martes, 28 de mayo de 2013

Prólogo del libro de La pequeña Li viaje al Espacio



PRÓLOGO

                            IMAGINACIÓN Y AVENTURA       

         Cuando se evoca la frase proverbial de los inicios de todo relato con peso temporal  -aquel  " Érase una vez. "  - y uno se coloca en la distancia de su propia niñez, no cabe duda alguna que una fuerza magnética atrae escenas, personajes y las llamadas circunstancias, que pueblan nuestra memoria.
         Un viejo arte para todo humano que fue niña o niño. La sabia Gabriela Mistral, nativa recuerda y valora este arte de contar. Y hablando de las tradiciones orales, materiales del folclore, ella solía apuntar que eran mujeres las que mejor se disponían a manejar dicho arte . ¿Y quien no evoca a una madre, alguna tía o a su abuela, contando, inventando o leyendo relatos para su infancia? Vieja historia, que duda ha de caber, de nuestra especie.
         "Erase una vez una mujer con sus años en agraz, de ojos claros y de sonrisa generosa, madre de una adolescente, un joven  menor y una niña que iba para ser crecida y llamativa. Esta buena mujer, encumbrada en un departamento de una calle de señorío de una ciudad de lluvia y de vientos, solía invitar a sus amigas y amigos y, en medio de sus quehaceres, gustaba comunicar  -leer con suavísima voz  - lo que en horas de libre desvelo había soñado y escrito. Sus privilegiados primeros oyentes fueron sus criaturas. Nosotros ya fuimos los terceros. Y así llegaron o, a lo mejor, nacieron Lí, conocida como "La Pequeña Lí”; ”Mamá Bella y los amigos y amigas: como Rufi, la hormiga; Jonás, su perro; la paloma, Musga y Tulú o Rocadio, el niño extraterrestre. Las noches húmedas fueron la cuna de tales historias. Alguna dulce fruta silvestre fue el alimento a medianoche. La magia de los sueños y de la aventura fueron, en definitiva, la circunstancia creadora de un mundo sensible y verdadero, que se alza cuando lo demás duerme, se silencia o muere".
         Lila Layers es el nombre artístico de una mujer que posee voces capaces de urdir cualquier historia. Hay llaneza en su estilo que reproduce el encanto de lo dicho; una reiteración que se acopla al oído atento del más tierno; una fantasía que hilvana escenas y deja libre la psicología de los personajes. Tal vez sean estos rasgos de sus historias anteriores los que reaparecen con más nitidez en esta última de "La Pequeña Lí en el espacio".
         Sin embargo, aquí aparece ahora un agregado que pareciera seguir la evolución de la pequeña Li en su desarrollo humano: El aprendizaje por medio de la entretención. Y no sólo unido todo esto  al conocimiento del espacio de los astros de nuestra galaxia común, sino al deseo íntimo de un personaje que se convierte en tan dulce como la niña: Tulú, el extraterrestre condenado a vivir siempre en la infancia.
         En esta ocasión, la mano de la escritora sondea en modos complejos de la realidad, arma una trama de encuentros y desencuentros en un constante viajar por entre las estrellas y gracias a la máquina que la ficción vestida de ciencia nos permite visualizar. La exploración nos hace enriquecer. Y la superposición de los tiempos, deseos, niveles terrestres y espaciales, asientan una amistad que había venido gestándose desde atrás, en aquella cueva del Mago de la fantasía de la pequeña estudiante de un pueblo central de nuestro territorio, La pequeña Lindaura, La pequeña Lí homónima de otro pequeño ya famoso por sus aventuras en las letras para niños y niñas de chile., Papelucho.
          Importante tradición constituye la escritura de cuentos y novelas cortas sobre la vida y los sueños de un niño o de una niña. Aquel  " Érase una vez", con el correr de los tiempos y el dar vuelta de las hojas se ha ensanchado en relatos de ciencia ficción a lo Julio Verne, o en aventuras de viaje a lo Emilio Salgari, o en recorridos de un mundo y un país a lo Selma Lagerlöf, o en novela de formación e iniciación de la y infancia a lo Callodi (Carlo Lorenzini), o en páginas del diario de un escolar de un escolar a lo Edmundo de Amicis, mundos que han alimentado  a cientos de mentes jóvenes de ambos sexos. En esta memorable serie se ha instalado la narradora chilena Marcela Paz y hoy, tras persistente tarea, otra escritora: Ana Sepúlveda, aquella Lila Layers de la evocación.
         Considerando este volumen como parte de un conjunto, el cuarto en la vida de la pequeña Lí, tiene el mérito de despertar simpatías, estimular aprenderes y desear ese imborrable y fresco soñar.

Benjamín Rojas Piña, Concepción, 1997






 

 

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