  pero no dijo nada. Entonces recordé que no le había contestado la carta a Carolina, me pasé  la servilleta por la boca y me levanté de la mesa corriendo, sin dejar de decir, permiso, papá, gracias, gracias mamá Bella.

CARTA  A  CAROLINA

Entré  a mi pieza en busca de papel y lápiz, cuando un ruido maravilloso salió de la caja donde tenía  a la paloma,  miré y mi pequeña ave estaba parada en sus dos patitas,  miraba en contorno, inmediatamente la tomé  y acaricié su cabecita. Mi alegría  fue inmensa al saber que ya estaba bien,  entonces emitió unos sonidos como si quisiera hablarme, le dije. Quédate  aquí porque yo debo hacerle una carta a mi amiga Carolina. La verdad es que llegó la noche y yo aún estaba escribiendo la carta porque le conté tantas cosas que me salió una misiva súper larga.

         Al  día siguiente fui a la oficina  del correo a depositar la carta para  Carolina, me sentí muy contenta de haberle escrito a mi amiga. Como me gustaba leer,  pasé  a pedirle unos libros de cuentos a mi profesora que vivía cerca de la Escuela y del correo.  Para disfrutar de la lectura,    

         EL  ENCUENTRO  CON   MUSGA

         Esa  tarde, me fui a los potreros en busca del pequeño ganado. Jonás mi perro, como siempre, fue conmigo, pero ahora llevé a mi paloma. Se posó en mi hombro y voló y volvió  a mí. Era  algo tan extraordinario como actuaba que parecía  conocerme desde antes. Dócil y mansa, entré  a la caverna y le dije.
         -Aquí  te encontré.  La paloma pareció contestarme, yo no le di importancia. Luego  estuve mirando al interior cuando una voz hermosísima, me dijo:
         -Pequeña Li, yo quiero  agradecerte por la ayuda que me has dado.
         -Miré hacia todos lados, sólo vi a Jonás y a la paloma, que se había posado en un rincón de la cueva,  me asusté,  entonces miré al ave y esta abrió  el pico y me dijo:
         -No te asustes, Pequeña Li, soy yo quien te está hablando.
         No dije nada, sólo empecé a pestañar, ¡no podía ser! No era una fantasía mía como en otros casos cuando jugaba con otros animales, ahora  era una realidad la paloma me estaba hablando, entonces  le pregunté.
         ¿Cómo te llamas?
         -No sabía que decirle  y lo primero que se me ocurrió fue eso.
         -Si te digo mi nombre, no me entenderías, pero puedes colocarme un nombre al gusto tuyo. Me respondió.
         En ese momento yo  no podía  pensar en nada, entonces tomé  una piedra muy  chiquita y la lancé por sobre mi hombro hacia atrás. Fui a ver dónde había caído.
         -Ya tengo tu nombre le manifesté. -¿Cuál es? Me preguntó.
         -La piedra cayó  sobre un pasto llamado musgo, entonces te llamarás Musga.
         -¿Musga? -Repitió la paloma. -Gracias Pequeña Li. Por el nombre que acabas de darme. Pero ahora yo tengo que irme.
         -¡No! ¡Cómo te vas a ir, si eres mía!
         -Yo te entiendo Pequeña Li, pero ahora debo irme, te prometo que voy a volver, no lo olvides.
         -Pero. ¿Por qué te vas?
         -Llegué  acá por el mal tiempo, me tomó una tormenta y el viento me arrastró, perdí el conocimiento y por cosa de milagro vine a caer a esta cueva.
         -Sí, ésta es la Cueva del Mago, le comenté.
         -Antes de irme. Prosiguió, debo hablarte de mí origen.  La miré extrañada.
         -Yo vengo de otro planeta, muy lejos de aquí y tengo la facultad de mutarme.
         La miré  y la interrumpí  preguntándole.
         -¿Qué es eso?
         -Ya te explicaré. Yo poseo el don de transformarme, sólo en ave, siempre en ave, pero en aves diferentes nosotras somos unas aves enormes y en nuestro planeta los únicos habitantes importantes somos nosotras,  contando también con una gran riqueza animal y vegetal. Como te dije ya, ahora debo irme  y para eso debo tomar mi verdadera forma.

         Musga se posó en mi hombro y con su cabecita de humilde paloma rozó mi mejilla, yo estaba muy triste porque me había  encariñado tanto con tan hermosa ave. Tocó una vez más mi mejilla,  entonces mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas, ella me dijo.

         -No, Pequeña Li, tú no debes llorar. En la vida hay que aceptar las cosas buenas con mucha alegría, y las cosas tristes con resignación, y las cosas malas  hay que rechazarlas o transformarlas en buenas. Además no quiero que te ofendas, pero yo no soy de tu propiedad, todo ser es libre, el hecho que me hayas cuidado, no te designa como mi dueña, no tengo límites para agradecerte, pero te repito eso no te hace mi dueña, no olvides nunca, todo ser es libre, el reino animal es sumiso con el ser humano, pero al igual debe ser respetado.

         - Aún que no seas mía es muy penoso que te vayas, le respondí.
         -Sí, pero si no me hubieras conocido, entonces debes estar feliz  por haberme encontrado y volverme a la vida y haber compartido algunos días conmigo, no olvides que estaba casi muerta. ¡Gracias a ti  me he recuperado y por tu ayuda podemos conversar las dos!

         Luego siguió diciendo.
         -No quiero saber que tú  estés llorando, espero que desde aquí en adelante seas una niña fuerte, muy fuerte para que puedas enfrentarte a la vida sin tropiezos, mi valiente Li. No te digo adiós, porque voy a volver, no lo olvides, Yo voy a volver. Y cuando menos lo pienses yo estaré aquí, esperándote.

         Suspiré profundo y le dije, Hermosa paloma Musga, yo también  te esperaré aquí, en cada momento, en cada día, ya sea de sol o de lluvia en esta caverna te estaré esperando.

         Musga emprendió el vuelo hacia un picacho sobre la caverna y allí empezó su transformación, un ave enorme parada en dos extremidades, su cuerpo  se veía erguido, unas alas enormes y el plumaje hacía tornasol bajo los tenues rayos del sol. Allí desde lo alto, batió sus alas, dio una vuelta como planeando. Yo me sentí tan pequeñita observándola, dio varias vueltas y yo allí  exhausta, contemplándola extasiada, frente a tanta belleza en medio del potrero.

         -¡Hasta pronto Pequeña Li! Sentí su voz desde lo alto.
         -¡Hasta pronto querida Musga! le respondí.
         Sentí  deseos de llorar, pero yo había prometido no volver a hacerlo y corrí por el sendero arreando mi ganado, llena de alegría y llena de esperanzas,  Musga volvería y yo sería muy feliz compartiendo con ella nuevamente. Cuando llegué a casa decidí leer unos cuentos que me había prestado mi profesora, me gustaba leer cuentos y entrar a ese mundo de fantasía,


BELLEZA  ESCONDIDA (Cuento)
          
           Había una vez un Rey que tenía una hija muy hermosa, en edad de casarse. Entonces  el Rey organizó una gran fiesta para que algunos  príncipes vecinos pidieran la mano de su hija, el día de la fiesta la joven princesa estaba muy nerviosa, pidiéndole a La Reina, su madre que no asistiera al evento y que mejor se quedara en sus aposentos. La Reina,  sin salir de su alcoba, lloró largo rato por esta ofensa que le había hecho su hija.

         Cuando  empezaron a llegar los invitados la princesa hizo su aparición radiante de felicidad destacándose por  su gran belleza, el Rey  también estaba emocionado porque al terminar la fiesta su hija ya estaría comprometida.

         Los invitados empezaron a retirarse, salían las carrozas una tras otra, cuál de todas más adornadas,  llevando a sus príncipes. El Rey  empezó  a inquietarse,  porque nadie había pedido la mano de su hija siendo una joven tan bella. Cuando ya se había  ido el último invitado el Rey  acudió a la princesa preguntándole.  ¿Nadie pidió tu mano hija? La niña rompió en llanto. Entonces fue hasta la Reina diciéndole desesperada. Por tu culpa no he podido encontrar novio porque todos saben  lo fea que eres, por eso no quieren casarse conmigo gritaba histérica.

         El Rey  sorprendido por la actitud  de su hija, se sintió  también ofendido porque él amaba a su esposa explicándole a la joven que si él había podido amar tanto a su Reina no por la belleza física sino por el gran corazón que tenía,  porque ella no iba a poder ser amada si fuera de ser buena también era bella físicamente. La Reina se sumió en una profunda pena por lo que le había dicho su hija.
         La Princesa  se fue al bosque a llorar desesperada porque  ningún  príncipe  la había elegido como esposa. Considerando  que esto era porque la Reina no era bella como ella, Entonces sintió  un gran torbellino del que apareció la Reina del Bosque. Esta le preguntó. ¿Por qué lloras hermosa niña?
        
-Lloro porque mi madre es fea, y por eso nadie quiere casarse conmigo.
         -Pero tú no sabes. Contestó “La Reina del Bosque” Que tu madre posee una gran belleza en el alma, y esa belleza la haz heredado tú en lo físico, lamentablemente tu alma carece de belleza por eso ningún joven te pidió en matrimonio, en cambio tu padre el Rey  vio la gran belleza que tiene tu madre haciéndola su Reina y amándola tanto como su esposa.
         La princesa miró extrañada a la “Reina del Bosque” y sin poder contestar nada por la emoción corrió hasta el palacio, entró  a su alcoba mirándose al espejo, y se dijo.  ¡Que  hermosa  es mi madre! Porque esta belleza que poseo yo es la de ella, que lleva en su alma. Se contempló  un largo rato, luego salió al pasillo cruzándose con una de las sirvientas que venía llorando. ¿Por qué lloras? Le preguntó.

         -La Reina se nos muere. Contestó la buena mujer.
         Al oír esto la niña mimada corrió a los aposentos de su madre y la besó mucho, abrazándola  le dio  las gracias  por darle  el ser y haberle trasmitido toda su belleza  del alma en su belleza física, gracias a ti madre soy  tan hermosa, con todo esto la humilde mujer que ya se moría de pena, sintió una gran felicidad, con el cariño expresado por su hija, y se repuso del mal que la estaba aquejando. El Rey ofreció  una nueva fiesta en la que estuvo la Reina  de anfitriona, Un Príncipe  pidió la mano de la Princesa al empezar la fiesta, la música alegró a todos los comensales, el Rey,  la Reina y la Princesa fueron muy felices.
Fin

MI   PRINCIPE  (Cuento)
        
         Miro y observo  los largos cortinajes que tan graciosamente caen  de cada ventana,  en el Palacio  abandonado por donde antes corrieron niños traviesos, y en los salones coquetas damas y elegantes caballeros compartieron momentos  de alegría,  en gratas comidas, danzaron en los opulentos  corredores  guardando miles de secretos entre muebles y muebles entre pasillos y pasillos.
         Esa mañana fue distinta,  mirando los jardines que frente a la puerta de entrada se detuvo un auto negro, del que bajó  un Príncipe con una maleta, se dirigió  a la entrada del palacio. La cerradura  de la puerta chirrió  como si gimiera de alegría  al sentir el contacto de la llave,  al instante el Príncipe  se deslizó  por las alfombras, subiendo las escaleras. En ese momento debí esconderme para que no se percatara de mi presencia.
         Muy pronto  me acostumbré a compartir el Palacio con mi visitante, nunca me dejé ver, para mí era hermoso verlo cada mañana, cuando se levantaba,  entraba a la sala de baño se daba un baño de tina con jabones perfumados, luego  se envolvía en toallas,  caminando en zapatillas sólo con una bata, se afeitaba frente al espejo, yo no me cansaba de mirarlo entre más lo miraba más latía mi corazón, en los comedores de sillas rojas se sentaba a tomar desayuno con los mejores manjares, luego tomaba su maletín sacaba  el auto de la cochera, y se iba, yo estaba ahí de intrusa no quería que me viera, de todas formas yo era feliz viviendo en ese enorme Palacio,  con tantos pasillos secretos que era bien difícil  se diera cuenta de mi existencia, pero yo sabía  todo lo que él hacía.

         Mi príncipe, mi bello Príncipe eres como un  lirio de mi jardín secreto. Esa noche lo observé como dormía, su cara se veía tan inocente, que sentí  deseos de entrar en su cama, silenciosamente lo hice  pero cuando imprudentemente le toqué una rodilla se asustó y gritó. Entonces salí corriendo, a esconderme donde él no me encontrara. Cuando  ya se había  calmado volví nuevamente, estuve largo rato contemplándolo, como  dormía sentí  deseos de morderle una oreja, pero si anteriormente se había  asustado al querer dormir a su lado, preferí  no hacerlo, en las tardes se sentaba en un sillón a ver películas, en una pantalla grande, desde una esquina yo no me cansaba de observar cada uno de sus gestos. A veces estaba despeinado y triste  otras veces tenía una sonrisa en el rostro.
         Me había acostumbrado a esperarlo cada tarde, aunque él nunca me veía, yo siempre estaba allí junto a él  y ya no me sentía tan sola, en ese enorme Palacio.
         Después de su baño empezó a guardar  sus cosas me impacienté, tomó  desayuno y fue por su maleta, se encaminó a la cochera, hizo  partir el auto dirigiéndose  a la salida, desde una de las ventanas lo vi cómo se alejaba entre los jardines del Palacio. De mis ojos  rodaron unas lágrimas, yo me había acostumbrado a su compañía a verlo cada mañana y a esperarlo por las tardes.          ¡Pero mi Príncipe  se había ido!  ¿Qué más podría yo esperar de él? Si al fin y al cabo. ¡No soy más que una rata!             









LA   MUERTE  DE  HILDA

         Papá salió muy temprano y Mamá Bella estaba muy triste, preparando el desayuno. Entonces pensé  que papá se había  ido al trabajo del sur en el barco y no me había llevado.  Esos pensamientos me entristecieron porque yo tenía la esperanza de ir al sur de Chile con papá.  De pronto observé  que Mamá Bella estaba llorando.
         -¿Qué  pasa Mamá Bella? le pregunté.
         -¡Hilda ha fallecido! Me respondió.
          Hilda era mi madre. Yo sentí   un fuerte dolor en mi pecho, como si una enorme mano me apretara mi corazón, una gran pena embargó  mi alma. Pero de pronto recordé a Musga  y me dije, -Sé fuerte, Li y acepta la realidad. Esa hermosa mujer mi bella madre estaba enferma, sabíamos que se iba a morir. Además para mí mi madre había muerto ese día en que fuimos al Sanatorio. Mamá Bella estuvo en ademán de espera y por la tarde, ya muy tarde, llegó  papá en una carreta con el féretro hecho en madera rústica, sonaron las campanas de la Iglesia  y se juntaron algunas personas para despedir a mamá. Algunas señoras lloraron, otras llevaron flores, sí muchas flores. Yo estaba adelante, junto a Mamá Bella y papá. Jonás, el perro que nunca se quedaba solo se echó a nuestros pies, debajo del escaño.

         El sacerdote, vino de otro pueblo para llegar a nuestra Iglesia debió atravesar el río Bío-Bío en un bote. Lo hizo con mucha dificultad ya que siendo este río el más ancho del país a veces es muy corrientoso y en temporadas de verano los botes quedan varados y los boteros  se ven obligados a arrastrarlo con mucha fuerza. Este sacerdote  dijo la misa, luego esparció agua bendita sobre el féretro y al terminar la ceremonia, papá y tres hombres más retiraron la urna, algunos  tomaron flores y todos seguimos el cortejo. La depositaron en la carroza  de la Iglesia tirada por caballos era muy bonita algo especial en cierta forma una reliquia.  Seguimos el cortejo acompañados de personas amigas rumbo al camposanto.

         Yo  estaba muy  tranquila y resignada, muy dolida, es cierto, nada me haría recuperar a mi madre, pero por lo menos  había  tenido la dicha de conocerla.  -¡Gracias, Madre, por dejarme en tu reemplazo prolongando tu existencia! ¡Gracias madre! por darme  a conocer esa bella palabra. ¡Madre!

         Cuando la fosa estuvo lista y empezaron a descender el rústico cajón, mi corazón se contrajo y la pena que me embargó fue inmensa, pero yo había aprendido a no llorar. Eso no significaba que estuviera reteniendo el llanto, simplemente había  aprendido a aceptar la realidad. La vida seguía y había  que ser fuerte para enfrentarla  porque  el camino era difícil.

         Tomé  un puñado de tierra y lo lancé  a la fosa junto al ataúd. ¡Adiós, querida madre!  Me dije en silencio.
         Fui hasta Mamá Bella que estaba con otras señoras y nos volvimos en silencio  dejábamos  atrás  una vida, un cariño, un amor, un recuerdo.
         A los días  después volvimos los tres al cementerio para colocarle una plancha  en la tumba a mamá, la que decía así. “Hilda Glausser. Falleció a los 28 años.”
         Regresando a casa en medio de esta pena, le pregunté a mamá Bella por la tía Sara, hermana del abuelo, que se había ido a España. Entonces ella me respondió.

SARA Y SU DESTINO

         Te voy a contar  todo lo que pasó con Sara. Como bailaba muy lindo el flamenco, además era hermosa y joven, un día la invitaron a bailar a una Escuela en la localidad de Arauco. Arauco es una región donde habitan una gran cantidad de personas descendientes del pueblo Mapuche, región de nuestro pueblo autóctono. En esa actuación mientras ella bailaba un Lonco la vio  y al verla tan hermosa y bailando tan lindo se enamoró perdidamente de ella, una vez que Sara terminó de actuar  Él se acercó y le manifestó su gran admiración.

          El joven Lonco que recién terminaba sus estudios en esa Escuela, hijo del jefe del pueblo Mapuche digamos así del Cacique, pero que no se hace llamar Cacique sino Lonco, Enamorado de Sara, le prometió mucho amor y la llevó a conocer sus tierras que en ese momento eran de su padre, pero a futuro sería él quién las heredaría. Sara también se sintió muy atraída por este joven galán.

         Después de conocer esa gran extensión de tierras  cerros con bosques nativos, árboles autóctonos, hermosas caídas de aguas, más la sonrisa inocente del joven Mapuche, Sara  estaba muy feliz, Ambos enamorados llegaron hasta el hogar del Lonco Padre, lamentablemente cuando este advirtió que la novia de su hijo no era Mapuche,  entró en cólera, y exclamó irritado: “Con una huinca jamás te casaras”

         Los jóvenes enamorados salieron de allí muy tristes, se despidieron, el Lonco joven manifestó que él tenía que obedecer a su padre, aun amándola tanto, Entonces Sara regresó a España, y allí ingresó a un convento. En cuanto al joven Lonco, al no conseguir olvidar a su amada renunció a todo dejando sus herencias a un hermano menor, y empezó a buscar a Sara, lamentablemente ya era muy tarde porque ella había entregado su vida a Dios, lo último que supe es que el joven Lonco nunca amó a nadie más y nunca contrajo matrimonio. Su vida la dedicó a los enfermos practicando la medicina Mapuche.

         De esto manifestó Mamá Bella, creo que al amor no se le debe hacer esperar, sólo el amor es la mayor riqueza que puede tener una persona, en un principio el joven Lonco renunció al amor por una herencia, que tampoco disfrutó, al fin perdió las dos cosas.

         Este comentario me impresionó mucho, pero al fin sabía todo lo de Sara de ella sólo teníamos ese lindo vestido las  castañuelas y la pandereta, como también su recuerdo.

LA  VENTA   DEL  GANADO 
        
         Los gallos cantaron varias veces y un rayo de luz rompió  la penumbra de la    noche. Me  senté en la cama para escuchar con más  claridad  el ruido de un vehículo, sentí los pasos de papá en el patio, entonces decidí  levantarme. La mañana  estaba fresca pero muy agradable. Frente a la casa se había  estacionado un enorme camión. Papá con otros hombres caminaba hacia el establo, luego  sacaron las vacas con sus crías ya crecidas y se dirigieron al vehículo. Yo al ver esto, corrí  hasta el establo donde estaba  papá.

         -¿Qué  pasa, papá? Le pregunté angustiada. Cuando ya salía del establo.
         -¿No te dije, Li? Que vendimos las vacas. Me respondió.

         -¡No!. . .  Papá.  ¿Por qué venderlas? En un ademán de desesperación me quedé allí en medio del patio observando como una a una caminaban hacia el camión que las llevaría a otro destino. La cachos pa’bajo, la más regalona, dobló  su cabeza hacia mí  y dio un bramido.  El hombre la arreó con un palo, luego la Clávela, la cabrita y las vaquillas. Yo sentí que con ellas se me iba la vida, ya no iría  a los potreros a los campos  a cuidarlas, ir a dejarlas e irlas a buscar, todos los días el ir y venir junto a ellas, ya fuera en las mañanas o en las tardes, días de sol, de frío de lluvia, siempre juntas yendo y viniendo por los caminos de tierra por los campos de flores silvestres, bajo ese cielo azul que nos cobijaba con su ternura en nuestro suelo sembrado de sueños.

         Pero Musga  me había dicho.  “No llores, Pequeña Li” y no lloré, acepté  la realidad. Si papá  había  vendido las vacas debe haber tenido una razón muy poderosa para hacerlo.

         Al irse el camión sentí  como si el ambiente hubiera quedado vacío, tan vació como igual se quedó mi alma. En ellas se fueron tantos recuerdos tantas anécdotas, tantos encuentros, ya sea un conejo, un zorro, un murciélago, una cabaña, un espantapájaros. Cuantos caminos cruzados y cuantas fantasías recorriendo cerros arriba cerros abajo, entre quebradas, y pinos, entre matorrales y arroyos de cristalinas aguas,  cuantos puentes y cuantos copihues fueron testigos de nuestro constante ir y venir. 

         Papá contó el dinero y salió apresurado. No había  pasado medio día  cuando regresó, me tomó en brazos y me dijo:
         -¡Mira Li!  ¿Ves esos cerros todos esos cerros llenos de bosques nativos? ¡Son nuestros! ¡Los he comprado, todos son nuestros!

         Yo los miré  y no les di importancia, me era muy difícil aceptar la venta de mi pequeño ganado, que se había ido como se va el viento, como  se va la tarde, así sin pedirlo, sólo se va, todo se va,  ellas también se fueron, llevándose tantos recuerdos, llevándose  parte de mi vida,  esa parte de mi vida ya se había ido con ellas, esa mañana fría y silenciosa, todo se va, sólo nos queda el recuerdo.  

ULTIMO   DÍA    DE CLASES
        
         Planchaba mi delantal  para irme a la Escuela, cuando escuché que me llamaban desde la calle, terminé apresurada de planchar y corrí a ver quién era.  Eran mis compañeras que venían a buscarme.
         ¡Vamos Li!  Me dijeron. ¿Y tu mamá no va a ir?
         Entonces volví  a entrar  a casa y le pregunté a Mamá Bella si iría al acto de fin de  año en la Escuela.
         -Sí, me respondió.
         Entramos a nuestra sala y todos los cursos salieron al patio formados, los apoderados ya habían  tomado asiento,  fueron llamando uno a uno y el papá  o la mamá le entregaba el certificado a su pupilo o pupila. Las  profesoras iban de un lado a otro. La Directora  estaba  en primera fila junto a las autoridades. Yo también estaba nerviosa, Víctor  se ubicó a mi lado y me preguntó
-¿Con que nota pasaste?-
         No sé. Le respondí.
         -Yo tampoco sé. Me contestó. En tono muy bajo de voz debíamos estar en silencio. En ese momento llamaron a Víctor Guiñes, su papá y la señora mercedes su mamá le entregaron el certificado más un premio por fin de año.

         Luego llamaron “Lindaura San Martín Glausser” Yo seguí observando, de pronto repitieron el nombre y vi que Mamá Bella caminaba hacia la profesora que estaba con los certificados.
         -¡Fui!- ¡Pero si esa soy yo! Me dije. Como siempre todo el mundo me dice Li y mi verdadero nombre es Lindaúra. Corrí  al centro donde la maestra estaba entregando los certificados, Mamá Bella me entregó el certificado muy emocionada la gente aplaudió. La Señorita Marta también me abrazó y me entregó el regalo, Era un costurero chico pero muy práctico.
         Todos salimos de la Escuela muy contentos, nos despedimos de nuestros profesores, de la Directora y de los apoderados. Había terminado un año Escolar. Papá no pudo asistir debió  ir a reservar los pasajes para ir a la ciudad de Puerto Montt esa misma noche.
         -Esta noche  viaja papá, le pregunté a Mamá Bella.  Ella me confirmó  pronto entró  papá riéndose,
         -¿cómo  estuvo el último día de clases o la entrega de certificados? Manifestó.
         -Bien papá le respondí, pero yo no estaba contenta, porque quería viajar con él al sur de Chile. Le entregué mi certificado entonces él dijo.
         Pasaste de curso con tan buenas notas, mereces un premio.
         -Sí le respondí merezco un premio, lo dije con desgano.
         El me miró y se sonrió. Mamá Bella no dejaba de hacer sus cosas en la cocina y Raquel entraba y salía de un lado a otro. Entonces papá me tomó de la cintura, me levantó bien alto, dio media vuelta y gritó.
         -¿cuál es el premio? Yo me reía feliz en los brazos de papá.
         -¡Iras conmigo,  en mi próximo viaje ahora es imposible además  no  navegaré  trabajaré en el puerto Pequeña Li!
         -¡Ya! Le grité  alborozada y lo abracé y lo besé, oh papá. ¿Me     llevaras  a las lagunas  de hielo, al  barco? ¡Eso, será  un cuento de hadas!
         -Sí hija mía, te llevaré conmigo será  en mi próximo viaje  que  quede claro.
         Esa noche Mamá Bella arregló las cosas a papá para su viaje y pronto llegó la hora de la partida del tren. Mamá Bella no fue a dejarlo, Raquel y yo lo acompañamos hasta la Estación.
         No era el tren nocturno en que se había  ido Carolina a la Capital, sino  el tren ordinario o valdiviano, como solían decirle. No tenía ni coche dormitorio ni comedor  sino coches destartalados  y algunas ventanas sin vidrio. Pero en fin papá iba a hacer un trabajo  eso  era importante para él.
         El tren se detuvo y todos los pasajeros se apresuraron a subir. Nos despedimos felices  porque el próximo viaje lo haría conmigo, entonces le grité  muy fuerte ¡Vamos papá!  ¡Vamos!

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